natal.

Desde lejos, Erg Noor vio a Veda, y, despues de meter bajo su ancho cinturon de astronauta aquel diploma de bronce, avanzo impetuoso hacia la joven mujer.

— ?Mucho le agradezco que haya venido, Veda!

— ?Podia faltar acaso?

— Para mi, es usted el simbolo de la Tierra y de mi juventud pasada.

— La juventud de Niza le acompanara siempre.

— No seria sincero si dijese que no lamento nada. Y ante todo, me da lastima de Niza, de mis companeros, y tambien de mi mismo… Es demasiado lo que pierdo. En este regreso he aprendido a querer a la Tierra de un modo nuevo, con un amor mas fuerte, mas sencillo e incondicional…

— Y sin embargo, Erg, se va usted…

— No podia proceder de otra manera. De negarme, habria perdido no solo el Cosmos, sino la Tierra.

— ?La hazana es tanto mas dificil cuanto mas grande es el amor?

— Usted siempre me ha comprendido bien, Veda. Mire, ahi viene Niza.

Acercose la muchacha — enflaquecida, semejante a un chico con sus ondulados cabellos rojizos —, y se detuvo.

— ?Que doloroso resulta!.. — dijo, con la vista baja —. Todos vosotros sois… tan buenos, tan radiantes y bellos… y tener que separarse, que desgajarse, viva, de la madre Tierra… — la voz de la astronauta se quebro, tremula.

Veda, instintivamente, la atrajo hacia si para consolarla con femenina ternura.

— Dentro de nueve minutos cerraran las escotillas — anuncio en un susurro Erg, sin apartar los ojos de Veda.

— ?Cuanto tiempo aun!.. — exclamo ingenua Niza. Y en su voz se percibian las lagrimas.

Veda, Erg, Dar Veter, Mven Mas y los restantes amigos de los viajeros advirtieron de pronto, con pena y asombro, que no encontraban palabras. No las habia para expresar los sentimientos ante aquella hazana que iba a realizarse para unos seres humanos que no existian aun, para quienes vinieran al mundo muchos anos despues. Los que se iban y los que se quedaban sabian bien todo aquello, ?de que podian servir las palabras?

El segundo sistema de senales del ser humano mostraba su imperfeccion y cedia su puesto al tercero. Profundas miradas, que reflejaban impulsos apasionados, imposibles de expresar con palabras, se encontraban silenciosas, tensas, o se fijaban en la pobre naturaleza de El Homra, absorbiendola, bebiendola con ansia.

— ?Ya es hora! — restallo la voz metalica de Erg Noor, estremeciendo los nervios en tension.

Veda, sin ocultar sus sollozos, estrecho entre sus brazos a Niza. Las dos mujeres permanecieron juntas unos segundos, apretadas las mejillas, cerrados los ojos, mientras los hombres cambiaban miradas de adios y se estrechaban las manos.

El ascensor se habia llevado ya ocho astronautas, que desaparecieron en la ovalada escotilla. Erg Noor tomo a Niza de la mano y le susurro algo al oido. La muchacha enrojecio y, desprendiendose de el, se lanzo hacia la astronave.

Los dos subieron juntos.

La gente quedo inmovil cuando, ante la negra boca de la escotilla, en un saliente claramente iluminado del Cisne, se detuvieron un instante dos siluetas — una, masculina, de gran talla; la otra, de muchacha, esbelta y armoniosa —, respondiendo a los ultimos saludos de la Tierra.

Veda Kong se apreto las manos, y Dar Veter oyo el crujido de sus dedos.

Erg Noor y Niza desaparecieron. De las negras fauces de la escotilla avanzo una plancha ovalada del mismo color gris que todo el casco. Un segundo mas, y ni el ojo mas experto podria advertir la menor huella de abertura en los abombados flancos del colosal casco de la nave.

La astronave, erguida sobre sus separados soportes, tenia algo de figura humana. Tal vez aquella impresion la diera la esfera de la proa, con su afilado capirote y sus faros de senales que brillaban como ojos de persona. O los alabes de la parte central, semejantes a las hombreras de la armadura de un caballero. La astronave se alzaba sobre sus soportes, parecida a un gigante que, afianzado sobre las abiertas piernas, mirase con desprecio y presuncion al gentio que se extendia a sus plantas.

Bramaron amenazadoras las sirenas dando el primer aviso. Como por arte de magia, surgieron junto a la nave unas anchas plataformas de autotraccion que se llevaron a multitud de personas. Deslizandose, retrocedieron los tripodes de los televisofonos y los proyectores sin apartar del Cisne sus cuencas y rayos. El casco gris del navio cosmico se oscurecio y parecio perder sus enormes dimensiones. En su «cabeza» se encendieron siniestras unas luces rojas, senales de preparacion para el despegue. La vibracion de los potentes motores repercutio en el firme terreno: la nave viraba sobre sus soportes, orientandose para la arrancada. Las plataformas, cargadas de gente, se fueron alejando cada vez mas, batidas por el viento, hasta que cruzaron la linea luminosa de seguridad; una vez alli, los pasajeros saltaron presurosos a tierra, y las plataformas volvieron para recoger a nuevas personas.

— ?Ellos no volveran a vernos mas, ni siquiera nuestro cielo? — pregunto Chara a Mven Mas, inclinado hacia ella.

— No, tal vez con los estereotelescopios…

Bajo la quilla de la astronave encendieronse unas luces verdes. En la atalaya del edificio central empezo a girar furiosamente el radiofaro, enviando en todas direcciones la advertencia de que el enorme navio cosmico iba a emprender el vuelo.

— ?La astronave recibe la senal de partida! — resono de pronto una voz metalica, con tal fuerza, que Chara, estremecida, apretose contra Mven Mas —. Los que queden dentro del circulo, ?que alcen las manos! ?Alcen las manos o pereceran!.. — gritaba el robot, mientras sus proyectores palpaban el campo buscando a quienes hubieran podido quedar casualmente en la zona peligrosa.

Al no encontrar a ninguno se apagaron. El automata grito de nuevo, con mas furia, segun le parecio a Chara:

— Despues del toque de campanas, vuelvanse de espaldas a la astronave y cierren los ojos. No los abran hasta el segundo toque. ?Vuelvanse de espaldas y cierren los ojos! — rugio el robot en tono de amenaza y alarma.

— ?Es espantoso! — murmuro Veda.

Dar Veter saco tranquilamente del cinturon dos antifaces con gafas negras; los desplego, le puso uno a Veda y empezo a ponerse el otro. Apenas hubo cerrado el broche de la correilla, resono una tremenda campanada, de agudo tono.

Su sonido se interrumpio, y en el silencio oyose el indiferente chirrido de las cigarras.

De subito, la astronave comenzo a aullar furiosamente y apago sus luces. Aquel alarido desgarrador se repitio dos, tres, cuatro veces… Y a la gente mas impresionable se le antojo que la propia nave gritaba en el dolor de la despedida.

El alarido aquel ceso tan inesperadamente como habia empezado. Un cerco de llamas, de un fulgor inimaginable, se alzo en torno del Cisne. Y por un instante no existio en el mundo mas que aquel fuego cosmico. La ignea torre se elevo alargandose en alta columna para convertirse luego en una linea de cegador brillo. La campana toco por segunda vez, y la gente, al volverse, solo vio la llanura desierta en la que rojeaba la inmensa mancha del candente terreno. Una gran estrella titilaba en la altura: era el Cisne, que se alejaba sin cesar.

La multitud se dirigia lenta hacia los electrobuses, mirando ya al cielo, ya al lugar del despegue, que habia tomado de pronto un aspecto muerto, como si hubiera renacido alli la hammada de El Homra, espanto e infortunio de los caminantes de antano.

En la parte Sur del horizonte encendieronse las conocidas estrellas. Todas las miradas se tornaron hacia donde se alzaba, azul y rutilante, Achernar. El Cisne llegaria a ella despues de ochenta y cuatro anos de viaje a una velocidad de novecientos millones de kilometros por hora. Ochenta y cuatro anos, para nosotros; para el Cisne, cuarenta y siete. Tal vez fundaran alli un mundo nuevo, tan bello y jubiloso como el nuestro, bajo los verdes rayos de la estrella de circonio.

Dar Veter y Veda Kong alcanzaron a Chara y Mven Mas. El africano contestaba a una pregunta de la muchacha:

— No, no es pena, sino un orgullo grande y triste lo que hoy me embarga. Siento orgullo de nosotros, que nos elevamos mas y mas sobre nuestro planeta para fundirnos con el Cosmos. Y tristeza, porque nuestra querida

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