– Tenemos que hablar -contesto Justino laconicamente, y Aubrey lo miro con expresion de incredulidad, incapaz de creer que Justino pudiera estar desafiandolo de esa manera consciente de que todas las miradas, rebosantes de curiosidad, se dirigian hacia ellos. El ayudante se mantenia inmovil a unos pasos de distancia, con aspecto de absoluto abatimiento, como era de esperar. Martin habia dado siempre a Justino muestras de amistad, tal vez demasiadas, al parecer.

– ?Te dije que tenias que esperar, Justino!

– He estado esperando durante veinte anos.

Aubrey no dudo ya mas. Esto iba de mal en peor. Justino era una antorcha. Solo Dios sabia el dano que haria si estallaba en llamas en aquella estancia.

– Ven conmigo -dijo bruscamente-. Hablaremos arriba.

Aubrey podria haber llevado a Justino a sus aposentos encima del salon. Pero opto por entrar en su capilla privada porque ese era su propio territorio y la familiaridad de los alrededores le colocaria en una posicion de ventaja. Iba a necesitar toda la que pudiera conseguir. Encima del altar habia dos cirios encendidos en torno a un crucifijo de plata sobredorada, orgullo de Aubrey, tanto por obra de arte como por simbolo de fe. Extendio las manos y paso los dedos levemente sobre la suave superficie mientras se preparaba para lo que estaba a punto de ocurrir.

Justino le siguio hasta el altar.

– ?Me lo vais a decir alguna vez?

– ?Que te tengo que decir?

– Que soy vuestro hijo.

No se sorprendio. Lo adivino tan pronto como los dos cruzaron sus miradas en el salon. ?Que otra cosa podria haber sumido a Justino en un estado de semejante agitacion? Tenia la boca reseca, pero logro esbozar una sonrisa leve e ironica.

– ?Sera posible que estes hablando en serio?

Justino estaba ahora lo suficientemente cerca como para poderle tocar, y para que Aubrey viera como se le tensaban los musculos de la mandibula.

– Vengo de Shreswsbury -recalco-. He dado con el paradero de Hilde, la cocinera de la rectoria de San Alkmund. Me ha hablado de lo de vos y mi madre.

– ?Y tu has creido como si fuera el evangelio los desvarios de esa pobre vieja?

– ?Lo negais?

– Si -dijo Aubrey enfaticamente-. Lo niego.

Justino lo miro, sin despegar los labios. El silencio parecia llenar todos los rincones de la capilla, todos los recovecos de sus vidas. Cuando Aubrey no pudo soportar la situacion ni un instante mas, anadio:

– Olvidate de lo que hemos hablado esta noche. Como si nada hubiera ocurrido. No volveremos a referirnos a ello jamas.

– ?Que generosidad la vuestra! -La voz de Justino tenia un tono apagado, imposible de interpretar. Se volvio y se quedo inmovil un momento delante del altar, y Aubrey llego a creer que habia ganado la batalla. Pero en ese mismo instante Justino se dio la vuelta bruscamente, empunando en su mano el crucifijo de plata sobredorada.

– Juradlo! -le desafio-. ?Jurad sobre la imagen de Nuestro Senor Jesucristo que no sois mi padre!

Aubrey abrio la boca, pero no le salieron las palabras. Reinaba tal silencio que se podia oir su propia respiracion, entrecortada y demasiado acelerada. ?O era la de Justino? Despues de lo que parecio una eternidad, Justino bajo la mano que sostenia el crucifijo y volvio a colocarlo sobre el altar.

– Bueno -dijo-, al menos no le mentireis a Dios.

Aubrey encontro inesperadamente dificil mirar a Justino cara a cara.

– No habia necesidad alguna de que tu lo supieras -dijo al fin-. Lo importante era que me porte bien contigo y eso no lo puedes negar. No eludi mi deber. Siempre tuviste comida que llevarte a la boca y un techo que te cobijara.

– ?Que estais sugiriendo, que debo daros las gracias por no dejarme morir de hambre?

– Hice mucho mas por ti -dijo bruscamente Aubrey-, ?y bien lo sabes tu! Me ocupe de que se te instruyera, ?no es cierto? Ni siquiera te di la espalda cuando tenias ya edad para valerte por ti mismo. Si no hubiera sido por mi, lord Fitz Alan nunca te habria aceptado como escudero. No tienes nada que reprocharme, Justino, ?nada!

– ?Es una pena que mi madre no haya podido decir lo mismo!

La expresion de la boca de Aubrey se endurecio.

– Esto no nos lleva a ninguna parte. La pobre mujer murio hace veinte anos. Dejala descansar en paz.

Los ojos de Justino se cubrieron de un velo de color gris de cielo tormentoso. Aubrey no los habia visto nunca asi.

– Su muerte fue oportuna, ?verdad? ?Como os debio defraudar el que yo no hubiera nacido muerto, porque de esa manera habriais podido enterrar todos vuestros pecados en una sola tumba!

Aubrey palidecio.

– Eso no es verdad. No eres justo conmigo, Justino.

– ?Justo? ?Que justicia le mostrasteis vos a mi madre, ni siquiera en el momento de su muerte? ?Habeis olvidado lo que me dijisteis? Yo tenia catorce anos y al fin me habia armado de valor para preguntaros algo acerca de ella. Vos dijisteis que cualquier mujer que llevara en sus entranas a un hijo concebido antes de casarse era una libertina y que debia olvidarme de ella.

– Pense que era lo mejor que podias hacer.

– Lo mejor para vos -replico Justino con mordacidad y, a continuacion, con gran asombro de Audrey, se dirigio a la puerta.

– Justino, ?espera!

Justino se detuvo, con la mano en el pomo de la puerta, y empezo a volverse lentamente.

– ?Que mas hay que decir?

– Mucho -insistio Aubrey-. Tenemos que decidir inmediatamente como tratar este asunto. ?Estas pensando en regresar al servicio de lord Fitz Alan? Yo creo que es mejor buscarte otro puesto. No tienes por que inquietarte porque no vas a salir perdiendo. Escribire en tu nombre a lord Walter de Rise en Holderness, en el condado de Yorkshire y le pedire que te admita a su servicio.

– ?Es eso lo que quereis hacer? -El rostro de Justino estaba en sombras porque se habia apartado de la luz directa que proyectaba la vela-. ?Esta Yorkshire lo suficientemente lejos para vos? ?Estais seguro de que no prefiririais mandarme a Escocia?

Aubrey cobro aliento.

– ?Diantre, muchacho, estoy tratando de ayudarte!

– ?Es posible que esteis tan obcecado? -pregunto Justino con voz ronca-. No quiero vuestra ayuda. ?Si estuviera ahogandome no querria que lanzarais una cuerda en mi auxilio!

Aubrey miro fijamente a su hijo.

– Como quieras. Puedes estar seguro de que no te la volvere a ofrecer. Eso si: quiero que me des tu palabra de honor de que no le diras nada de esto a lord Fitz Alan.

– No tengo la menor intencion de decirle a lord Fitz Alan que sois mi padre. -Justino abrio la puerta bruscamente e hizo una pausa-. Podeis estar seguro de que no sois persona de la que uno pueda enorgullecerse.

El rostro de Aubrey enrojecio de ira. Abrio y cerro los punos una y otra vez y permanecio de pie delante del altar, mirando como la repentina corriente de aire hacia gotear las velas. Tardo algun tiempo en darse cuenta de que hacia frio. Un aire helado parecia haber impregnado los muros de piedra de la capilla, un aire tan humedo y desolado como en una noche de diciembre.

Era una negra y fria noche de enero: el aire gelido, el cielo cubierto de nubarrones, el viento azotando las contraventanas y haciendo que todos, menos los mas insensatos de los ciudadanos de Winchester, abandonaran sus calles vacias y heladas. La mayoria estaban acurrucados junto a sus chimeneas, al amor de la lumbre. Pero para Justino, que no tenia ni chimenea ni hogar, el unico refugio en esta desoladora vispera de la Epifania era una taberna sordida y miserable en Tanner Street, en uno de los barrios mas pobres de la ciudad.

La taberna estaba helada y debilmente iluminada, el aire entraba y salia por las grietas que se abrian en

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