de prueba que obraba en su poder. Era necesario verlo para creerlo. Y, aunque le creyeran, efectuar revelaciones por telefono resultaba peligroso. Cabia la posibilidad de que la noticia se comunicara a Tynan, que ya se encontraba en Sacramento, y era indudable que este haria lo imposible por recuperar el material que tenia Collins y destruirlo.

No. Se limitaria a revelarles a los representantes del Senado de California lo estrictamente necesario para que le dedicaran su atencion nada mas llegar.

Empezo por telefonear aI vicegobernador Edward Duffield a su domicilio particular. Llamo y el telefono sono largo rato sin que nadie contestara. Volvio a insistir varias veces, pero no obtuvo respuesta. Al final, llego a la conclusion de que lo mas probable era que Duffield hubiera desconectado el telefono para que no se le molestara por la noche. Se dio por vencido y decidio no seguir llamandole.

Despues intento comunicarse con el senador Abe Glass, presidente en funciones del Senado. Las primeras dos llamadas no habian obtenido respuesta. A la tercera, contesto al telefono la sonolienta voz de una mujer, que resulto ser la senora Glass. Le dijo que su marido se hallaba fuera de la ciudad y no regresaria hasta bien entrada la manana para acudir a su despacho y preparar la votacion.

Decepcionado, Collins trato de hallar alguna solucion. Durante unos instantes considero la posibilidad de llamar a la Casa Blanca, hablar con eI presidente Wadsworth y revelarle toda la verdad. Era indudable que el presidente Wadsworth no tendria la menor dificultad en transmitir el mensaje a Sacramento. Pero a Collins le preocupaba una cosa. Cabia la posibilidad de que el presidente no quisiera transmitirlo y que deseara la aprobacion de la Enmienda XXXV e pesar de la existencia del Documento R, pensando que ya se encargaria mas tarde a su manera de todo lo demas.

No, llamar al presidente Wadsworth constituiria un riesgo. Y lo mismo ocurriria en el caso del gobernador de California, que era amigo politico del presidente.

Collins llego a la conclusion de que seria mejor llamar a alguna otra persona de Sacramento.

Y entonces se le ocurrio telefonear al asambleista Olin Keefe, que se puso inmediatamente al aparato.

– Llegare a Sacramento a la una en punto del mediodia -le dijo Collins a Keefe-. Tengo unas pruebas trascendentales contra la Enmienda XXXV que deben ser examinadas antes de que se inicie la votacion. ?Podria usted localizarme al vicegobernador Duffield y al senador Glass? He estado intentando hablar con ellos toda la noche, pero no lo he conseguido. Necesito verlos urgentemente.

– A esa hora estaran almorzando en el Derby Club, en la parte de atras del Posey’s Cottage. Estaran alli hasta las dos menos cuarto. Les dire que le esperen. Es mas, yo le estare aguardando tambien.

– Digale, sobre todo, que se trata de algo muy urgente -senalo Collins.

– Me encargare de ello. Procure llegar a tiempo. Cuando se dirijan a la camara y se inicie la votacion, ya no podra usted hablar con ellos.

– Alli estare -prometio Collins.

Una vez resuelto el problema, Collins se tranquilizo un poco.

Se tendio en el sofa de su despacho y durmio por espacio de dos horas, hasta que Pierce y Van Allen le despertaron para comunicarle que ya habia llegado la hora de trasladarse al Aeropuerto Nacional.

Hasta determinado momento, todo se desarrollo segun el horario previamente establecido. Collins abandono Washington a la hora prevista. Llego a Chicago a la hora prevista. Salio de Chicago a la hora prevista y lo mas probable era que llegara a Sacramento a la hora prevista.

Pero, cuando faltaba una hora para llegar a Sacramento, el piloto del 727 anuncio que una inesperada y densa niebla cubria el aeropuerto de Sacramento, por lo que el vuelo tendria que desviarse a San Francisco. Rogando a los pasajeros que disculparan las molestias, anadio que tomarian tierra en San Francisco a las doce y media. Un autobus especial les conduciria a Sacramento, tras haber recorrido los ciento treinta kilometros de distancia que separaban San Francisco de aquella ciudad.

Por primera vez durante el viaje, Collins empezo a preocuparse. Habia recorrido las suficientes veces la distancia que mediaba entre San Francisco y Sacramento como para saber que aquel contratiempo significaba una hora y media mas de viaje. Aunque alquilara un automovil y el chofer condujera a la maxima velocidad, no conseguiria llegar al Pose’s Cottage mucho antes de que Duffield y Glass lo abandonaran.

En el aeropuerto de San Francisco, mientras un mozo corria a buscarle un automovil particular, Collins se dirigio a una cabina telefonica para tratar de localizar a Olin Keefe. Pero Keefe no se hallaba ni en su despacho ni en el restaurante. Sin desear perder ni un minuto mas en su intento de localizarle -o bien a Duffield o a Glass-, Collins abandono la cabina telefonica y se dirigio hacia el lugar desde donde el mozo le estaba haciendo senas.

Todo ello lo estaba recordando ahora mientras el automovil cruzaba el centro de Sacramento, desde el que podia distinguirse la dorada cuspide del Capitolio del estado.

– ?Donde me ha dicho que era, senor? -pregunto el chofer.

– Es un restaurante que se encuentra a una manzana de distancia al sur del paseo del Capitolio. Se llama Posey’s Cottage o Posey’s Restaurant. Esta en la confluencia de las calles Once y O.

– Llegaremos en un minuto, senor.

A su izquierda, Collins pudo ver la vasta extension del parque del Capitolio: veinte hectareas que albergaban por lo menos mil variedades de arboles, arbustos y flores, y despues, en lo alto de la suave ladera, el edificio del Capitolio, con su deslumbrante cupula y sus cuatro plantas rodeadas de columnas y pilastras corintias.

El automovil, que avanzaba lentamente entre el trafico de la calle N, de direccion unica, giro a la izquierda enfilando la calle Once, y al final llego a la confluencia entre las calle Once y O.

– Busque un sitio donde estacionarse -dijo Collins apresuradamente-. No creo que tarde demasiado. Espereme frente al restaurante.

Abrio la portezuela del automovil y, con la maleta de ejecutivo en la que guardaba el magnetofono portatil, descendio rapidamente.

Se detuvo un instante para mirar el reloj. Las dos menos nueve minutos. Llegaba con cincuenta y un minutos de retraso. Se pregunto si Keefe habria conseguido retener a Duffield y a Glass.

Collins penetro en el restaurante y pregunto donde se encontraba el Derby Club. Le indicaron un salon del fondo en el que habia una barra. Al llegar al Derby Club fue presa del desaliento. El salon aparecia vacio, a excepcion de una solitaria y melancolica figura sentada junto a la barra.

Olin Keefe le vio desde la barra y descendio del taburete. Sus mofletudas facciones, normalmente afables, mostraban ahora una mueca de preocupacion.

Casi pensaba que no vendria -dijo-. ?Que ha ocurrido?

– Niebla. Hemos tenido que aterrizar en San Francisco. He tardado una hora y media en llegar. -Collins miro de nuevo a su alrededor.- ?Duffield y Glass…?

– Han estado aqui. No he podido retenerlos por mas tiempo. Han regresado al Senado para preparar la votacion. Faltan todavia siete minutos para la lectura final y la votacion. No se… pero podriamos intentar sacarles de la camara.

– Tenemos que hacerlo -insistio Collins desesperado.

Abandonaron rapidamente el restaurante y a paso rapido empujando a los peatones, bajaron por la calle Once en direccion al edificio del Capitolio.

– La camara del Senado se encuentra en la parte sur de la segunda planta. Es posible que lleguemos poco antes de que se cierren las puertas.

Llegaron al Capitolio, subieron unos peldanos de piedra y pisaron el mosaico multicolor del gran escudo de California que habia a la entrada.

– La escalera esta por alli -le indico Keefe a Collins. Mientras subian, anadio:- ?Sabia usted que el director Tynan hablaria aqui esta semana?

– Lo sabia. ?Que tal lo ha hecho?

– Me temo que demasiado bien. Ha conseguido ganarse a los miembros del Comite Judicial. El comite ha votado por una mayoria abrumadora en favor de la ratificacion de la Enmienda XXXV. Y lo mismo ocurrira en el Senado, a menos que pueda usted superar a Tynan.

– Podre superarle… si tengo la oportunidad -dijo Collins levantando la maleta de ejecutivo-. Aqui dentro traigo al unico testigo que puede destruir a Tynan.

– ?Quien es?

– El propio Tynan -repuso Collins cripticamente.

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