Habian llegado junto a la entrada de la camara del Senado.

La mayoria de los cuarenta senadores ya se hallaban acomodados en sus solidos sillones giratorios de color azul, pero algunos todavia permanecian de pie en los pasillos. El vicegobernador Duffield, con un elegante traje azul rayado, estaba de pie tras la tribuna elevada y el microfono contemplando a los distintos senadores a traves de sus gafas sin montura.

– Vaya -dijo Keefe-, el oficial ya esta empezando a cerrar las puertas.

– ?Puede usted hablar con Duffield?

– Lo intentare -repuso Keefe.

Keefe se abrio paso a toda prisa, le explico algo a un guardia que se interpuso en su camino, y siguio avanzando, rodeo los peldanos alfombrados y, desde abajo, se dirigio al presidente del Senado que se encontraba en la tribuna.

Presa de la angustia, Collins observaba lo que estaba ocurriendo al otro lado de la camara. Duffield se habia inclinado hacia un lado para escuchar lo que Keefe le estaba diciendo. Despues levanto las manos e hizo un gesto en direccion a la camara, totalmente llena. Keefe volvio a hablar. Al final, Duffield accedio, sacudiendo la cabeza, a reunirse con el. Keefe seguia hablando y ahora estaba indicando el lugar en el que Collins se encontraba. Durante una fraccion de segundo parecio como si Duffield vacilara. Finalmente, decidio a reganadientes seguir a Keefe hasta el lugar en que Collins aguardaba de pie.

Se reunieron junto a la entrada de la camara y Keefe procedio a presentarle a Collins al presidente del Senado.

El severo rostro de Duffield mostraba una expresion de des-agrado.

– Por deferencia a usted, senor secretario de Justicia, he accedido a abandonar la tribuna. El congresista Keefe afirma que dispone usted de nuevas pruebas en relacion con nuestra votacion sobre la Enmienda XXXV…

– Unas pruebas que es necesario que usted y los demas miembros del Senado puedan escuchar.

– Eso es imposible, senor secretario de Justicia. Ya es demasiado tarde. Durante los ultimos cuatro dias se ha escuchado a todos los testigos y se han presentado todas las pruebas ante el Comite Judicial. Las vistas han finalizado esta manana con la intervencion del director Tynan. No habra debate. Por consiguiente, las pruebas que usted aportara no podrian ser debatidas. Estamos a punto de reunirnos, de escuchar la lectura de la Enmienda XXXV y de someterla a votacion. No veo la forma de interrumpir este proceso.

– La hay -dijo Collins-. Escuche la prueba fuera de la camara. Aplace la sesion hasta haberla escuchado.

– Seria algo sin precedentes, perfectamente insolito.

– Lo que yo deseo mostrar a usted y a los miembros de la camara es tambien algo sin precedentes e insolito. Le aseguro que, de haberlo tenido antes, ya se lo hubiera mostrado. Pero solo pude conseguirlo anoche y me he trasladado inmediatamente a California. La prueba reviste la maxima importancia para usted, para el Senado, para el pueblo de California y para toda la nacion. No pueden ustedes votar sin haber escuchado lo que traigo en esta maleta.

El tono vehemente de Collins hizo que Duffield vacilara.

– Aunque revistiera la importancia que usted dice… no se, francamente, como podria evitar que se iniciara la votacion.

– No se puede votar si no hay quorum, ?verdad?

– ?Desea usted pedirles a la mayoria de senadores que se ausenten de la camara? Eso no daria resultado. Habria una mocion para convocar a la camara. El oficial traeria a los que se hubieran ausentado…

– Pero yo habria presentado la prueba antes de que el oficial pudiera hacer tal cosa.

– No se -dijo Duffield dudando-. ?Cuanto tiempo le haria falta?

– Diez minutos, no mas. El tiempo que tardaran ustedes en escuchar lo que yo les he traido.

– ?Y como iban los senadores a escuchar esta prueba?

– Usted podria llamarles informalmente… Veinte a la vez, dos grupos de veinte… y rogarles que prestaran atencion a lo que usted ya hubiera escuchado. Para entonces, no me cabe la menor duda de que desearia que lo escucharan. Cuando lo hubieran hecho, podrian votar.

Duffield seguia vacilando.

– Senor secretario de Justicia, me esta usted pidiendo algo extraordinario.

– Es que traigo una prueba extraordinaria -dijo Collins. Sabia que, en su calidad de miembro del Gabinete, hubiera podido insistir aun mas de lo que lo habia hecho. Pero tambien sabia lo celosamente que los funcionarios estatales defendian sus derechos. En forma comedida y apremiante a un tiempo, Collins siguio diciendo:- Debe usted encontrar el medio de escuchar esta prueba. Tiene que haber alguno. ?Acaso no hay nada que pueda aplazar una votacion?

– Bueno, quiza ciertos factores… Por ejemplo… no se, si pudiera usted demostrar que la resolucion conjunta que esta a punto de someterse a votacion es fraudulenta o bien contiene elementos que pueden ser considerados como una conspiracion… si pudiera usted demostrar eso…

– ?Puedo hacerlo! Tengo pruebas de que existia una conspiracion nacional. La vida o muerte de nuestra republica depende de que ustedes escuchen esta prueba, de que la tengan en cuenta al votar. Si no la escucha, se llevara hasta la tumba el peso de su error. Puede creerme.

Impresionado, el vicegobernador dirigio a Collins una severa mirada.

– Muy bien -dijo subitamente-. Voy a pedirle al senador Glass que se encargue de que no haya quorum durante diez minutos. Suba a la cuarta planta y dirijase a la primera sala de comites que encuentre al salir del ascensor. Esta vacia. El asambleista Keefe le mostrara el camino. El senador Glass y yo nos reuniremos con ustedes ahora mismo. -Se detuvo y anadio:- Senor secretario de justicia, espero que se trate de algo que valga la pena.

– Valdra la pena, se lo aseguro -dijo Collins con expresion sombria.

Los cuatro se hallaban sentados alrededor de la mesa de madera clara que habia en el centro de la moderna sala de comites.

Chris Collins acababa de explicarles a Duffield y a Glass las circunstancias bajo las cuales se habia enterado de la existencia del Documento R, un complemento de la Enmienda XXXV que, en su lecho de muerte, el coronel Noah Baxter habia suplicado que se hiciera publico.

– No les cansare a ustedes con los detalles de mi larga busqueda del Documento R -dijo Collins-. Baste decir que he conseguido localizarlo esta madrugada y que ha resultado ser no un documento sino un plan verbal que fue grabado accidentalmente en un magnetofono por el nieto del coronel Baxter, un muchacho de doce anos. Habia tres personas presentes cuando se grabo la cinta en enero pasado. Una de ellas era el director del BBI, Vernon T. Tynan. La segunda, su director adjunto, Harry Adcock. Y la tercera, el secretario de justicia, Noah Baxter. Solo se escucharan las voces de Tynan y de Baxter en esta cinta que el muchacho grabo como una travesura, sin percatarse de la importancia que revestia. Para tener la absoluta certeza de que en esta cinta se habia grabado la voz del director Tynan, mandamos sacar unas impresiones de la voz de este que figura en esta cinta y de la de una reciente entrevista que concedio a la television. Veran ustedes que se trata inequivocamente de la misma voz.

Collins se inclino hacia adelante, extrajo de la maleta las hojas de las impresiones vocales junto con el certificado de autenticidad del doctor Lenart y se lo entrego todo al senor Duffield. El vicegobernador examino gravemente el material y despues se lo paso al senador Glass.

– ?Estan ustedes convencidos ahora de que van a escuchar la voz del director Tynan? -pregunto Collins.

Ambos lideres del Senado asintieron con la cabeza.

Collins se inclino de nuevo hacia adelante y extrajo de la maleta el magnetofono portatil. Ajusto el volumen en la posicion de «fuerte» y deposito ceremoniosamente el aparato en el centro de la mesa.

– Pues ya podemos empezar -dijo-. Primero oiran la voz de Tynan y despues la de Baxter. Escuchen con atencion. Este es el secreto conocido con el nombre de Documento R. Escuchen, por favor.

Collins extendio la mano, apreto el boton de puesta en marcha y, apoyando los codos sobre la mesa, fijo la mirada en el presidente y en el presidente en funciones del Senado del estado de California.

La cinta estaba girando en el aparato. Se escucho un sonido a traves del altavoz.

Voz de Tynan: «Estamos solos, ?verdad, Noah?».

Voz de Baxter: «Deseaba usted verme a solas, Vernon. Creo que mi salon es el lugar mas seguro de toda la

Вы читаете El Documento R
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×