Al menos eso leeremos manana en los periodicos. Seguro que esta ahi.

Robinson sabia que al jefe de forenses le gustaba ocuparse de las muertes que concitaban el interes del Herald y las cadenas de television locales. Pero nego con la cabeza.

– Debe de haber empezado por alli, pero ya veras como aparece. Vendra aqui antes de que hayamos terminado, y con el tambien la prensa y la television. Llegara aqui probablemente justo cuando todos hayan acabado. Me gustaria decir que se esta matando a trabajar, pero no me parece muy apropiado.

Los otros policias que habia en la habitacion se echaron a reir. El fotografo empezo a tomar instantaneas y los chasquidos de su camara se mezclaron con la actividad que envolvio la habitacion cuando los tecnicos pusieron manos a la obra.

Robinson decidio salir fuera y hablar con los vecinos que habian acudido y visto al asesino. Penso que eran ancianos, se estaba haciendo tarde y muy pronto las horas harian mella en ellos. Era mejor que le contasen su version mientras aun estaban frescos.

Desde la puerta, escruto atentamente la habitacion de nuevo, intentando descubrir que era lo que le hacia sentir incomodo. Echo otro vistazo al cuerpo. Aun no se habia grabado su nombre en la mente; algo que muy pronto sucederia. Por el momento, ella solo era un elemento mas para catalogar.

4 Esperanza

Cuando vio las destellantes luces de los coches de policia desde el otro extremo de la manzana, Simon Winter se detuvo en seco. Sus pies parecieron enraizarse en el asfalto y su mandibula se abrio de puro asombro.

Avanzo hacia las luces, con una serie de imagenes pesadillescas agolpandose en su mente. «Ha habido un incendio. Un asalto. Un ataque al corazon. Un accidente…» Con cada posibilidad que se planteaba, su paso se aceleraba, por lo que cuando alcanzo la cinta amarilla policial ya estaba corriendo a toda prisa, sus zapatos marcando la cadencia de su preocupacion al resonar contra el cemento. No dejaria que en su mente se formasen las palabras que mas temia: «Un asesinato.»

Se detuvo en la entrada del complejo The Sunshine Arms, respirando agitadamente. Al menos habia media docena de coches patrulla aparcados en la estrecha calle y sus luces inundaban la zona con estridentes rojos y azules. Vio un par de furgonetas de television y los camaras charlando en la acera. Reparo en el vehiculo del forense del condado y en varios oficiales de uniforme junto a la fuente vacia del patio. Advirtio que todos parecian tranquilos, y eso le dio el peor presentimiento. La gente se mueve deprisa cuando se trata de un ataque cardiaco, pero se toma su tiempo cuando ya no hay nada que hacer.

Trago saliva, sintiendo de pronto reseca la garganta, y se agacho para traspasar la cinta amarilla. Su movimiento capto la atencion de un agente, que le hizo un gesto con la mano.

– ?Eh, usted! ?No se puede pasar!

– Vivo aqui. ?Que ha sucedido?

– ?Como se llama? -pregunto el policia, acercandose a el. Era un hombre joven, que parecia mas corpulento a causa del chaleco antibalas que vestia.

– Winter. Vivo en el 103, justo ahi. ?Que ha sucedido?

– ?Vive solo, senor Winter?

– Si. ?Que ha ocurrido?

– Ha habido un robo con allanamiento. Una senora anciana ha sido asesinada.

Simon pronuncio con voz ahogada el nombre:

– ?Sophie Millstein?

– Pues si. ?La conocia?

– S-si -tartamudeo-. Precisamente esta noche… La vi esta misma noche. La ayude a volver a su…

– ?La vio esta noche?

Winter asintio, el estomago agarrotado de dolor.

– Quisiera hablar con el detective al mando -pidio.

– ?Sabe usted algo, senor Winter? ?O solo es por curiosidad?

– Quiero hablar con el detective al mando.

Se quedo mirando fijamente al joven patrullero procurando ocultar su agitacion interior.

El joven dudo y luego dijo:

– Venga, le acompanare.

Echaron a andar por el patio, y entonces vio a los otros vecinos alli plantados en pijama y camison, formando un grupo mas alla de la fuente. La senora Kadosh enseguida empezo a hacerle senas con la mano.

– ?Senor Winter! ?Senor Winter! ?Dios mio, es terrible!

Simon se dirigio rapidamente hacia ellos. El senor Kadosh sacudia la cabeza.

– Ha sido terrible, desde luego -repitio lo mismo que su esposa.

– Pero ?como ha sido? He salido a cenar algo y luego he dado un paseo. Acabo de regresar y…

La senora Kadosh le interrumpio rapidamente. Era una mujer regordeta que llevaba el pelo rubio de bote recogido bajo una redecilla suficientemente grande para atrapar un banco de peces, y vestia una acolchada bata roja con una enorme flor bordada en la pechera; seguramente seria sofocante llevarla puesta aquella noche calida y humeda.

– Era casi medianoche y Henry se estaba preparando para irse a la cama despues de ver unos minutos el programa de Jay Leno, solo la parte de las bromas, no la parte que hablan y hablan, y yo estaba sentada esperandole, cuando de pronto oi un grito, como un alarido de terror, asi de pronto, que provenia de no se donde, pero despues de un momento me parecio que era la pobre senora Millstein. Crei que estaba teniendo una de sus pesadillas, porque hace mucho que no duerme bien y a menudo la oigo llamar a Leo, que en paz descanse. Asi que no le preste mucha atencion, pero mi Henry vino y me dijo: «?Has oido eso?», y por supuesto yo le dije: «Si.» Y el dijo: «Tal vez deberiamos ir a ver a la senora Millstein.»

– Asi es -murmuro Henry Kadosh-. Era preciso ir a comprobar si le sucedia algo a la senora Millstein.

Simon queria urgirles a que abreviasen el relato, pero sabia que los Kadosh eran hungaros; en otro tiempo Henry habia sido Henrik, y entre su edad y su entrecortado ingles, la prisa era algo bastante ajeno a ellos. Asi que simplemente asintio.

– Asi que mi Henry se calza las zapatillas, se pone la bata y va a la cocina a buscar la linterna, y luego va a la puerta de al lado y golpea fuerte para que el viejo Finkel venga tambien…

El senor Finkel asintio con la cabeza.

– Es verdad -dijo.

La senora Kadosh le lanzo una rapida mirada, como para decirle que ella estaba acostumbrada a las interrupciones de su marido, pero que su vecino deberia esperar su turno. Luego prosiguio:

– Asi que Finkel, que se habia quitado su audifono y no habia oido nada ni sabia nada, tambien se pone su bata y los dos bajan las escaleras y llaman a la puerta de la senora Millstein, pam, pam, pero nadie responde. «?Senora Millstein, senora Millstein, esta usted bien?» Y nada. De modo que Henry y el senor Finkel suben las escaleras y me dicen: «?Que debemos hacer? No responde.» Yo les digo que den la vuelta por detras, por la puerta del patio, y asi que de nuevo bajan para hacerlo. ?Y sabe usted que?

– La puerta del patio estaba forzada. La habian abierto -respondio Henry Kadosh.

La senora Kadosh continuo:

– Asi que Henry y el senor Finkel regresan a la puerta principal donde estaba yo esperando y me dicen: «?Maria, Maria, llama a la policia, llama al 911! ?Enseguida!» Y entonces escuchamos otro ruido, este directamente de la parte trasera. Ese ruido venia del patio, asi que fuimos alli. Y Henry lo vio enseguida…

– ?No eran ni gatos ni perros hurgando en la basura! ?Era un negro que huia corriendo del apartamento de la senora Millstein!

La senora Kadosh sacudio la cabeza.

– Henry lo pillo en el callejon. Y el viejo Finkel y yo nos asomamos al dormitorio y vimos a la pobre senora Millstein. Sin vida, asesinada.

Todo empezo a darle vueltas a Winter y una oleada de calor le subio por la garganta y lo embargo un mareo. El joven agente le toco la espalda y Winter se volvio hacia el.

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