– Por alli abajo -murmuro Malone con cierto tono de asombro en la voz.

– Ya lo creo, por alli abajo.

Manana por la manana. Tal como lo hemos planeado.

Se puso en pie y se sacudio el polvo de los gastados pantalones vaqueros.

Siempre resultaba mas alto de lo que Malone se esperaba.

Shively media por lo menos un metro ochenta y seis y era espigado, huesudo, agil y fuerte.

'No hay en su cuerpo ni un solo hueso imperfecto', penso Malone observandole.

Shively se inclino y extendio la mano, tirando de Malone para que este se levantara.

– Vamos, nene, marchando.

Ya basta de vigilancia.

Ya hemos mirado y hablado bastante.

A partir de ahora actuaremos.

– Le dirigio a Malone una sonrisa, antes de echar a andar hacia el automovil-.

A partir de este momento, estamos comprometidos.

No podemos volvernos atras.

?De acuerdo? -De acuerdo.

Mientras se dirigian al coche en silencio, Adam Malone se esforzo por conferir realidad al proyecto.

Lo habia llevado en la cabeza tanto tiempo como un sueno despierto, un deseo, un anhelo, que ahora se le antojaba dificil aceptar el hecho de que pudiera hacerse realidad dentro de veinticuatro horas.

Para poder creerlo hizo una vez mas lo que habia estado haciendo con frecuencia en el transcurso de los ultimos dias.

Procuro centrar sus pensamientos en el principio y despues repasar todo el proceso de transformacion, de fantasia a punto de convertirse en realidad, paso a paso.

Recordaba que habia sido un encuentro fortuito y accidental que se habia producido una noche de hacia seis semanas en un acogedor bar del All-American Bowling Emporium de Santa Monica.

Mirando a su companero, se pregunto si Shively se acordaria.

Todo habia empezado entre las diez y media y las once y cuarto de un lunes 5 de mayo.

Ninguno de los cuatro hombres podria olvidarlo jamas.

Kyle Shively no podria ciertamente olvidarlo.

Shively habia tenido una mala noche.

A las once menos cuarto estaba mas furioso de lo que jamas habia estado desde que habia llegado a California procedente de Tejas.

Tras aguardar en el restaurante y comprender finalmente que aquella acaudalada mocosa le habia dejado plantado, habia salido a telefonearla y, tras llamarla por segunda vez, advirtio que estaba a punto de estallar.

Kyle Shively ardia de rabia mientras bajaba por el paseo Wilshire de Santa Monica de camino hacia el All- American Bowling Emporium, y al Bar de la Linterna de su interior, que era el que habitualmente frecuentaba.

Esperaba que unos cuantos tragos en aquel oasis contribuyeran a calmarle.

Shively podia soportar muchas cosas, pero lo que no aguantaba es que se le tratara como a un ciudadano de segunda categoria, que le tomara el pelo cualquier tia encopetada que se creyera mejor que tu por el simple hecho de que su marido fuera un ricachon.

Ah, Shively habia conocido a muchas de esas preciosidades, ya lo creo que si.

En los dos anos que llevaba trabajando de mecanico en la estacion de servicio de Jack Nave se habia mostrado muy activo.

A este respecto no podia quejarse.

Shively se consideraba a si mismo un tipo que se conocia muy bien por dentro y por fuera.

No hace falta ser psicologo para conocerse a si mismo.

Basta sentido comun, cualidad que Shively creia poseer en abundancia.

Tal vez no fuera lo que se llama un sujeto instruido -habia abandonado los estudios secundarios en Lubbock, Tejas-, pero la misma vida le habia ensenado un monton de cosas.

Habia aprendido muy bien a manejar a la gente en el transcurso de los dos anos que se habia pasado sirviendo en el Vietnam, en infanteria.

Y recorriendo los Estados Unidos en 'autostop' habia aprendido muchas cosas acerca del mundo y acerca de si mismo.

Y desde que vivia en California su inteligencia se habia agudizado.

Ahora, a los treinta y cuatro anos, sabia finalmente lo que mas le interesaba.

Pensandolo bien, ello se reducia a dos cosas: beber y hacer el amor.

Y desde que trabajaba en la estacion de servicio de Nave, sabia que lo habia conseguido con creces.

Beber y ocupar el lugar que a uno le corresponde y salir, bueno, esas cosas se las podia permitir mas o menos con los 175 dolares a la semana que le pagaba aquel tacano de Jack Nave.

Pero Shively sabia tambien que para Nave estaba empezando a resultar imprescindible.

Trabajaba rapido y lo que hacia lo hacia bien, y estaba seguro de que en todo Santa Monica no habia mecanico de cintas de freno, puestas a punto o valvulas que se le pudiera igualar.

Sabia que era acreedor a algo mas que aquellos miserables 175 dolares a la semana.

Y tenia intencion de conseguirlo.

Cualquier dia iba a pedirle un aumento al viejo Nave.

Shively habia hablado con otros mecanicos de Los Angeles y se habia enterado de que estos incrementaban sus ingresos mediante el cobro del 48 por ciento del precio de la mano de obra de cada automovil que se reparaba.

Es decir, que se partia del precio de la reparacion que se cobraba al cliente.

Despues, tras deducir el costo de las piezas, aquellos mecanicos se repartian practicamente el dinero restante con su jefe.

Algunos de ellos se llevaban a casa hasta 300 dolares a la semana.

Shively sabia que eso era lo que se merecia, y lo pediria y lo conseguiria por mucho que el viejo Nave le llamara maldito asesino.

Lo cual significaria que su vida postlaboral, es decir, la bebida y la diversion, seria mas facil y de un mas alto nivel.

En cuanto al amor, eso no constituia un problema, porque habia mucha animacion, sobre todo cuando uno trabaja en una estacion de servicio tan atareada y poseia aquel estilo y aquella hechura.

Sea como fuere, con la cantidad podia contarse, aunque no siempre con la calidad.

Pero en algunas ocasiones conseguia plazas de superoctano.

En la estacion de servicio de Jack Nave se surtian muchos tipos del gremio de los automoviles de lujo - propietarios de Cadillacs, Continentals y Mercedes-y de esta forma alguna tarde podias conocer a las esposas de los clientes ricos o a las hijas que se morian de ganas de echar una cana al aire.

Si, en los ultimos meses habia conseguido apuntarse algunos tantos con mujeres ricas.

Apuntarse un tanto con estas tias le hacia a uno sentirse bien, lo reconocia.

Acostarse con ellas le hacia a uno sentirse igual e incluso superior.

A Shively le gustaba filosofar a este respecto y ahora, mientras se encaminaba al All-American Bowling Emporium, Shively estaba filosofando.

Si, en cuanto te llevas a tu cuarto una de estas senoras ricas y le quitas la ropa y la desnudas y la tiendes en tu cama, todo lo demas se olvida.

Dejas de ser un mono grasiento de unas sucias que solo gana 175 dolares a la semana.

Y la mujer, con sus prendas de Saks y Magnin en el suelo, con su Cadillac y su instruccion universitaria y su vivienda de quince habitaciones y sus criados y el medio millon en el banco, se olvida de todo eso.

Y no es mas que un busto y un trasero que lo esta deseando tanto como tu lo deseas.

Este era el gran igualador, desearlo y hacerlo sin que importe ninguna otra cosa.

El maximo igualador de la tierra, el mayor allanador del mundo era el miembro de un hombre.

Un rigido veintidos centimetros hacia mucho mas en favor de la promocion de la justicia social que todos los

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