– Creia que eras una mujer pero empiezo a pensar que a lo mejor no eres mas que una de tantas coquetas que piensan que…

– ?No escuchare sus palabras! ?Ni nada de lo que usted me diga! Si vuelve a molestarme, se vera metido en dificultades. Soy una mujer casada. No salgo con otros hombres.

Y, si lo hiciera, desde luego que no seria con un bruto y un grosero como usted. Por su propio bien, tenga en cuenta la advertencia.

Molesteme otra vez e informare de ello a mi marido y el se encargara de que le despidan. Y volvio a colgarle de golpe el telefono.

Shively colgo tambien tembloroso y salio de la cabina enfurecido a causa de la injusticia de que habia sido victima, de aquel burdo insulto a su virilidad y orgullo que le habia infligido aquella perra mocosa.

Al llegar a la acera, la colera de Shively se hizo mas generalizada y fue mas alla de aquella perra en particular.

No se trataba unicamente de aquellas mujeres de la llamada clase alta, de aquellas tias mimadas con sus actitudes en relacion con los hombres a los que consideraban por debajo suyo.

Lo que estaba mal era todo el sistema de clases.

Shively no tenia la menor idea de politica y todo eso le importaba un comino, pero hubiera sabido determinar mucho mejor que cualquier politico lo que estaba mal en el mundo.

Lo malo es que un punado de ricos tenian demasiado y el resto, los pobres, apenas tenia nada y jamas podia alcanzar la riqueza.

Lo malo es que los ricos cada vez se iban haciendo mas ricos -ricos de dinero y ricos de mujeres, lo mas escogido era siempre para ellos-mientras que las sobras quedaban para los demas, para los Shivelys a quienes no se permitia el paso y que tenian que conformarse con las migajas y mostrarse satisfechos con bocados recalentados de segunda mano y escasa calidad.

Maldita sea.

Habia llegado a la entrada de cristal de doble hoja del All-American Bowling Emporium.

A traves de ella pudo ver parte de las treinta y dos pistas, todas ellas ocupadas.

En lo alto, muy a la vista, habia un rotulo de cristal iluminado y con una flecha roja que senalaba hacia la derecha y que decia 'Bar de la Linterna -Cocteles'.

Menos mal, penso.

Aun podia disfrutar de algun placer.

Tres o cuatro cervezas y tal vez se sintiera mejor.

Kyle Shively se adelanto hacia la entrada.

Adam Malone se hallaba en el salon, sentado perezosamente en un sillon de madera de arce y contemplando sonadoramente la vela que centelleaba en el interior de la linterna roja que habia sobre la mesa.

Jugueteaba distraidamente con los dedos sobre el pequeno bloc amarillo que llevaba consigo dondequiera que fuera, incluso en el trabajo.

En la clase de literatura de su segundo ano de estudios le habian dicho que los mas celebres escritores tenian la costumbre de tomar notas para caso de que estas les proporcionaran cierta inspiracion o les permitieran observar algo que pudiera resultar util en algun relato.

Como Henry James y Ernest Hemingway.

Si tomaban notas de lo que pensaban o veian.

A partir de entonces, en los seis anos transcurridos, Adam Malone siempre habia llevado en el bolsillo un pequeno bloc y un lapiz.

Malone no tenia por costumbre frecuentar los bares.

No bebia mucho.

Bebia muy poco en el transcurso de las reuniones sociales, y en determinadas ocasiones lo hacia estando solo en su habitacion, en cuyo caso tomaba un poco de vino o bien un trago de Jack Daniels porque habia leido que el alcohol, si no se consumia en exceso, podia estimular la imaginacion.

La mayoria de escritores americanos ganadores del Nobel -Sinclair Lewis, Ernest Hemingway, William Faulkner-habian sido bebedores y, al parecer, el alcohol habia contribuido a encender y no a apagar su capacidad creadora.

Pero, en realidad, a Malone le constaba que no le hacia falta el whisky para estimular su imaginacion.

No le costaba el menor esfuerzo evocar situaciones, inventar, elaborar, dramatizar.

Apenas transcurria una hora del dia sin que se sorprendiera sonando acerca de lo que fuera.

Lo mas dificil era apresar estas fantasias y ponerlas por escrito de una forma interesante y coherente.

Poner lo negro sobre lo blanco, tal como solia decir Maupassant, era ciertamente lo mas dificil.

No, no habia acudido al bar para beber, a pesar de tener delante suyo sobre la mesa un whisky a medio terminar.

Habia acudido alli aquella noche porque no le apetecia quedarse solo en su habitacion y ya habia visto la mayoria de las peliculas que daban por television y habia visto tambien las mejores obras teatrales que daban en los teatros de las cercanias y no se podia permitir el lujo de irse a ver una pelicula de estreno.

Ademas, algunas veces, como esta noche por ejemplo, se sentia culpable por pasarse tanto tiempo libre en la habitacion, encerrado entre aquellas cuatro paredes, viviendo unicamente en el interior de su cabeza.

Un autor debe salir, ver cosas, ver gente, mezclarse y confundirse y vivir experiencias.

Un bar constituia un excelente tarro de fusion, un escenario maravilloso para trabar conocimiento con extranos o bien observar la vida.

Solo hubiera querido que a aquellos que asi lo desearan, como el por ejemplo, les estuviera permitido fumar hierba en publico.

Unos cuantos cigarrillos le hubieran resultado mucho mas agradables que aquel desabrido whisky que habia estado tomando.

Malone habia entrado en la bolera y se habia dirigido al salon de cocteles hacia cosa de media hora porque le habia parecido bullicioso y alegre, lleno de cuerpos, y porque ya en otras dos o tres ocasiones se habia dejado caer por alli, lo cual hacia que le resultara un ambiente familiar.

Habia ido a sentarse junto a una mesa cercana a la barra porque esta noche preferia observar a mezclarse, y, durante algun rato habia visto ir y venir a los clientes, hombres en su mayoria y en su mayoria mayores que el (lo cual significaba de mas de veintiseis anos), y a las parejas entrando tomadas del brazo, susurrando y riendose, y a algunas personas que salian con paso vacilante.

Tras haberse hartado de todo eso, Malone decidio retirarse a su interior procurando esbozar la estructura de una novela corta que tenia en proyecto escribir.

Pero se distrajo muy pronto y empezo a contemplar fijamente la llama de la vela que parpadeaba en el interior de la linterna roja y que parecia hipnotizarle.

Ahora, consciente de haberse retirado a su interior, hizo un esfuerzo y procuro mostrar interes por la actividad que le rodeaba.

Se irguio en su asiento, tomo un sorbo de Jack Daniels y escudrino el salon.

La iluminacion era indirecta y, por consiguiente, muy matizada.

Sus ojos se apartaron de un joven y una mujer que estaban examinando los titulos de los discos de la maquina automatica y se posaron en los clientes que llenaban la barra.

Era una barra muy larga, tal vez midiera nueve metros, y, cuando habia llegado Malone, la mitad de los taburetes estaban vacios, pero ahora estaban todos ocupados menos uno.

Precisamente el que tenia mas cerca.

Malone estudio la conveniencia de abandonar la mesa y trasladarse con su vaso al taburete vacio de la barra.

Estaba a punto de hacerlo cuando un sujeto alto y musculoso de rostro alargado cruzo el salon y se detuvo entre Malone y el taburete vacio.

Con aire posesivo, el recien llegado giro el asiento del taburete hacia si, se acomodo y se volvio de cara a la barra.

El intruso que se habia acomodado en el taburete de Malone chasqueo los dedos para llamar la atencion del anciano barman, un amable y eficiente negro de frente abombada y algodonoso cabello muy rizado, y el barman le atendio rapidamente.

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