– Y ya la ha visto usted en la pantalla de television: ella si es alguien, una celebridad internacional. Es quiza la joven mas famosa y deseable de la tierra.

– Estoy seguro de que puede conseguir a cualquiera que le apetezca.

Le basta con arquear un dedito para tener a los que quiera, los mas ricos y los mas poderosos, los dirigentes elegidos de las naciones o los reyes.

– Tiene a sus pies a todos los hombres de la tierra.

?Por que tendriamos que interesarle nosotros?

– Porque jamas ha tenido a nadie con quien pudiera relacionarse realmente -replico Malone-.

– Conozco a la gente que la rodea.

– No hay en su vida ni un solo ser humano sincero y corriente.

– Y, sin embargo, eso es lo que ella ansia realmente.

– No hombres que sean famosos.

– No hombres de su ambiente que se sirvan de ella para hacerse publicidad.

– No.

– Quiere a hombres verdaderos que la deseen por ella misma, no por quien es sino por lo que es.

– Eso no lo entiendo demasiado -dijo Yost meneando la cabeza-.

– De todos modos, no me retiro de lo dicho.

– Es decir, que estaria dispuesto a comprar mi parte al precio que fuera.

– Dejaria en un periquete a mi mujer y a mis dos hijos sin pensarlo.

– Daria todos los dolares que tengo y hasta mi casa si hiciera falta.

– ?A cambio de una noche con Sharon Fields? Estaria dispuesto a hacer cualquier cosa.

Eso es lo que pienso exactamente.

– Muy bien, pues, sera como yo le he dicho -insistio Malone-.

Podra gozar de ella.

Y probablemente sin tener que ceder nada tangible a cambio.

Tal como le he dicho, solo tendra que estar dispuesto a correr un… un pequeno riesgo.

Porque solo hay un obstaculo menor… que es el de llegar a conocerla.

– ?Que quiere usted decir? -pregunto Shively frunciendo el ceno-.

Pensaba que la conocia.

– Y la conozco.

– La conozco mejor que a ninguna otra mujer de la tierra. Se sobre ella todo lo que pueda saberse.

– Sin embargo, no la conozco personalmente. Pero puedo.

– Y ustedes tambien pueden.

– Se como podemos hacerlo.

– ?Como? -le aguijoneo Shively-.

– Si es usted tan listo… Diganos como.

Adam Malone estaba a punto de volver a hablar, pero entonces se dio cuenta de los clientes que habia cerca y bajo la voz.

– Me parece que este no es el mejor sitio para iniciar una operacion de este tipo. Seria mucho mejor.-discutir el asunto en privado. -Miro a su alrededor-.

– Al fondo del salon hay un reservado vacio.

– ?Quieren ocuparlo?

Llevaban sentados unos quince minutos en el relativo aislamiento del reservado del fondo tapizado de gris e interrumpieron la conversacion al acercarse la joven y rechoncha camarera de los leotardos negros para retirar los vasos vacios y colocar mas bebidas y servilletas sobre la mesa semicircular revestida de formica.

Adam Malone se hallaba acomodado en el centro del reservado con los hombros apoyados contra la pared.

A su derecha se habia acomodado Kyle Shively, que no cesaba de fumar.

A su izquierda, mascando un puro apagado, se sentaba Howard Yost.

Y frente a Malone se encontraba un nervioso Leo Brunner sentado en el borde de una silla que habia acercado al reservado.

Un poco envarados, habian vuelto a presentarse sin revelar demasiados datos.

Shively era mecanico de automoviles y, en algunas ocasiones, para incrementar sus ingresos y para divertirse, reparaba automoviles abandonados y los vendia.

Yost era agente de seguros y vendia polizas de la Compania de Seguros de Vida Everest y otras ocho empresas asociadas.

Brunner era un perito mercantil con despacho y clientes propios.

Malone era colaborador libre de distintas publicaciones, aunque a veces se dedicaba a extranas actividades para ganar dinero o bien para vivir una experiencia.

Malone volvio un poco cohibido al tema de Sharon Fields.

El discurso de Malone de los ultimos siete u ocho minutos habia estado centrado en este tema.

Siempre habia sido muy aficionado al cine, les habia confesado.

Llevaba siendo esclavo de Sharon Fields desde la primera vez que la habia visto en una pelicula de hacia ocho anos en un papel de escasa importancia de una superficial pelicula de aventuras titulada 'El septimo velo'.

Y habia seguido su meteorico ascenso al superestrellato.

Habia visto sus veintitres peliculas no solo una vez sino incluso dos y hasta tres o cuatro.

Llevaba muchos anos enamorado de ella desde lejos.

Su vocacion habia sido la observacion de Sharon Fields.

Habia sido un estudiante asiduo de su vida y carrera.

Los ultimos tres anos los habia dedicado especialmente a interminables horas de investigacion.

Estaba seguro de que no habia nadie en la tierra que poseyera una coleccion tan completa de datos acerca de la Fields.

– Por consiguiente, cuando digo que la conozco, pueden creerme -repitio Adam Malone-.

Me conozco todas las frases que ha pronunciado en publico.

Se todo lo que ha hecho y practicamente todo lo que piensa.

Se como vive. Conozco sus costumbres. Y, por encima de todo, conozco sus sentimientos, sus aspiraciones y necesidades.

Aunque pueda parecerles, que peco de inmodestia, en lo tocante a Sharon Fields, soy la maxima autoridad.

– ?Por que? -pregunto Yost.

– ?Por que? Porque esta aqui.

Porque el conocerla como la conozco ha enriquecido inmensamente mi vida.

– ?Pero jamas la ha conocido personalmente? -volvio a preguntarle Shively.

– No, pero siempre he pensado que llegaria a conocerla.

Y queria estar preparado para cuando ello ocurriera.

– No ocurrira jamas -dijo Brunner removiendose en su asiento-.

Todo el mundo suena lo mismo. Pero el sueno jamas se convierte en realidad.

– Este se convertira -dijo, Malone con firmeza-. Hace un ano descubri la forma en que podria ocurrir.

Con un poco de ayuda, supe que podria -conseguirlo.

– Muy bien, deje de andarse por las ramas, -le dijo Shively-. Diganos como.

– Me gustaria decirles…

Pero entonces llego la camarera con mas bebidas y Malone y los demas esperaron a que se fuera.

Ahora todos los ojos enfocaban a Malone esperando que este les contara de que forma se proponia hacer realidad el sueno.

Suavemente pero sin vacilar, en tono conspiratorio, Adam Malone les conto como podia hacerse, como podrian llegar a conocer a Sharon Fields.

Le escucharon en silencio sin comprenderle y Malone, animado por aquel silencio que se le antojaba de aprobacion, se dispuso a elaborar el plan.

Howard Yost, el vendedor, que no se habia tragado el anzuelo, le interrumpio antes de que pudiera

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