– Vaya por Dios, si que estas loca por el… -comento Kate.

– Pero no quiero estar enamorada de el. ?Por que he tenido que enamorarme asi? Es mi companero de trabajo, ?comprendes? Y ademas siempre quiere estar en todo y sabes cuanto me irrita que se metan en mis asuntos.

Kate arqueo las cejas.

– ?A que te refieres con eso de que siempre quiere estar en todo? -pregunto con cierta ironia-. ?Es tan terrible que haya querido pagar una comida?

– Muy graciosa. Son muchas cosas. Por ejemplo, tenia decidido traerme de vuelta a casa desde el hotel…

– Tienes razon, se merece que le pateen el trasero.

Jilly miro a su amiga con mala cara.

– No necesitaba que me trajera a casa, ya habia pedido un taxi.

– De acuerdo -consintio Kate, resignada-. ?Discutio contigo por ese tema? ?Trato de obligarte a entrar en su coche?

– A decir verdad, no.

– ?Que mas?

A pesar de que se daba cuenta de que estaba perdiendo la batalla, Jilly sentia que no podia ceder en la discusion.

– Esta manana me trajo leche para el cafe -dijo, casi susurrando.

La abogada solto una carcajada y despues se inclino hacia delante.

– Jilly, llevas tanto tiempo insistiendo en que puedes con tus asuntos y que no necesitas la ayuda de ningun hombre, que empiezas a ser incapaz de distinguir la diferencia entre autoritario y amable -declaro-. Supongamos que Matt haya querido meterse en alguno de tus asuntos, en la medida que siempre haya acatado tu voluntad, no veo cual es el problema.

Jilly reflexiono durante algunos segundos y comprendio que lo que Kate acababa de decirle era absolutamente cierto. En el trabajo, Matt trataba de estar en todo y esa era una de las razones por las que era tan bueno en lo que hacia. No podia culparlo por eso. Y fuera del trabajo, esa misma actitud se convertia en una suma de gestos amables y romanticos. De hecho, siempre se habia comportado con ella como un autentico caballero.

– Creo que tal vez lo estaba prejuzgando y asignandole defectos que en verdad no tiene -admitio Jilly.

– Desde luego, eso es lo has estado haciendo.

– Diablos, Kate, ?en que clase de monstruo me he convertido?

– No eres un ningun monstruo. Te han lastimado y te has vuelto excesivamente cautelosa. Es comprensible.

– Pero sigo sin querer enamorarme de Matt, Kate. Este romance podria arruinarme la carrera. ?Como hago para quitarmelo del corazon?

– Es amor, Jilly, no se cura con antibioticos.

– Pero duele mucho.

– Nadie ha dicho que el amor sea algo sencillo. ?Pero no es mucho mejor que no sentir nada?

La publicista suspiro acongojada.

– La verdad es que no se que decir. Supongo que tengo tres opciones -dijo y comenzo a enumerar con los dedos-. La primera posibilidad es continuar la relacion con Matt, asumiendo que el esta de acuerdo, y ver que ocurre.

– ?Cuales son los pro y los contra de esa opcion?

– Tiene de bueno que estaria con el hombre al que amo y de malo que en algun momento las cosas se van a complicar y acabaria con el corazon roto y con una situacion laboral muy delicada, con todo lo que eso supone para mi desarrollo profesional.

Kate se estremecio.

– ?La segunda alternativa? -pregunto.

– Tratar de mantenerme alejada de Matt todo lo que pueda y rezar para que mis sentimientos hacia el desaparezcan.

– No pretendo desanimarte, pero no creo haya plegaria que sirva para estas cosas. ?Cual es la tercera opcion?

– Iniciar una conversacion con el Adonis de la barra y esperar que resulte. Si consigue que me olvide de Matt aunque solo sea por un minuto, estoy dispuesta a darle una oportunidad.

Acto seguido, se puso de pie.

– Deseame suerte, Kate… Alla voy.

Matt estaba sentado en su sofa favorito, vestido con su camiseta favorita y unos vaqueros viejos, con un vaso de cerveza en una mano y el mando a distancia en la otra. Llevaba varias horas haciendo lo imposible por no pensar en Jilly. Pero no podia evitarlo.

Miro el reloj y vio que casi eran las diez. Penso que probablemente a esa hora ella estaria en algun restaurante romantico, sonriendole a Brad, el dentista. O quiza, ya habian terminado de cenar y se habian marchado a otra parte. Tal vez, a la casa de Jilly.

Bebio un trago de cerveza y trato de borrar de su cabeza la imagen de otro hombre disfrutando de su compania. Tocandola. Besandola. Haciendo el amor con ella.

Tener que compartir el dia de trabajo con ella habia sido una tortura insoportable. Desde que la habia visto entrar en el cuarto de descanso por la manana, habia estado deseando acariciarla. De hecho, habia tenido que hacer un enorme esfuerzo para poder trabajar. Pero hasta cuando conseguia concentrarse en alguna tarea, habia una parte de el dedicada a atender todo lo que Jilly estaba haciendo.

Respiro hondo y movio la cabeza de lado a lado como si intentase librarse de su propia locura. Sin duda, tenia alguna tendencia masoquista porque insistia en relacionarse con sus companeras de trabajo cuando sabia perfectamente que esas relaciones nunca acababan bien.

El mayor error que habia cometido habia sido presuponer que podria olvidar a Jilly con relativa facilidad. Por alguna extrana razon, se habia convencido de que podria compartir un fin de semana de juegos y diversion sexual con ella y, de la noche a la manana, actuar como si nada hubiera ocurrido. Ahora comprendia que no solo habia estado equivocado, sino que se habia metido en un problema enorme. Un problema sin solucion aparente.

Desde luego, no habia contado con la posibilidad de sentirse de ese modo. Jamas habia pensado que al separarse de Jilly se sentiria tan mal. Como si le hubieran arrancado el alma y el corazon.

Echo la cabeza hacia atras, cerro los ojos y se pregunto que demonios le estaba pasando.

Su voz interior le dijo que el problema era que estaba enamorado de Jilly.

Matt abrio los ojos y se enderezo de golpe. Se dijo que podia tener tendencias masoquistas pero que, definitivamente, no estaba tan loco como para enamorarse de ella.

Sin embargo, la palabra «amor' seguia resonando en su mente y por mucho que intentara refutarla, no podia. Una vez mas, habia cometido el error de enamorarse de una mujer con la que trabajaba y las consecuencias de esa equivocacion podian ser fatales. Si haber mantenido una aventura romantica con Jilly habia sido una imprudencia, enamorarse de ella merecia la medalla de oro a la estupidez.

Solto el mando a distancia y se llevo una mano a la cara. Estaba aterrorizado y trato de tranquilizarse pensando que tal vez no, fuera amor, sino un deseo tan intenso que lo hacia bordear la locura.

Pero nada lo convencia. Podia enganarse durante algunos segundos, pero de inmediato su corazon lo enfrentaba a la verdad. No era solo deseo. Sabia como era la mera atraccion fisica y, por muy intensa que fuera, no era comparable a lo que sentia por Jilly. No habia duda, estaba perdidamente enamorado de ella. Habia amado a Tricia, pero lo que habia sentido por ella no se asemejaba en nada a los sentimientos y emociones que le inspiraba Jilly. Le gustaba y la deseaba, dentro y fuera de la cama, con una intensidad asombrosa. Sencillamente, Jilly era mas importante que cualquier otra cosa.

De repente, comprendio que se sentia atraido por ella desde hacia mucho tiempo. Durante el ano anterior, habia disfrutado de las batallas verbales en la oficina y valorado la inteligencia con que planteaba sus campanas publicitarias. El tener que competir con ella lo habia obligado a mejorar en su propio trabajo. Admiraba su profesionalidad, a pesar de la desconfianza que le tenia por culpa de la experiencia con Tricia.

Pero Jilly habia demostrado ser extraordinariamente integra y no solo se habia ganado su confianza y

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