sentimentaloides como la que yo habia comprado. -La mujer echo un trago de una bebida con una sombrillita dentro-. Quiere que vaya el proximo fin de semana que su madre se larga de la ciudad y que le haga la cena. -Se enjuago unas lagrimas y sollozo.- Estoy pensando en decirle que no.

Maddie fruncio el ceno anonadada.

– ?Te estas quedando conmigo? -se le escapo antes de que se diera cuenta de que habia abierto la boca.

– ?Disculpe? -le dijo el camarero mientras le servia la bebida.

Ella sacudio la cabeza.

– Nada.

Busco en el bolso y pago la copa mientras una cancion sobre un Honky Tonk Badonkadonk [1], que sabe Dios que seria eso, atronaba desde el resplandeciente neon de la gramola y se fundia con el persistente murmullo de la conversacion.

Se arremango el sueter y cogio el Martini. Leyo las manecillas fluorescentes de su reloj mientras se llevaba la copa a los labios. Las nueve en punto. Tarde o temprano el propietario tendria que dejarse ver. Si no aquella noche, tal vez la siguiente. Dio un sorbo y la ginebra y el vermut le calentaron el gaznate hasta el estomago.

En realidad esperaba que apareciera mas pronto que tarde, antes de que se hubiese tomado demasiados Martinis y hubiera olvidado por que estaba alli sentada en un taburete de la barra escuchando sin querer conversaciones de necesitadas mujeres pasivas-agresivas y hombres delirantes. Y no es que escuchar a personas con una vida mucho mas patetica que la suya no resultase a veces muy entretenido.

Dejo otra vez la copa sobre la barra. Oir conversaciones de modo involuntario no era su actividad favorita. Preferia la via directa, preferia hurgar en la vida de otras personas y sacar a relucir sus trapos sucios sin dilacion. Algunas personas entregaban sus secretos sin protestar, ansiosas por contarlo todo. Otras la obligaban a esforzarse y escarbar en lo mas hondo, tirarles de la lengua y arrancarselos sin piedad. A veces su trabajo era una mierda, a veces espinoso, pero le encantaba escribir sobre asesinos en serie, asesinos multiples y psicopatas corrientes y molientes.

En serio, una chica tenia que sobresalir en algo, y Maddie, cuyo seudonimo era Madeline Dupree, era una de las mejores escritoras del genero de los crimenes reales. Escribia relatos truculentos, banados en sangre, sobre enfermos y perturbados, y habia quien creia, sus amigas por ejemplo, que lo que contaba deformaba su personalidad, pero a ella le gustaba pensar que acrecentaba su encanto.

La verdad es que ni tanto ni tan calvo, sino un punto medio. Las cosas que habia visto y sobre las que escribia le afectaban. A pesar de la barrera que habia colocado entre su cordura y la gente a la que entrevistaba e investigaba, la enfermedad a veces se filtraba por las fisuras, dejando detras una pelicula negra y de mal gusto que resultaba muy jodida de limpiar a fondo.

Su trabajo la hacia ver el mundo un poco distinto de quienes nunca se habian sentado frente a un asesino en serie mientras este volvia a relatar «su trabajo». Pero aquello precisamente era lo que hacia de ella una mujer fuerte que no admitia gilipolleces de nadie. Muy pocas cosas la intimidaban y no se hacia ilusiones sobre la humanidad. En su interior, sabia que la mayoria de la gente era decente, que si se le daba a escoger, haria lo correcto, pero tambien sabia lo de los demas. Ese quince por ciento que solo estaba interesado en su propio placer egoista y tortuoso. De este quince por ciento, solo un dos por ciento eran verdaderos asesinos en serie. El resto de las personalidades antisociales eran solo violadores corrientes, asesinos, matones y ejecutivos que saqueaban en secreto los planes de pensiones de sus empleados.

Y si de una cosa estaba segura, igual que sabia que el sol salia por el este y se ponia por el oeste, era de que todo el mundo tenia secretos. Ella tambien los tenia, solo que los guardaba con mas celo que la mayoria de la gente.

Se llevo la copa a los labios y algo al final de la barra atrajo su mirada. Se abrio una puerta y un hombre entro desde el callejon iluminado hasta la oscura entrada.

Maddie lo conocia. Lo conocia antes de que saliera de las sombras. Antes de que las sombras treparan por las amplias espaldas enfundadas en una camiseta negra. Lo conocia antes de que la luz se deslizase por su barbilla y por su nariz e iluminase su cabello tan negro como la noche de la que procedia.

El hombre se fue detras de la barra, se enfundo un delantal rojo de bar alrededor de las caderas y se ato el cordon por encima de la bragueta. No lo habia visto en su vida. Nunca habian estado en la misma habitacion, pero sabia que tenia treinta y cinco anos, un ano mas que ella. Sabia que media uno ochenta y tres, y pesaba ochenta y seis kilos. Durante doce anos habia servido en el ejercito, pilotando helicopteros y disparando misiles Hellfire. Le habian puesto el mismo nombre que a su padre, Lochlyn Michael Hennessy, pero le llamaban Mick. Al igual que su padre, era un hombre indecentemente atractivo. El tipo de atractivo que hacia volver la cabeza a las mujeres, les detenia el corazon y las llenaba de malos pensamientos. Pensamientos de bocas ardientes, manos y ropas enredadas, el susurro de un calido aliento contra el cuello de una mujer y el tacto de la carne en el asiento trasero de un coche.

Y no es que Maddie fuera propensa a tales pensamientos.

Tenia una hermana mayor, Meg, y poseia dos bares en la ciudad, el Mort y el Hennessy. El ultimo habia sido de su familia durante mas anos de los que el tenia. Hennessy era el bar donde la madre de Maddie habia trabajado, donde habia conocido a Loch Hennessy y donde habia muerto.

Como si sintiera que lo estaba mirando, el hombre levanto la vista del cordon del delantal. Se detuvo a pocos centimetros de Maddie y sus miradas se cruzaron. Ella se atraganto con la ginebra que se negaba a bajar por la garganta. Por su carnet de conducir sabia que tenia los ojos azules, pero en realidad eran de un color turquesa intenso, como las aguas del Caribe, y cuando le devolvieron la mirada fue un shock para ella. Bajo la copa y se llevo una mano a la boca.

Los ultimos acordes de la cancion honky-tonk se extinguieron cuando el termino de atarse el delantal y se acerco a ella hasta que solo unos pocos centimetros de caoba separaban sus miradas.

– ?Sobreviviras?

Su voz profunda anulo el ruido que los rodeaba.

Maddie trago saliva y tosio por ultima vez.

– Eso creo.

– Hola, Mick -saludo la rubia del taburete de al lado.

– Hola, Darla. ?Como va todo?

– Podria ir mejor.

– ?Acaso no es siempre asi? -dijo el mientras miraba a la mujer-. ?Piensas portarte bien?

– Ya me conoces. -Darla rio-. Siempre planeo portarme bien. Claro que siempre me convencen de lo contrario.

– Esta noche vas a dejarte la ropa interior puesta, ?verdad? -pregunto enarcando una ceja oscura.

– Conmigo nunca se sabe. -Se inclino hacia delante-. Nunca se sabe lo que puedo hacer. A veces estoy loca.

?Solo a veces? Comprarse su propia tarjeta de cumpleanos para que la firmase su novio sugeria un trastorno pasivo-agresivo que bordeaba la puta locura.

– Tu dejate las bragas puestas y asi no tendre que volver a echarte otra vez con el culo al aire.

?Otra vez? ?Significaba eso que lo habia hecho en otras ocasiones? Maddie dio un sorbo y echo un vistazo al considerable trasero que Darla embutia en unos Wranglers.

– ?Apuesto a que te encantaria verlo! -dijo Darla agitando la cabellera.

Por segunda vez en aquella noche, Maddie se atraganto con la bebida.

La carcajada grave de Mick atrajo la atencion de Maddie hacia el brillo divertido que despedian sus deslumbrantes ojos azules.

– ?Quieres un poco de agua, guapa? -le pregunto.

Maddie sacudio la cabeza y se aclaro la garganta.

– ?La bebida esta demasiado fuerte para ti?

– No. Esta bien. -Tosio una ultima vez y dejo la copa en la barra-. Es que he tenido una horrible vision.

Las comisuras de los labios de Mick se curvaron en una sonrisa de complicidad para formar dos hoyuelos en las bronceadas mejillas.

– No te habia visto por aqui antes. ?Estas de paso?

Alejo de su cabeza la imagen del descomunal trasero desnudo de Darla y se obligo a recordar el motivo por el

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