caravana con una raida alfombra naranja.

El recuerdo mas nitido que Maddie tenia de su madre era el olor de su piel. Olia a locion de almendras. Pero sobre todo recordaba la manana en que su tia abuela habia llegado al recinto de caravanas para decirle que su madre habia muerto.

Maddie volvio a dejar la foto en la mesa y se dirigio a la cocina. Saco una Coca-Cola light de la nevera y la destapo. Martha siempre decia que Alice era inconstante, que revoloteaba como una mariposa de sitio en sitio, de hombre en hombre, a la caza de algun lugar al que pertenecer, en busca del amor. Encontraba las dos cosas durante un tiempo, y luego continuaba el viaje hasta el proximo sitio o el nuevo hombre.

Maddie bebio de la botella, luego volvio a taparla. No se parecia en nada a su madre. Ella sabia cual era su lugar en el mundo. Estaba comoda consigo misma siendo quien era y, por supuesto, no necesitaba un hombre que la amara. De hecho, nunca habia estado enamorada. No de esa manera romantica de la que su buena amiga Clare escribia para ganarse la vida. Y no de la manera estupida y enloquecida que habia gobernado, y al final arrebatado, la vida de su madre.

No, Maddie no sentia ningun interes por encontrar el amor de un hombre. Su cuerpo era otro cantar y queria un novio de vez en cuando. Un hombre que apareciera unas cuantas veces a la semana para tener relaciones sexuales. No tenia que ser un gran conversador. ?Caray!, ni siquiera tenia que sacarla a cenar. Su hombre ideal se limitaria a llevarla a la cama y luego se largaria, pero habia dos problemas para encontrar el hombre ideal. Uno: cualquier hombre que solo quisiera sexo de una mujer probablemente era un gilipollas. Y dos: era dificil encontrar un hombre dispuesto, que fuera bueno en la cama en lugar de creerse bueno en la cama. La tarea de conocer hombres para dar con lo que queria se habia convertido en tal fastidio que se habia rendido hacia cuatro anos.

Cogio el cuello de la Coca-Cola con dos dedos y salio de la cocina. Las chancletas le golpeaban la planta del pie mientras atravesaba el salon y pasaba por delante de la chimenea de camino hacia el despacho. El ordenador portatil se encontraba sobre un escritorio en forma de ele situado contra la pared y Maddie encendio la lampara que estaba sujeta con una pinza a la repisa de su escritorio. Dos bombillas de sesenta vatios iluminaban una montana de diarios, su ordenador portatil y sus notas adhesivas donde apuntaba la innumerable lista de cosas que tenia pendientes. En total habia diez diarios de diversas formas y colores. Rojos, azules, rosas. Dos de los diarios tenian llave, y uno de los otros no era mas que una libreta de espiral amarilla con la palabra «Diario» escrita en rotulador negro. Todos ellos habian pertenecido a su madre.

Maddie dio un golpecito a la botella de Coca-Cola light contra su muslo mientras contemplaba el libro blanco que estaba encima del monton. No conocio su existencia hasta la muerte de su tia Martha, hacia pocos meses. No creia que Martha se los hubiera quedado a proposito, lo mas probable era que tuviera la intencion de darselos a Maddie algun dia pero se hubiera olvidado por completo. Alice no habia sido la unica mujer inconstante en el arbol genealogico de los Jones.

Como unica pariente viva de Martha, le habia correspondido a ella ordenar sus asuntos, asistir a su funeral y vaciar la casa. Se las habia arreglado para encontrar un hogar a los gatos de su tia y habia planeado donar todo lo demas a la beneficencia. En una de las ultimas cajas de carton que reviso, encontro zapatos viejos, bolsos pasados de moda y una gastada caja de botas. Estuvo a punto de tirar la raida caja sin abrirla. Una parte de ella casi habria preferido haberlo hecho. Habria preferido ahorrarse el dolor de mirar dentro de la caja y notar que se le encogia el corazon. De nina habia anhelado tener algo que la conectara con su madre. Alguna cosilla que pudiera tener y conservar. Sonaba con tener algo que sacar de vez en cuando y que la vinculara a la mujer que le habia dado la vida. Se habia pasado la infancia anhelando algo… algo que habia estado al alcance de su mano, encima de un armario, todo el tiempo, y la esperaba dentro de una caja de botas vaqueras.

La caja contenia los diarios, el obituario de su madre y articulos de periodico sobre su muerte. Tambien guardaba una bolsa de saten llena de joyas. La mayoria de ellas baratijas. Un collar de pedreria, varios anillos de turquesa, un par de pendientes de aros de plata y una pequena pulsera rosa del St. Luke's Hospital con las palabras «Babe Jones» impresas.

Aquel dia se quedo plantada en su antigua habitacion, incapaz de respirar como si le fuera a estallar el pecho, sintiendose otra vez una nina asustada y sola. Temerosa de alargar el brazo y establecer la conexion, pero al mismo tiempo emocionada de tener por fin algo tangible que habia pertenecido a una madre que apenas recordaba.

Maddie dejo la Coca-Cola sobre la mesa y giro la silla de su despacho. Ese dia se habia llevado la caja de botas a casa y habia colocado la bolsa de seda en el joyero. Luego se habia sentado y se habia puesto a leer los diarios. Los habia leido de cabo a rabo, devorandolos en un dia. Los diarios empezaban en el duodecimo cumpleanos de su madre. Algunos eran mas grandes que otros y su madre habia tardado mas en llenarlos. A traves de ellos habia llegado a conocer a Alice Jones.

Habia llegado a conocer a aquella nina de doce anos que queria ser mayor para ser actriz como Anne Francis. A aquella adolescente que deseaba encontrar el verdadero amor en Amor a primera vista, y a aquella mujer que buscaba el amor en todos aquellos lugares equivocados.

Maddie habia descubierto algo que la conectaba con su madre, pero cuanto mas leia, mas imposible le resultaba concentrarse. Habia hecho realidad el deseo de su infancia, pero nunca se habia sentido tan sola.

Capitulo 2

Mick Hennessy puso una goma a un fajo de billetes y lo coloco junto a un monton de recibos de tarjetas de credito y de debito. El sonido del clasificador de monedas electrico situado encima de su mesa llenaba la pequena oficina de la trastienda del bar de Mort. Todos menos Mick se habian ido a casa a dormir y el estaba cuadrando la caja antes de hacer lo mismo.

Mick llevaba en la sangre el negocio de los bares. Su abuelo fabricaba y vendia alcohol etilico barato durante la ley seca y abrio Hennessy dos meses despues de que la Decimoctava Enmienda fuera revocada y en Estados Unidos volvieran a abrirse los grifos de los barriles. El bar habia pertenecido a su familia desde entonces.

A Mick no le preocupaban demasiado los borrachos beligerantes, pero le gustaba el horario flexible que le permitia ser su propio jefe. No tenia que recibir ordenes ni responder ante nadie, y cuando entraba en uno de sus bares, experimentaba una sensacion de propiedad que no habia sentido con ninguna otra cosa en su vida. Sus bares eran bullangueros y caoticos, pero era un caos que el controlaba.

Mas que el horario y la sensacion de propiedad, a Mick le gustaba hacer dinero. Durante los meses de verano, ganaba dinero a espuertas de los turistas y de la gente que vivia en Boise y tenia cabanas en el lago de Truly.

La maquina de monedas ceso de contar y Mick puso los paquetes en fundas de papel. Vislumbro mentalmente la imagen de la mujer de cabellos oscuros y labios rojos. No le sorprendio haberse percatado de la presencia de Maddie Dupree a los pocos segundos de ponerse detras de la barra. Lo que le habria sorprendido era lo contrario. Con aquella hermosa piel perfecta y aquellos seductores ojos castanos, era justo el tipo de mujer que le llamaba la atencion. Ese pequeno lunar en la comisura de los carnosos labios le recordo el tiempo que hacia que no besaba una boca como la suya y luego continuaba descendiendo, por la barbilla y el cuello hasta todos los tiernos y dulces rincones.

Desde que habia regresado a Truly hacia dos anos, su vida sexual habia sufrido mas de lo que habria querido, lo cual era una mierda. Truly era una pequena ciudad donde la gente iba a la iglesia los domingos y se casaba joven. Solian permanecer casados y si no, se esmeraban por volver a casarse muy deprisa. Mick nunca se liaba con mujeres casadas ni con aquellas que pensaran en el matrimonio. Ni se lo planteaba.

Y no es que en Truly no abundaran las solteras. Al tener dos bares en la ciudad, conocia a un monton de mujeres disponibles. Un buen porcentaje de ellas le hacian saber que estaban interesadas en algo mas que en su carta de cocteles. Algunas conocian su vida y milagros, sabian las historias y los rumores, y creian conocerlo, pero no era asi, o de otro modo habrian sabido que el preferia pasar el rato con mujeres que no lo conocieran ni conocieran su pasado, que ignoraran los sordidos detalles de la vida de sus padres.

Mick metio el dinero y los recibos en bolsas de seguridad y las cerro con cremallera. El reloj de la pared de encima de su escritorio senalaba las dos y cinco. La ultima fotografia que le habian hecho a Travis en el colegio estaba sobre la mesa de roble barnizada; un nino con las mejillas y la nariz salpicadas de pecas. El sobrino de

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