cinturon. Era largo y negro, y el viento de la bahia hacia ondear los faldones, dando la impresion de que llevase un lastre en el culo. En la mano acarreaba todavia la taza de papel de Starbucks.

– El vuelo de las seis de la manana a Phoenix es terrible -dijo el mientras caminaba en direccion al aparcamiento-. No te retrases. Seria vergonzoso que lo perdieses.

– Alli estare -respondio ella cuando paso por su lado-. No quieres que viaje con el equipo, ?verdad? ?Se debe a que soy una mujer?

El se detuvo, y se volvio y la miro a la cara. La molesta brisa hacia aletear las solapas del impermeable de Jane, y tambien hizo que varios mechones de su cola de caballo se soltasen para ir a parar a sus rosadas mejillas. Tras un analisis mas detallado, podia comprobarse que eso no mejoraba mucho su aspecto.

– No. No me gustan los periodistas -contesto.

– Es comprensible, supongo, teniendo en cuenta tu historia.

Sin duda, habia leido sobre el.

– ?Que historia?

Se pregunto si habria leido aquel maldito libro, Los chicos malos del hockey, en el que le habian dedicado cinco capitulos, con fotografias y todo. Mas o menos la mitad de lo que el autor afirmaba alli eran puros cotilleos o simples invenciones. Y el unico motivo por el cual Luc no le habia denunciado era que no queria atraer la atencion de los medios.

– Tu historia con la prensa. -Jane bebio un sorbo de cafe y se encogio de hombros-. El omnipresente seguimiento de tus problemas con las drogas y las mujeres.

Efectivamente, lo habia leido. ?Y quien demonios utilizaba palabras como «omnipresente»? Solo los periodistas.

– Para tu informacion, te dire que nunca he tenido problemas con las mujeres. Omnipresentes ni de cualquier otro tipo. Deberias informarte mejor en lugar de creer todo lo que lees.

Al menos, respecto a cuestiones delictivas. Y su adiccion a los tranquilizantes era cosa del pasado. Donde el deseaba que quedase para siempre.

Luc recorrio con la mirada el cabello recogido de Jane, la perfecta piel de su rostro, y descendio hacia el resto de su cuerpo, enfundado en aquel horroroso impermeable. Tal vez si hubiese llevado el pelo suelto no le habria parecido tan estirada.

– He leido algunas de tus columnas del periodico -dijo alzando la vista hacia sus ojos verdes-. Tu eres la soltera que se queja de la falta de compromiso y que no consigue encontrar a un hombre de verdad.

Ella fruncio ligeramente el entrecejo y endurecio la mirada.

– Viendote, puedo entender tus problemas -remato el sin mover un solo musculo.

Bien. Quizas asi ella se mantuviese a distancia.

– ?Ya no tomas nada, estas limpio? -pregunto Jane.

Luc supuso que, si no contestaba, ella imaginaria ciertas cosas. Siempre era asi.

– Totalmente -respondio.

– ?En serio? -Jane alzo las cejas, que formaron unos arcos perfectos, dandole a entender que ponia en duda sus palabras.

El dio un paso hacia ella.

– ?Quieres ver como me meo en tu taza de cafe? -pregunto con la mirada encendida, cabreado, frente a aquella mujer que seguramente no habia hecho el amor en cinco anos.

– No, gracias, me gusta el cafe solo.

De no haberse tratado de una periodista, Luc se habria detenido a apreciar por unos segundos la agudeza de su replica, pero habia sonado como una provocacion, le gustase o no admitirlo.

– Si cambias de opinion, hazmelo saber -mascullo Luc-. Y no creas que el hecho de que Virgil Duffy te haya presentado a los chicos va a hacer que tu trabajo sea mas facil.

– ?Que quieres decir con eso?

– Quiero decir lo que a ti te de la gana que quiero decir -respondio el mientras se alejaba.

Camino el corto trecho que le separaba del aparcamiento y encontro su Ducati gris en su sitio, junto a las plazas para discapacitados. El color de la motocicleta casaba a la perfeccion con las densas nubes que colgaban sobre la ciudad y tambien con el sombrio aparcamiento. Coloco la bolsa en la parte trasera de la moto y se sento en el asiento negro. Con el talon de su bota apreto la palanca de arranque y puso en marcha el motor de dos cilindros. No le dedico un solo pensamiento mas a la senorita Alcott y salio a toda prisa del aparcamiento, dejando tras de si el rugido del motor. Enfilo Broad, dejando atras el bar Tini Bigs, camino de Second Avenue. Tras unas cuantas manzanas, entro en el aparcamiento comunitario del complejo residencial en el que vivia y dejo la motocicleta junto a su Land Cruiser.

Consulto la hora en su reloj y cogio la bolsa pensando que se disponia a afrontar tres horas de calma. Se dijo que tal vez podria poner la cinta de algun partido en el video y relajarse frente a la enorme pantalla de su enorme televisor. Tal vez podria llamar a alguna amiga y quedar para comer. Cierta pelirroja de piernas largas le vino a la mente.

Salio del ascensor en la planta diecinueve y recorrio el pasillo hasta la esquina nororiental del edificio. Habia comprado aquel piso poco despues de fichar por los Chinooks, el verano anterior. No le habia apasionado el interior -pues le recordaba a las decoraciones de la vieja serie de dibujos animados Los Supersonicos: piedra, acero y esquinas redondeadas-, pero las vistas… Las vistas eran impresionantes.

Abrio la puerta y sus planes para el dia se vinieron abajo cuando tropezo con una mochila North Face de color azul que descansaba sobre la moqueta beige. En el sofa de piel color azul marino, un anorak rojo, y encima de una de las mesitas de cristal, varios anillos y pulseras amontonados. En el equipo de musica rugia la musica rap y Shaggy se movia sin parar en la pantalla del televisor de Luc, sintonizada en la MTV.

Marie. Habia llegado antes de lo previsto.

Luc recorrio el pasillo y dejo la mochila y su propia bolsa sobre el sofa. Llamo a la puerta del primero de los tres dormitorios, y abrio. Marie estaba tendida sobre la cama, con el corto pelo oscuro recogido en lo alto de la cabeza formando una especie de plumero. Tenia restos de crema bajo los ojos y sus mejillas estaban palidas. Abrazaba un osito de peluche contra su pecho.

– ?Que estas haciendo en casa? -le pregunto.

– Intentaron llamarte del colegio. No me encuentro bien.

Luc entro en la habitacion y se acerco a su hermana de dieciseis anos, hecha un ovillo sobre el edredon. Supuso que lloraba porque se acordaba otra vez de su madre. Habia pasado solo un mes desde el funeral, y penso que tenia que decir algo para consolar a Marie, aunque no sabia realmente que decir, y estaba convencido de que siempre que lo intentaba las cosas empeoraban.

– ?Has pillado la gripe? -acabo preguntando. El parecido de la chica con su madre, o como minimo con el recuerdo que el tenia de ella, era impresionante.

– No.

– ?Te has resfriado?

– No.

– ?Que te pasa entonces?

– Me siento mal, eso es todo.

Luc acababa de cumplir dieciseis anos cuando la cuarta esposa de su padre habia dado a luz a Marie. Aparte de alguna que otra visita durante las vacaciones, Luc nunca habia pasado mucho tiempo con ella. El se habia hecho mayor. Ellos vivian en Los Angeles y el en el otro extremo del pais. Habia estado demasiado ocupado con las cuestiones relativas a su propia vida, y hasta que ella se fue a vivir con el, el mes anterior, no habia vuelto a verla desde el funeral de su padre, hacia diez anos. Y de repente era el responsable de una hermana a la que ni siquiera conocia. Era el unico pariente cercano que aun no habia alcanzado la edad de la jubilacion. Era jugador de hockey. Soltero. Hombre. Y no tenia ni la mas remota idea de lo que podria hacer con ella.

– ?Quieres un poco de sopa? -pregunto.

Marie se encogio de hombros.

– Por que no -respondio entre sollozos.

Aliviado, Luc salio rapidamente de la habitacion rumbo a la cocina. Saco una lata grande de caldo de pollo del armario y la coloco bajo el abrelatas automatico que habia en la encimera de marmol negro. Sabia que la chica estaba pasando por un mal momento, pero, por todos los demonios, lo estaba volviendo loco. Cuando no lloraba,

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