estaba de morros. Cuando no estaba de morros, lo trataba como si fuese un retrasado mental.

Luc vertio la sopa en dos tazones y le anadio agua. Le habia propuesto que viese a un psicologo, y asi lo habia hecho durante la enfermedad de su madre, pero Marie creia que ya habia tenido bastante.

Introdujo los tazones en el microondas y programo el reloj. Aparte de enloquecerle, tener en casa a una chica adolescente y temperamental habia afectado seriamente su vida social. Ultimamente, solo disfrutaba de tiempo para si mismo cuando salia de viaje. Algo tenia que cambiar. La situacion no era la adecuada para ninguno de los dos. Se habia visto obligado a contratar a una mujer para que se quedase en casa con Marie cuando el estaba fuera. Su nombre era Gloria Jackson y rondaba la sesentena. A Marie no le gustaba, pero eso no era nada nuevo.

Lo mas conveniente era encontrar un buen internado para Marie. Alli seria feliz, conviviendo con chicas de su edad que supiesen de maquillaje y de peinados y a las que les gustase escuchar musica rap. Luc sintio una punzada de culpabilidad. Sus razones para enviarla a un internado no eran del todo altruistas. Queria recuperar su antigua vida. Eso tal vez le hiciese parecer un maldito egoista, pero habia trabajado muy duro para disfrutar de aquel tipo de existencia. Para conseguir alzarse sobre el caos y alcanzar una relativa calma.

– Necesito algo de dinero.

El comentario hizo que Luc apartase la vista de los tazones que daban vueltas dentro del microondas y mirase a su hermana, que estaba apoyada contra el marco de la puerta de la cocina. Ya habian hablado acerca de la cuenta corriente especial a su nombre.

– Cuando vendamos la casa de tu madre y te demos de alta en la Seguridad Social…

– Lo necesito hoy -lo interrumpio-. Ahora mismo.

Luc saco su cartera del bolsillo posterior del pantalon.

– ?Cuanto necesitas?

– Unos siete u ocho dolares.

– ?Siete u ocho?

– Digamos diez, para estar seguros.

Luc sintio curiosidad y tambien penso que debia preguntarlo, asi que dijo:

– ?Para que necesitas el dinero?

– No tengo la gripe -dijo ella, ruborizandose.

– ?Que te pasa?

– Tengo calambres y no tengo nada. -Bajo la vista hacia los pies cubiertos por calcetines-. No conozco a ninguna chica del colegio a la que pedirle, y ya era demasiado tarde para ir a la enfermeria. Por eso me vine a casa.

– ?Demasiado tarde para que? ?De que estas hablando?

– Tengo calambres y no tengo… -Marie se ruborizo aun mas-. Tampones. Busque en tu lavabo, porque pense que tal vez alguna de tus novias podria haber dejado alguno. Pero no tienes ninguno.

La campanilla del microondas sono justo en el momento en que Luc entendio el problema de Marie. Abrio la portezuela y se quemo los dedos al dejar los tazones de sopa sobre la encimera.

– Oh. -Saco dos cucharas de un cajon y, como no sabia que decir, pregunto-: ?Quieres galletas saladas?

– Si.

De algun modo, no le habia parecido una chica lo suficientemente mayor. ?Acaso las chicas empezaban a tener la menstruacion a partir de los dieciseis? Suponia que debia de ser asi, pero nunca habia pensado en ello. Habia crecido como un hijo unico, y sus pensamientos siempre habian estado relacionados con el hockey.

– ?Quieres una aspirina? -Una de las mujeres con las que habia salido tomaba sus analgesicos cuando tenia dolores menstruales. Al recordarla, Luc se dio cuenta que el dinero y su adiccion habia sido lo unico que compartieron.

– No.

– Iremos al supermercado despues de comer -dijo-. Necesito desodorante.

Ella alzo la vista finalmente, pero no se movio.

– ?Tienes que ir ahora?

– Si.

El la observo; parecia incomoda y molesta. La culpa que habia sentido minutos antes se vio aliviada. Enviarla a un lugar en el que podria vivir con chicas de su edad era, a todas luces, lo mas adecuado. En un internado para chicas estarian al corriente de calambres menstruales y otras cuestiones femeninas.

– Voy a coger las llaves -dijo Luc.

Solo tendria que encontrar el momento adecuado para exponer su idea sin que sonase como si pretendiera librarse de ella.

2. Intercambio de cumplidos

– ?Que has dicho? -pregunto Caroline Mason cuando se disponia a llevarse a la boca un trozo de pollo.

– Voy a encargarme de escribir las cronicas de los partidos de los Chinooks. Viajare con ellos -repitio Jane atendiendo a la amistad que las unia desde la infancia.

– ?El equipo de hockey?

Caroline trabajaba en Nordstrom's vendiendo aquello de lo cual era una completa adicta: zapatos. A primera vista, Jane y ella eran diametralmente opuestas. Era alta, rubia, de ojos azules, poco menos que un anuncio andante de belleza y buen gusto. Y sus caracteres tampoco eran muy parecidos. Jane era introvertida, en tanto que Caroline no se guardaba en el tintero ningun pensamiento o emocion. Jane compraba por catalogo. Caroline consideraba los catalogos una herramienta del Demonio.

– Si, por eso estoy en esta parte de la ciudad. He venido a encontrarme con el dueno del equipo.

Aquellas dos amigas eran como el fuego y el hielo, como la noche y el dia, pero compartian experiencias y un pasado que las mantenia profundamente unidas.

La madre de Caroline se habia fugado con un camionero y habia ido apareciendo y desapareciendo de su vida cada cierto tiempo. Jane habia crecido sin madre. Las dos chicas habian vivido puerta con puerta en Tacoma, en el mismo desolado bloque de apartamentos. Eran pobres. No tenian donde caerse muertas. Ambas sabian lo que era acudir a la escuela calzando zapatos de lona cuando los demas los llevaban de cuero.

Las dos habian crecido, y cada una se enfrentaba al pasado a su manera. Jane cuidaba del dinero como si siempre se tratase del ultimo cheque de su vida, en tanto que Caroline derrochaba ingentes cantidades en zapatos de marca, como si fuese Imelda Marcos.

Caroline dejo el tenedor junto al plato y se llevo una mano al pecho.

– ?Tienes que viajar con los Chinooks y entrevistar a los jugadores mientras se desnudan?

Jane asintio y repuso, mientras pinchaba unos macarrones con queso:

– En el mejor de los casos, no se quitaran los calzoncillos hasta que yo este fuera del vestuario.

– Estas de broma, ?verdad? ?Que otra razon podria haber, aparte de ver tios en pelotas, para entrar en un vestuario maloliente?

– Entrevistarlos para el periodico.

Como ya los habia visto a todos esa misma manana, estaba empezando a sentir un tanto de aprension. A su lado, teniendo presente que ella media metro cincuenta y cinco, parecian gigantes.

– ?Crees que se darian cuenta si sacases algunas fotografias?

– Sin duda. -Jane rio-. No son tan tontos como podria pensarse.

– Pues la verdad es que no me importaria ver a unos cuantos jugadores de hockey desnudos.

Y una vez que los habia visto a todos, verlos desnudos era un aspecto del trabajo que le preocupaba. Tenia que viajar con esos hombres. Sentarse con ellos en el avion. No queria saber como eran sin ropa. A ella solo le gustaba estar cerca de un hombre desnudo cuando los dos lo estaban. Y si bien para ganarse el pan escribia acerca de explicitas fantasias sexuales, en su vida cotidiana no se sentia comoda ante la desnudez descarada. No era como la mujer que escribia acerca de relaciones y citas amorosas en la columna del Times. Y, en ningun caso, se parecia a Bomboncito de Miel.

Jane Alcott era una impostora.

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