– Ya que no podras sacar fotos -dijo Caroline mientras pinchaba un pedazo de pollo de su ensalada oriental-, toma notas para mi.

– Eso no es etico en un monton de sentidos -repuso Jane, y entonces recordo el ofrecimiento de Luc Martineau de «mear» en su cafe y se dijo que, en esta ocasion, podria dejar de lado la etica-. Le he visto el culo a Luc Martineau.

– ?Al natural?

– Como su madre le trajo al mundo.

Caroline se inclino hacia delante.

– ?Como es?

– Esta bien. -Jane recordo sus esculturales hombros y su espalda, la marca de su columna vertebral, y la toalla deslizandose hasta sus pies, mostrando la redonda perfeccion de sus nalgas-. Muy bien, de hecho.

No podia negarlo, Luc era un hombre hermoso, pero por desgracia su personalidad dejaba mucho que desear.

– Joder -suspiro Caroline-, ?por que no habre terminado la carrera? ?Podria conseguir un trabajo como el tuyo?

– Demasiadas fiestas.

– Oh, si. -Caroline permanecio en silencio durante unos segundos, despues sonrio-. Lo que necesitas es una ayudante. ?Por que no me contratas?

– El periodico no pagaria a una ayudante.

– Vaya rollo. -La sonrisa desaparecio del rostro de Caroline, cuya mirada descendio hasta la chaqueta de su amiga-. Tendras que comprarte ropa nueva.

– Ya lo he hecho -dijo Jane antes de llevarse un trocito de queso a la boca.

– Cuando digo nueva me refiero a algo mas atractivo. Siempre vas de negro o gris. La gente no tardara en preguntarse si estas deprimida.

– No estoy deprimida.

– Tal vez no, pero deberias vestir algo con un poco de color. Rojos y verdes, especialmente. Vas a viajar durante toda la temporada con tipos grandes inflados de testosterona. Es la oportunidad perfecta para hacer que uno de ellos se fije en ti.

Jane viajaria por trabajo. No queria atraer la atencion de nadie. Especialmente de jugadores de hockey. Especialmente si todos eran como Luc Martineau. Cuando declino su oferta referente al cafe, casi se echo a reir. Casi. En lugar de ello, dijo: «Si cambias de opinion, hazmelo saber.» Solo que no habia dicho «saber», sino «sabeg». Era un gilipollas, y no habia perdido del todo su acento canadiense. Lo ultimo que queria o necesitaba era llamar la atencion de tipos como el. Reflexiono en su propio aspecto, en sus pantalones negros y su chaqueta negra y su blusa gris. Le parecio que tenia buena pinta.

– Es de J. Crew.

Caroline abrio desmesuradamente sus ojos azules. Jane sabia que diria a continuacion: que J. Crew no era Donna Karan.

– Exacto. ?Del catalogo?

– Por supuesto.

– Y negro.

– Ya sabes que soy daltonica.

– No eres daltonica. Lo que pasa es que no distingues que colores casan.

– Es cierto.

Por eso le gustaba el color negro. Tenia buen aspecto vestida de negro, y ademas no corria el riesgo de desentonar.

– Tienes un cuerpo menudo muy bonito, Jane. Tendrias que explotarlo, ensenarlo. Ven conmigo a Nordy's y te ayudare a escoger algunas cosas.

– Ni hablar. La ultima vez que te deje escoger mi ropa, empece a parecerme a Greg Brady, solo que menos guay.

– Eso fue en sexto curso, y teniamos que ir a Goodwill para comprar ropa. Ahora somos mayores y tenemos dinero. Al menos, tu lo tienes.

Si, y tambien tenia un plan para invertirlo. Habia pensado en un nidito de amor. O sea, nada de ropa de marca, sino en comprar una casa.

– Me gusta la ropa que llevo -dijo como si no hubiesen hablado de ello unas mil veces antes de ese dia.

Caroline puso los ojos en blanco y cambio de tema.

– He conocido a un tipo.

Menuda novedad. Desde que habia pasado la frontera de los treinta la ultima primavera, el reloj biologico de Caroline parecia haberse puesto en marcha y ella no podia dejar de pensar que sus ovulos se estaban marchitando. Resolvio que era el momento de casarse, y como no deseaba mantener a Jane al margen, llego a la conclusion de que las dos tenian que casarse. Pero el plan de Caroline entranaba un problema. Jane estaba convencida de que era una especie de iman que atraia a tios dispuestos a romperle el corazon y tratarla mal, y de que los unicos hombres capaces de excitarla y ponerla a tono eran los gilipollas, por lo que habia decidido comprarse un gato y encerrarse en casa. Pero estaba atrapada en un callejon sin salida. Si se encerraba en casa, no sacaria de ningun lado nuevo material para su columna «Soltera en la ciudad».

– Tiene un amigo -anadio Caroline.

– El ultimo «amigo» con el que me citaste conducia una furgoneta estilo asesino en serie con un sofa en la parte trasera.

– Lo se, y no le hizo mucha gracia leer su historia en tu columna del Times.

– Peor para el. Era uno de esos tipos que da por supuesto que porque escribo la columna estoy desesperada y soy una cachonda.

– Esta vez sera diferente.

– No.

– Tal vez le gustes.

– Ese es el problema. Si le gusto, se que me tratara como una mierda y despues me dara una patada en el culo.

– Jane, rara vez le das a alguien la oportunidad de que te de una patada en el culo. Siempre tienes un pie en la puerta, esperando encontrar la excusa adecuada para largarte.

Caroline no era la mas adecuada para reprocharle nada en ese sentido. Ella despachaba a los chicos por ser demasiado perfectos.

– No has salido con nadie desde Vinny -dijo Caroline.

– Si, y mira como me fue.

Le habia sacado dinero para comprarle regalos a otra mujer. Por lo que ella sabia, lenceria barata. Jane odiaba la lenceria barata.

– Miralo por el lado bueno -dijo Caroline-. Despues de librarte de el, estabas tan afectada que blanqueaste los azulejos del cuarto de bano.

Era un detalle triste de la vida de Jane, pero cuando sufria un desengano amoroso y se sentia deprimida, se ponia a limpiar con sana. Cuando estaba contenta en cambio, tenia cierta tendencia a amontonar la ropa en el armario.

Despues de comer, Jane dejo a Caroline en Nordstrom's y condujo hasta el Seattle Times. No disponia de un escritorio propio en el periodico, pues su trabajo en este se limitaba a escribir una columna mensual. De hecho, en contadas ocasiones se aventuraba dentro de aquel edificio.

Habia quedado en verse con el editor de deportes, Kirk Thornton, quien ni siquiera habia tenido que decirle a Jane lo mucho que le asustaba dejar el trabajo de Chris en sus manos. La recibio con frialdad y le presento a los otros tres cronistas deportivos, que no se mostraron mas calidos que Kirk. A excepcion de Jeff Noonan.

A pesar de que raramente pasaba por el Seattle Times, habia oido hablar de Jeff Noonan. Las mujeres de la plantilla lo llamaban «el Acosador», y era poco menos que un juicio por acoso sexual andante. No solo creia que el lugar adecuado para las mujeres era la cocina, sino que estaba convencido de que, dentro de esta, lo mejor era que se tumbasen sobre la mesa. Por el modo en que la miro quedo claro que se la estaba imaginando desnuda, y le sonrio como si algo asi pudiese hacerla sentir halagada. La mirada que ella le dedico daba a entender que antes

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