brazos. Los sintomas eran inconfundibles. El sabor del miedo, los latidos cada vez mas rapidos de su corazon, la sensacion de presagio ominoso, como si se hubiera cruzado con un gato negro y tuviera que enfrentarse a las consecuencias.

Ya le habia sucedido antes. Habia amado a hombres que no le habian correspondido. Se habia jurado a si misma no volver a cruzar nunca esa frontera del sufrimiento. Y aquella vez era diferente solo porque Simon habia atrapado una zona vulnerable de su alma junto con su corazon. Pero el resto de la situacion le resultaba dolorosamente familiar. Simon habia necesitado a alguien pero ese tipo de necesidad solo era temporal. La deseaba, pero la pasion no era amor.

– Bree, carino…

En cuanto oyo la voz ronca de Simon cerro los ojos. Se zafo de su abrazo y se puso en pie como impulsada por un muelle.

– Calla amor. Te llevare a la cama, Simon. Ya se que es tarde y hace frio. Cuidare de ti.

Incluso a sus propios oidos, su voz sobaba perdida y estupida, como si no estuviera hablando con un sonambulo. Simon se quedo completamente inmovil. Sin embargo tenia que hacerlo.

Puso una rejilla delante del hogar y busco sus ropas. Sonrio. Estaban hechas un lio detras de una silla, donde el las habia arrojado. Si Simon tenia alguna duda sobre su caracter desapasionado…

Quiso seguir sonriendo pero no pudo. Recogio la ropa consciente de que la estaba observando. Sentia su mirada en la carne como si fuera un taladro. Empezo a hablar deliberadamente.

– Ya se que por la manana no te acordaras de nada, «cher», pero tampoco quiero que desarrolles una ansiedad subconsciente. He estado tomando la pildora durante meses. No porque esperara necesitarla. Mi menstruacion se ha alterado con los viajes. Fui a ver al medico y me aconsejo un ciclo de seis meses tomando la pildora para ver si se regulaba.

«Estupida, estupida, estupida».

Simon no se habia movido pero ella sentia que le faltaban las fuerzas. La estudiaba con unos ojos oscuros y fantasmales.

Bree sabia que estaba despierto. Lo habia sabido en el mismo momento en que habia aparecido en el salon. Sus besos de sonambulo siempre la habian hecho sentirse segura. Sin embargo, aquella noche habia barrido con sus primeros besos cualquier sentimiento de seguridad para encender un fuego inextinguible. Siempre habia imaginado que era un amante mucho mas peligroso que su alter ego. Un momento antes de que hicieran el amor, Simon parecio haber pensado que quiza ella habia confundido a sus amantes. Se habia detenido. Habia intentado decirselo.

Ella no le habia dejado. Su respuesta habia sido instintiva y ciega. Ese instinto ejercia toda su fuerza dentro de ella en aquel mismo instante.

Bree echo un vistazo que abarco todo el salon antes de acercarse descalza a Simon. Fijo los ojos en su garganta, en su boca, en cualquier parte menos en sus ojos.

– De acuerdo, amor. La habitacion esta justo como estaba antes. Manana no tendras que preocuparte de que haya sucedido algo, «cher». Dame la mano y te guiare a tu cuarto.

Simon todavia no se habia movido ni habia dejado de mirarla. No entendia lo que estaba haciendo pero parecia presentir lo destrozada que estaba.

A Bree no le cabia duda de que, si lo pensaba, se daria cuenta de que la situacion seria mucho mas sencilla si los dos fingian que nada habia sucedido. Otra gente podia hacerlo y ellos estaban obligados a intentarlo. El problema del sonambulismo les brindaba una excusa unica. Jekyll nunca recordaba lo que habia hecho Mr. Hyde. Todo lo que Simon tenia que hacer era seguirle la corriente y todo seria normal por la manana.

La idea era extrana y estupida. Sin embargo, Bree trataba de convencerse desesperadamente de que no. Al dia siguiente descubririan que el mundo no habia cambiado porque hubieran hecho el amor. Pronto tendria que marcharse de alli. Solo porque ella se habia enamorado no podia pensar que el le correspondiera.

Se lo imaginaba tratando de asumir el conflicto emocional de admitir que no deseaba una relacion estable y permanente. Se conocia de sobra aquella letania. Si sufria, si tenia que aguantar con el corazon destrozado, ella misma se lo habia buscado.

«Pero, ?maldita sea, Simon!, me romperas aun mas el corazon si me dices que solo soy un corto y dulce encuentro».

No podia llegar a suceder. Quiza la idea fuera estupida pero evitaria que los dos resultasen heridos.

– Espera, Simon. Me he olvidado de encender la luz para que no tropecemos en las escaleras.

Cuando encendio las luces, vio aliviada que Simon se habia puesto en pie. Aceptaba el juego. Bree lo cogio la mano. Todo lo que tenia que hacer era subir las escaleras.

Pero habia cantado victoria demasiado pronto. Simon le levanto la mano en vez de cogersela.

– Tenemos que subir, «cher». Es muy tarde.

Simon descubrio los nervios que la invadian, el pulso agitado en la vena de la muneca. Como si de pronto entendiera que era el miedo lo que la impulsaba a actuar de esa manera, solto su mano.

– No tienes de que preocuparte. Manana lo unico que recordaras sera haber dormido como un tronco.

Simon le puso la mano en la barbilla obligandose a alzar la cabeza. Sus ojos la miraron con una fiera intensidad que poco tenia de fantasmal. Y entonces, su boca busco la suya.

Era una manera infernal de hacerla callar. Su beso fue tan dulce, tan tierno que Bree sintio lagrimas en los ojos.

Despues, Simon la tomo de la mano y la condujo escaleras arriba.

A su cuarto.

A su cama.

– Ya esta -dijo Simon dejando el guante de bano a un lado y quitando el tapon de la banera.

– Muy bien -aprobo Jessica-. Odio banarme.

Sonriendo, Simon la cubrio con una toalla mientras escuchaba a medias su charla incesante. Queria que le leyera un cuento antes de ir a la cama. Simon consintio. Jess queria dejarse el pelo tan largo como el de Bree. Simon consintio. Si en aquel momento Jess le hubiera pedido la luna le habria contestado con un si distraido.

Jess dejo caer la toalla y fue a su cuarto desnuda. Simon la siguio acostumbrado al ritual de las ninas para irse a la cama. Era el ritual de las mujeres lo que le tenia aturdido.

Llevaba tres noches viviendo el sueno de todo soltero. Sexo libre con una mujer dispuesta y apasionada. Sin lazos, sin compromisos, sin complicaciones. Y la chica fingia que no habia pasado nada. Un hombre nunca lo habia tenido mas facil.

Eso suponiendo que un hombre quisiera sexo gratis y sin complicaciones. Pero suponiendo que ese hombre quisiera poner un anillo en el dedo de esa chica y deseara todas las complicaciones, la situacion se hacia infernal.

Simon busco en la biblioteca de Jess alguno de sus libros favoritos. Por alguna ironia del destino sus ojos se posaron sobre «Una pesadilla en mi armario».

El sonambulismo siempre habia sido su pesadilla particular. Estaba empezando a pensar que Bree usaba su sonambulismo para poder escapar por la puerta facil. Queria la fantasia, no al hombre real. Estaba dispuesta a tener una aventura pero no queria saber nada de compromisos. Despues de todo, ?por que habria de quererlos? El era un hombre que tenia mucho que aprender respecto a expresar sus emociones. Un hombre que llevaba tanto tiempo encerrado en si mismo que tenia mucho que aprender a cerca de las necesidades de una mujer en una relacion amorosa.

– ?Papa?

No se trataba de que Simon no estuviera dispuesto a lanzarse a un abismo de inseguridades masculinas. Siempre que consideraba el problema metodicamente llegaba a la conclusion de que algo fallaba y ese algo se le escapaba. Cada vez que trataba de hablar con Bree afloraba a sus ojos una expresion de panico y de fragilidad que le hacia desistir.

Simon podia entender que estaba asustada. Demasiados le habian dicho que la querian y habia mentido. Bree tenia ampollas y heridas sin cicatrizar en su confianza en los hombres.

– ?Papa!

Habia llegado a pensar en sentarse sobre el pecho de Bree y hacerle tragar conac con un embudo hasta que le hablara. Pero no hubiera servido para nada. Aunque la farsa del sonambulo iba en contra de su etica y de su

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