sentido del honor, sabia por instinto que nunca se ganaria su confianza hablando.

Tenia que actuar y tambien tenia que demostrarle que estaban cambiando, que crecia con ella. Quiza se habia propasado con el ramillete de flores silvestres hacia dos noches. Quiza se habia propasado con el aceite infantil la noche anterior.

Sin embargo, tenia la impresion de estar avanzando. Sabia, por instinto tambien, que su arma mas poderosa eran las noches porque, en la oscuridad, todas las barreras caian. Era en la oscuridad cuando Bree se mostraba mas vulnerable, mas indefensa y mas sincera. Cada noche habia sido una inolvidable explosion de deseo y emociones. ?Como podia entregarse tan enteramente a el si no lo amaba?

Simon no podia perder a su gitana. No queria acorralarla, ni atarla, ni secar su espiritu libre. Solo queria amarla y proteger todo lo que era fragil y especial en ella. Bree era lo mejor que le habia sucedido en toda su vida. No podia perderla. Lo que mas le preocupaba era el tiempo, necesitaba mas tiempo.

Una almohada volo por los aires y le dio en la cabeza. Sorprendido, se dio la vuelta para ver lo que sucedia solo para recibir otra en pleno rostro.

– Papa, estoy enfadada. ?No has escuchado nada de lo que te he dicho!

Su hija tenia razon. No la habia escuchado. Y era debido a Bree, que una nueva concepcion sobre como amar a su hija. El autentico amor siempre era serio. Sin embargo el autentico amor es inagotable y esta lleno de alegria.

Se agacho a recoger una almohada y, pedante como un juez, comenzo otro sermon.

– Eso esta mal, tirar almohadas es una idea muy mala.

– ?De verdad?

– Claro. Las trifulcas y el juego sucio siempre acaban en problemas. Me parece que necesitas una leccion de juicio y muy critica.

Cuando la almohada aterrizo sobre su cabecita, Jess rompio en carcajadas.

Bree salio de la ducha y oyo un escandalo increible en el piso de arriba. Habia ruidos, gritos y aullidos. Con la toalla en la cabeza volo sobre los escalones subiendolos de dos en dos.

Se quedo paralizada en la puerta de la habitacion de Jess. Una nube de plumas mas espesa que la nieve flotaba por todo el cuarto. Todo estaba tirado y revuelto, las ropas, los juguetes, las lamparas. Simon y Jess estaban tirados en la cama riendo con lagrimas en los ojos. El corazon le dio un vuelco sin poder evitarlo. Simon todavia tenia un poco de nino en su interior aunque Bree habia creido que nunca llegaria a encontrarlo.

«Courtland, no puedes imaginarte lo mucho que te quiero».

– ?Oh, no! -exclamo Jess dandole un codazo a su padre-. Creo que te la has cargado, papa.

Bree se llevo las manos a las caderas y compuso la expresion mas furiosa que pudo.

– Es increible. ?Que verguenza! ?Os dais cuenta del trabajo que voy a tener para limpiar todo esto? Nunca en mi vida habia visto un desastre tan…

Una almohada salio disparada desde la cama dejando una estela de plumas por toda la habitacion para ir a estrellarse contra su cara. Habia sido arrojada por el diablillo de uno noventa que se reia abrazado a su hija.

A las once de la noche el mismo diablillo reaparecio en su habitacion de la torre. Medio rezando para que no apareciera, medio deseando que lo hiciera, Bree se habia puesto el sujetador, unas braguitas y un camison que se abotonaba hasta el cuello.

No hubo ni plumas ni alboroto en su habitacion, aunque Simon habia llevado un juguete. Lo oyo dejarlo en el suelo pero no se dio cuenta de que era un cassete hasta que lo puso en marcha.

Simon la cogio de las manos y la obligo a salir de la cama antes de que ella pudiera reconocer la musica. Era la banda sonora de «Dirty Dancing».

Simon se echo sus brazos al cuello y la atrajo hacia si. Ella intento resistirse pero sabia que era imposible. Se movieron en la oscuridad a medias bailando y a medias haciendo el amor al ritmo de la musica sensual. Ella lo habia sonado. Habia sonado bailar en la oscuridad, no con el Courtland de la vigilia ni tampoco con su fantasma nocturno, sino con la mezcla de los dos, con el hombre que podia ser.

Al rato, su camison cayo al suelo. La ropa interior sufrio la misma suerte. Siguieron bailando desnudos, acariciandose, excitandose hasta que ninguno de los dos pudo soportarlo.

Bree se abrazo desesperadamente a el cuando la tumbo sobre la cama. Cada sonido, cada textura tenia su nombre en la oscuridad. Despues del climax, cuando yacia tremula y satisfecha entre sus brazos le oyo susurrar.

– Bree.

– ?Ssst!

Todas las noches intentaba hablar con ella. La respuesta era siempre la misma. No queria pedirle nada mas. No queria que se pronunciaran ni palabras ni promesas de amor.

En esa noche en especial le dolia. Siempre habia querido ser sincera con el pero sabia que no lo podia entender. Simon no tenia que vivir con lo que ella habia pasado. En todas aquellas malditas ocasiones, habia confundido necesidad con amor.

Delante de sus ojos, Simon estaba redescubriendo la alegria, la vida, la pasion. Ironicamente era lo que mas le afectaba. Cuando mas placenteras fueran sus noches mas dolorosa seria la verdad. En cualquier momento, Simon se daria cuenta de lo que ella ya sabia, cuanto mas cambiara menos la necesitaria.

– ?Estas segura de que voy a estar guapa?

– Muy segura.

Para Bree era dificil hablar con un peine en la boca, pero mas dificil era trenzarle un mono fuera de la casa en una tarde ventosa. Una y otra vez, mojaba el peine, humedecia el pelo y seguia trenzando.

– ?Tiene que ser el pelo muy largo para que quede bonito?

– Esa es una pregunta que las mujeres nos hemos hecho desde el comienzo de los tiempos. Yo creo que en tu caso no sera mucho.

– Es que estoy cansada.

Bree no se atrevio a reirse. Hacerle un peinado tan complicado a una nina de cuatro anos era un verdadero acto de amor dado la brevedad de su duracion.

Aquella manana habia salvado a un Simon que grunia cuando la pantalla de su ordenador se habia quedado en blanco. Estaba sonriente, radiante porque habia encontrado la solucion a su problema de ingenieria. Pero por desgracia habia pulsado el boton incorrecto.

Bree habia salvado la situacion con una sonrisa.

– Me habias jurado que no sabias nada de ordenadores ni de negocios -la habia acusado el.

Otro acto de amor. Bree los atesoraba para cuando llegara la desesperacion. Intentaba no pensar en los pocos dias que le quedaban para marcharse. Intentaba saborear cada segundo.

Se fraguaba una tormenta, notaba el sabor del aire en la boca. El viento soplaba sobre los arbustos que parecian mas grandes y verdes que el dia anterior. Las colinas erosionadas surgian ante la vista con colores metalicos y terrosos. Alli habia espacio para que respirara el alma, libertad para que una mujer creciera y trabajara a su propio modo.

Bree suspiro. ?Como podia marcharse? ?Como podria dejar a Simon? Sus preguntas no tenian respuestas faciles.

– Oye, Bree. He sido todo lo buena que he podido pero llevo sentada aqui un millon de horas. ?No has acabado?

«?Como vas a dejarla?», se pregunto.

– ?Vaya! ?Es esta la misma nina que me ha suplicado que la peinara? Solo falta un minuto. Trabajo lo mas deprisa que puedo.

– ?Oh, no!

– ?Oh, no! ?Que?

– ?Oh, no! Ahi viene mi mama. Viene a por mi, Bree.

Bree sujeto la trenza con una goma y se levanto. Se acercaba una ranchera blanca.

– No puedo ser tu mama. Aun faltan muchos dias. Ademas, no ha llamado. Aunque hubiera vuelto de sus vacaciones antes de lo que pensaba habria llamado.

No pudo seguir hablando. Se le formo un nudo en la garganta cuando el coche se detuvo y descendio una mujer rubia y alta.

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