Andreas cerro los ojos, preocupado por lo que acababan de hacer sus hombres.

– La habeis secuestrado.

– No habia otra opcion -respondio Georgios con firmeza-. No habia manera de que nos escuchara. Hemos estado todo el vuelo intentando explicarle que solo queria verla, pero estaba demasiado furiosa como para escuchar. Incluso mordio a Maris.

– ?Forcejeasteis con ella?

– No queria venir, claro que tuvimos que forcejear.

Andreas tomo aire. La habian secuestrado… ?Que pensaria Holly? Y si salia a la luz… Un principe de la casa real de Karedes secuestrando a una australiana; la habia sacado de su pais en contra de su voluntad…

– ?Le habeis hecho algun dano? -pregunto, sin apenas creer lo que decia.

– No -respondio Georgios a la defensiva-. Tenemos ordenes. Aunque se ha revuelto como una gata salvaje.

– No me importa lo que haga ella -replico Andreas, consternado ante el resultado que habian dado las ordenes de Sebastian-. No se os ocurra hacerle dano. No es mas que una chiquilla.

– Es una mujer -lo corrigio Georgios-. Una mujer hecha y derecha, con algo de tigresa.

Andreas penso en la Holly que habia dejado hacia diez anos. Ya a los diecisiete anos tenia mucho caracter.

El habia pasado entonces seis maravillosos meses en la propiedad de los padres de Holly, adentrandose en la vida del interior desertico de Australia antes de dedicarse por completo a sus obligaciones como principe. Era el deseo de un joven que su padre, el rey Aegeus, le habia concedido a reganadientes. Su relacion con Holly habia nacido de la nada y se habia convertido en verdadera pasion. El deseaba desesperadamente que la relacion continuara, pero Holly habia sido fuerte por los dos.

– Tu no perteneces a mi mundo, ni yo al tuyo -le habia dicho ella tajantemente mientras Andreas la abrazaba por ultima vez despues de decirle que no podria marcharse-. Tu vida esta en Aristo. Alli te necesitan y estas prometido en matrimonio con una princesa. No lo hagas mas dificil de lo que ya es para los dos. Vete, Andreas.

Eso habia hecho. Se habia ido intentando olvidar la expresion de dolor que habia visto en el rostro de su amada, las lagrimas que habian inundado sus ojos… Tambien el habia estado a punto de echarse a llorar, pero sabia que Holly tenia razon. El era un principe prometido a una princesa, y ella tenia unos padres ya mayores a los que debia cuidar al tiempo que se forjaba una carrera como profesora en la Escuela del Aire. Holly y Andreas pertenecian a mundos diferentes.

Y eso habia sido todo. Durante diez largos anos, habia intentado no pensar en ella, durante un tumultuoso matrimonio que habia terminado en un complicado divorcio; durante sus obligaciones como principe y durante la vida que llevaba en aquella jaula de oro que era la realeza. Su vida estaba enteramente al servicio de la Corona, una Corona que habia proteger a toda costa.

Una Corona que ahora Holly estaba poniendo en peligro, consciente o inconscientemente.

– Traedla de inmediato -ordeno bruscamente al recordar todo lo que estaba en juego-. Traedla directamente al palacio.

– Podria haber problemas -respondio Georgios precaucion.

– ?Que clase de problemas?

– Ya le he dicho que no esta… tranquila -explico- No podemos estar seguros de que no vaya a ponerse a gritar.

– ?Por que habria de hacerlo?

Un nuevo silencio. Era evidente que Georgios sabia que era una pregunta estupida.

Bueno, quiza lo fuera. Si la habian llevado hasta alli en contra de su voluntad y si seguia siendo la Holly que el conocia…

– Me reunire con vosotros en el aeropuerto -anuncio Andreas.

– Pero no en la pista principal -se apresuro a decir Georgios-. Tiene que hablar con ella en privado. Si es que ella quiere hablar con usted.

– Claro que querra -aseguro con tristeza.

– Puede ser -respondio Georgios-. ?Cuanto tiempo hace que no la ve?

– Diez anos.

– Entonces quiza haya cambiado -dijo, y luego anadio algo mas con un claro tono de admiracion-. Puede que haya aprendido a luchar.

– Ya sabia hacerlo hace diez anos.

– ?Y conseguia ganarla entonces? -pregunto Georgios timidamente-. Con todo respeto, Alteza… Hay que ser muy fuerte para sujetarla. ?Podra hacerlo?

Estaban aterrizando.

Holly habia dejado de protestar hacia ya tiempo. En cuanto la habian metido en el avion y habian levantado el vuelo, habia tenido que aceptar que no servia de nada luchar y se habia encerrado en un digno silencio, o al menos eso esperaba que pareciera.

Porque lo cierto era que no se sentia nada digna. Iba vestida con unos vaqueros viejos y una camisa llena de polvo, el mismo polvo que le apelmazaba la melena rizada. Se habia lavado la cara en el lavabo del avion, pero no tenia ni un poco de maquillaje con el que disimular las ojeras; estaba agotada y temerosa.

No, nada de temor. Por nada del mundo iba a dejar que esos brutos creyeran que tenia miedo.

Claro que quiza no fuera a ellos a los que debia temer. Era Andreas el que habia ordenado que la llevaran alli, quisiera o no.

Diez anos atras habria estado encantada de acudir. Entonces lo habria seguido hasta el fin del mundo. Se habia enamorado tanto de el que se lo habia dado todo. Y le habria dado mucho mas. Se habia dejado llevar por la pasion y por el deseo de encontrar una vida fuera de los limites de la granja de sus padres. Andreas habia irrumpido en su monotona existencia con su belleza oscura y misteriosa y con las mismas ansias de formar parte del mundo de Holly que ella tenia de formar parte del de el. Por supuesto que se habian enamorado.

Despues, durante el terrible dolor que le habia provocado su marcha, Holly habia llegado a pensar que aquel habia sido el motivo por el que sus padres habian organizado la estancia de Andreas. Sabian que los dos jovenes se sentirian atraidos. Sus padres siempre habian sonado con la realeza, pero el tener como huesped a un joven principe teniendo una hija tan impresionable, sin duda habia sido peligroso.

Quiza habian creido que habia la posibilidad de que aquello terminase en matrimonio. ?Quien sabia? Lo que si sabia era que sus padres habian acabado con algo distinto de lo que habian esperado en un principio.

Habian acabado con su unica hija desconsolada, con el corazon hecho pedazos.

Y un nieto cuya existencia desconocia el padre del nino. Un nieto que ahora estaba muerto.

«No pienses en Adam», se dijo a si misma mientras el avion comenzaba a descender. «No se te ocurra llorar».

Parpadeo varias veces y fijo la mirada en el exterior. Estaban ya en el reino de Adamas, el hogar de Andreas.

Adamas estaba compuesto por dos grandes islas: la lujosa Aristo y las deserticas tierras de Calista. Andreas le habia contado tantas cosas sobre aquellas dos islas que Holly tenia la sensacion de conocerlas. En otro tiempo habian sido un solo reino, gobernado por la Casa Real de Karedes, pero habia acabado dividido en dos islas por culpa de las disputas entre hermano y hermana.

El padre de Andreas gobernaba Aristo y Andreas, que era uno de los tres principes, lo ayudaba en las tareas de gobierno. Andreas estaba casado; la boda habia tenido lugar poco despues de que el volviera de Australia. Holly lo sabia porque el relato de la ceremonia se habia publicado incluso en las revistas que vendian en la tienda de Munwannay. Ella lo habia leido y habia llorado inconsolablemente. Despues de eso, habia evitado cualquier publicacion en la que pudiera aparecer su nombre, pero imaginaba que ahora tendria ya una buena coleccion de hijos.

?Por que la habria hecho ir?

Quiza estaba aburrido de su matrimonio, penso. La idea le habia pasado por la cabeza durante el vuelo, la imaginacion estaba jugandole una mala pasada. Andreas llevaba casado ya mas de nueve anos, tiempo suficiente para cansarse de una esposa, especialmente de una mujer que habian elegido otros por el. Quiza hubiera recordado la pasion que los habia poseido y que habia hecho que se olvidaran de cualquier precaucion.

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