de la cabeza, con unos largos pendientes de diamantes que le caian casi hasta los hombros, mientras el vestido azul marcaba seducto- ramente las curvas de su cuerpo.

Tahira penso en sus pequenos pechos y estrechas caderas. Mientras contemplaba a la pareja, el principe heredero dijo algo y Billie se echo a reir. Tahira sonrio, como si hubiera escuchado la broma. Billie siempre sabia que decir.

– Quiero ser como ella -dijo, con intensidad, dudando de que fuera posible.

– ?Como quien?

Tahira giro en redondo y vio a un hombre detras de ella. Por un momento su mente se quedo en blanco, pero enseguida reconocio a Doyle, el hermano de Billie.

– Me has asustado -admitio, llevandose una mano a la garganta.

– Perdona. Te he visto aqui escondida y he venido a ver por que no bailas.

?Bailar? Tahira hizo una mueca. Aunque habia tomado lecciones del baile y ensayado con otras chicas del colegio, el baile con el principe Jefri habia puesto de manifiesto que bailar con un hombre era muy diferente a bailar con sus amigas.

– Ya he bailado -dijo-. Una vez.

– Claro, con tu prometido. Pero con nadie mas.

– Nadie me lo ha pedido, y no estoy muy segura de…

Sin dejarla a terminar, Doyle la tomo de la mano y la acerco a el.

– Aun no estas casada, ?verdad? Asi que no me decapitaran por bailar contigo.

Doyle tenia unos ojos maravillosamente azules, penso ella, como el color del mar de los arrecifes de coral de la isla. Un azul profundo que parecia llamarla y susurrarle sus secretos.

– ?Tahira?

– ?Que?

El sonrio y a ella le dio un vuelco el corazon.

– No has respondido a mi pregunta.

Tahira parpadeo.

– ?Que quieres saber?

– ?Puede una hermosa futura princesa bailar con un atractivo desconocido?

Tahira se echo a reir, y se sonrojo. Ella no era hermosa, pero le gusto oirlo.

– No eres un desconocido -dijo ella-. Eres el hermano de Billie.

– Lo dices como si eso te hiciera sentir segura.

– Asi es.

La expresion de Doyle se ensombrecio.

– No lo creas ni por un momento, princesa. Puedo ser un hombre muy peligroso.

Sus palabras la hicieron estremecer, pero de excitacion mas que de temor.

– No soy una princesa -por una vez, Tahira no queria pensar en ello-. Con el tiempo, pero por ahora solo soy una chica normal y corriente.

– ?No una mujer?

Tahira se sonrojo otra vez y agacho la cabeza. Doyle le tomo la barbilla con la mano y le alzo la cara.

– Perdona. No queria hacerte sentir incomoda. Ven, baila conmigo -le dijo tirando suavemente de ella.

Despues la rodeo con sus brazos y la movio al ritmo de la musica.

Tahira no sabia que pensar, ni que sentir. Nunca habia estado tan cerca de un hombre. Solo del principe Jefri, pero el la habia mantenido tensamente separada de el, mientras que Doyle la pegaba a su cuerpo calido y acogedor, sujetandola con una mano por la cintura mientras con la otra le envolvia los dedos y los apretaba sobre el pecho.

Doyle era alto pero no demasiado. A ella le gustaba su fuerza, y a su lado se sentia pequena y fragil.

– Piensas demasiado -protesto el, con una sonrisa-. Se supone que tienes que estar tan abrumada por mis encantos que solo puedes pensar en mi.

– ?Como sabes que no estoy pensando en ti? – respondio ella, sin pensar.

– ?Senorita Tahira, nadie me ha dicho que eras una coqueta! -exclamo Doyle, fingiendo estar es¬candalizado-. ?Tambien ensenan eso en el convento?

?Ella? ?Una coqueta? ?Era posible?

– En absoluto -dijo ella, sonrojandose-. Las hermanas no lo aprobarian.

Doyle bajo la cabeza hasta pegar los labios al lobulo de su oreja.

– No tienen que enterarse -susurro el, rozandola con los labios al hablar.

El roce de su aliento la hizo estremecer, y la sensacion le gusto. Doyle la apreto un poco mas contra el.

– Hueles maravillosamente. ?Que perfume usas?

Tahira se aparto unos centimetros y lo miro con expresion inocente.

– Ninguno.

En aquel instante, la expresion masculina cambio y sus ojos brillaron con un destello que Tahira fue incapaz de descifrar.

– No me digas eso, princesa -dijo el, en voz baja.

– No lo entiendo. ?Que tiene de malo que no lleve perfume?

– Ninguna mujer deberia oler tan bien sin perfume.

– Oh.

Tahira no tenia ni idea de a que se referia. ?Estaria enfadado? Hablar con los hombres era mas dificil e incomprensible de lo que habia imaginado, aunque con Doyle se sentia mucho mas relajada que con el principe.

Bailaron en silencio unos minutos y despues Doyle dijo:

– ?Vas a casarte con el?

– ?Que?

Tahira levanto la cabeza y vio al principe Jefri bailando a pocos metros de ella. Volvio la cabeza para no verlo.

– Claro. Me ha hecho un gran honor pidiendo mi mano en matrimonio.

– ?Y lo ha hecho?

Tahira lo miro sin comprender.

– ?Si ha hecho que?

– Ponerse de rodillas y jurar que te amara y te honrara hasta que la muerte os separe,

– Oh, no, asi no.

En realidad no le habia dicho nada. Una manana, las monjas le dijeron que era hora de dejar el convento. Ella, obediente, recogio sus cosas y alguien fue a buscarla para llevarla al palacio.

– Me lo dijo el rey.

– Oh, que romantico.

– Es un matrimonio de conveniencia. Es un honor que me hayan ofrecido a uno de los principes.

Doyle la contemplo durante unos segundos.

– Tahira, no eres una mercancia. Nadie puede comprarte o venderte. No entiendo como alguien como tu puede venderse por tan poco.

– ?Alguien como yo?

– Eres dulce y divertida, ademas de muy bonita, que demonios. Y no veo que tengas que sentirte tan honrada por ser aceptada por alguien como el. Podrias tener algo mucho mejor.

Dos cosas atrajeron la atencion de Tahira. Primero, la vehemencia de Doyle, algo que la sorprendio muy agradablemente. Nunca habia oido hablar a nadie asi. Y en segundo lugar, sus palabras.

– Es un principe. No encontrare a nadie mejor.

– Puedes casarte por amor.

?Amor?

– Lo amare, con el tiempo.

– ?Como lo sabes?

Nadie le habia planteado aquellos interrogantes antes.

– Lo se. Las cosas son asi.

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