Siempre habia sido asi. Siempre habia sabido que existia la posibilidad de casarse con uno de los hijos del rey. Y siempre habia esperado que el sueno se convirtiera en realidad. Si, al principio su esposo y ella serian dos desconocidos, pero con el tiempo se enamorarian.

La musica termino y Doyle la llevo fuera de la pista de baile.

– Las cosas no son tan claras. Estas jugandote tu futuro a algo que puede ocurrir o no. ?No preferirias enamorarte primero y casarte despues? Podrias explorar el mundo. Trabajar. Vivir.

En boca de Doyle todo parecia posible, pero ella sabia que no lo era.

– Voy a casarme con el principe.

– ?Por que?

– Porque es mi obligacion.

Al escuchar las palabras de su boca, Tahira se llevo la mano a la boca y lo miro.

– No, no lo es -dijo el.

– No lo entiendes -dijo ella, sintiendo que empezaban a arderle los ojos.

– Si que lo entiendo. Ven. Vamos a bailar otra vez.

Tahira quiso alejarse, pero el le tomo la mano y la llevo otra vez a la pista de baile.

?Su obligacion? No, ella siempre habia querido casarse con el principe. Toda su vida.

– Deja de pensar -le susurro Doyle al oido, pegandola a el.

Tahira se relajo contra el cuerpo masculino y poco a poco su mente se tranquilizo y solo quedaron la musica y el hombre.

Desde las sombras, Jefri observaba a Tahira bailar con Doyle. Llevaban juntos casi una hora. Intento sentirse celoso, pero no pudo. Lo unico que tenia eran remordimientos cada vez que la oia reir.

Cuando estaba con el, Tahira nunca reia, ni siquiera sonreia, y apenas hablaba. Sabia que la culpa era suya, por no haber intentado establecer una relacion mas agradable y fluida con ella. Habia estado demasiado ocupado culpandola por no ser Billie.

Ahora Billie estaba bailando con el primer ministro britanico, que en aquel momento echaba la cabeza hacia atras y se reia con ella.

Los celos se apoderaron de el. Sintio ganas de cruzar el salon y arrancarla de sus brazos. Queria insistir en que nadie bailara con ella, ni hablara con ella, ni la tocara. Solo el podia tener esos privilegios. Pero era un deseo imposible. Estaba comprometido con otra.

Miro a las dos mujeres. Tan distintas, penso. No tenian nada en comun. Si pudiera elegir…

Pero no podia. Su padre habia elegido a Tahira para el, porque el se lo habia pedido, y la situacion ya no tenia vuelta atras.

Capitulo 13

No habia pensado en disenar mi propia ropa – comento Tahira mientras extendia la tela-. Cuando Billie me lo menciono ni siquiera sabia por donde empezar, pero las hermanas me ensenaron a coser hace anos y en el bazar he podido comprar unas telas maravillosas. ?Que te parece esta?

Jefri miro el rollo de tela roja con hilos dorados entretejido que habia extendido sobre la mesa de centro.

– Es muy bonita -dijo, sin saber que decir.

– No te gusta -dijo ella, bajando la cabeza-. Piensas que es una tonteria.

– No, en absoluto -le aseguro el, tratando de no herir sus sentimientos, aunque lo cierto era que no veia el momento de salir de alli.

– Billie me dijo que es importante que encuentre algo que me guste -continuo ella-. Algo que hacer mientras tu te dedicas a tus responsabilidades de gobierno. No me estoy quejando, por supuesto. Nunca me quejaria.

Cierto. Tahira nunca se quejaria, ni nunca diria nada en contra de las opiniones de su prometido. Era obediente y amable, y en el mes que habia pasado desde la cena de gala Jefri habia llegado a la conclusion de que no le quedaba otro remedio que mantener su palabra y conocerla mejor.

Peor aun, Tahira y Billie se habian hecho amigas, y cada vez que estaba con la joven destinada a ser su esposa, Tahira no hablaba mas que de su admirada Billie.

– Me alegro de que hayas encontrado algo que te interese -dijo el.

– Mi unico interes es complacerte.

– Por supuesto.

– ?Deseas algo mas de mi?

– No.

Mientras la joven continuaba explicando lo que queria hacer con aquellas telas, Jefri recordo el entrenamiento de aquella manana. Habia durado cuatro minutos contra Billie, y al encontrarse de nuevo en la pista ella lo felicito.

– Has mejorado mucho.

– Pensaba que algun dia seria lo bastante bueno como para ganarte-reconocio el.

– Nadie llega a ser tan bueno -dijo ella, y le sonrio.

Durante el fugaz momento que duro la sonrisa, el mundo habia sido perfecto. Pero enseguida ella le dio la espalda y se alejo, como si no lo conociera. Como si nunca hubieran sido amantes.

Jefri entendia su necesidad de alejarse de el. El dolor de desear y no poder tener era demasiado intenso. El continuaba sonando con ella, y habia noches en las que sentia el impulso de llevarsela lejos de alli y desaparecer para siempre con ella. Deseaba llevarsela al desierto y vivir alli siempre, felices y alejados del mundo.

– Disculpa -dijo de repente, interrumpiendo la frase de Tahira, a la que no estaba escuchando.

– Oh, si. Claro -parpadeo ella, un poco perpleja.

Jefri salio de la habitacion y se dirigio al despacho de su padre, en una de las alas opuestas de palacio. Alli, el rey de Bahania estaba sentado en un sofa junto a la ventana.

– Que sorpresa -dijo el rey, en tono alegre-. ?Que puedo hacer por ti, hijo mio?

Jefri aspiro profundamente.

– No puedo casarme con Tahira, padre. Lo he intentado. Durante el ultimo mes he pasado tiempo con ella, he intentado conocerla. Hemos paseado juntos, incluso hemos ido de picnic a la playa. Es una joven encantadora con todas las cualidades que pedi.

El rey fruncio el ceno.

– ?Entonces cual es el problema?

– Estoy enamorado de otra mujer.

Jefri guardo silencio antes de continuar. El rey espero.

– De Billie.

– Entiendo.

Jefri no podia adivinar que era lo que su padre estaba pensando y se apresuro a explicar que Tahira y el nunca podrian ser felices, que la joven debia buscar su propio camino y estudiar una carrera si asi lo deseaba.

– Ademas, no me ama -concluyo.

– ?Como lo sabes? ?Se lo has preguntado? ?Vas a romperle el corazon y destruir su vida?

Algo en la actitud de su padre le hizo pensar que el rey trataba de decirle algo, aunque no claramente. Algo sobre Tahira que el desconocia.

– No puedes dejarla asi -insistio el padre-. Arruinarias su reputacion.

Irritado, Jefri se puso en pie.

– Encontrare otra manera.

El rey no dijo nada, y el principe salio del salon bajo la atenta mirada de su padre. Cuando la puerta se cerro tras el, el soberano sonrio.

– Todo despejado -dijo-. Ya puedes salir.

Algo se movio detras de un sillon orejero. Dos ojitos castanos miraron a un lado y a otro con precaucion.

– Ya se ha ido -dijo el rey, dando unas palma-ditas en el sofa a su lado.

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