como recordar la dicha y saberla perdida. Es ese vacio doloroso lo que arde en los tristes ojos de Lucia Zarate. ?Te acuerdas de la foto? Se la ve tan sola de pie sobre la mesa, anorando sin esperanza a su gigante. Porque ella sabia, lo mismo que yo se, que no hay marcha atras en la desgracia ni alma gemela que pueda romper este cerco de hierro y pesadilla. Y que ahora solo vamos a horcajadas de nuestra propia muerte.”

El estanque de la fuente tenia un reborde de hormigon, gris y rasposo y lo suficientemente ancho para que resultara comodo sentarse sobre el. Era ahi donde yo me instalaba a cumplir las largas horas de mi espera, contemplando la linea descendente de la calle y el pasar de las gentes. Llegue a aprenderme todas las manchas y las grietas de las viejas casas de alrededor, desconchones con forma de perro, de palmera, de molino; y estudie como el sol iba coloreando la acera en su camino por el cielo, como husmeaba entrando y saliendo en los portales, como resbalaba desdenoso por las paredes sucias e iluminaba el pez de piedra falsa que nadie coloco en el centro del estanque y que ya estaba definitivamente roto, partido por la mitad y ensenando los alambres de hierro de sus tripas.

Un dia estaba alli sentada, despues de comer, a la hora de la siesta, cuando el sol pesaba y el Barrio dormia. Estaba alli yo sola, perezosa; nada se movia en esa hora quieta, ni siquiera los papeles arrugados que se habian acumulado en el bordillo. Medio adormilada, deslumbrada de luz, lo vi aparecer ahi abajo, al final de la calle vacia; todo el tenia un color azulado y brumoso porque estaba en el lado de la sombra, y el sol, que se hincaba en el empedrado un metro mas alla, era demasiado cegador. Subia el hombre por la acera con paso regular, envuelto en su oscuridad y en una rara calma. Desde el primer momento que lo vi, aun estando tan lejos, supe que no era del Barrio. No se altero mi pulso, no respire mas fuerte. Todo estaba escrito y en mi cabeza no cabia ninguna ansiedad, ningun pensamiento. En ese instante yo era tan solo unos ojos que miraban, y mis pulmones, mi corazon, mis rinones, mi cerebro, mi higado; todas las demas partes de mi cuerpo no eran sino el tranquilo soporte organico de esa mirada fija.

Subia y subia y yo empezaba ya a escuchar el repicar de sus pies en el silencio. Un hombre grande, ahora lo veia yo, grande y azul, baflado por la sombra. Estaba ya a la mitad de la calle y el tambien me miraba. No habia nadie mas en el mundo, salvo el y yo. Yo me estaba muy quieta y el hombre avanzaba, sus pisadas resonando como los latidos de un corazon, su altura cada vez mas evidente al coronar la cuesta. Ya estaba muy cerca pero permanecia aun en el lado oscuro de la calle, en esa penumbra liquida de las horas de siesta, y su rostro y su cuerpo eran todavia un fragmento de noche. Un paso, otro mas: ya estaba en la plaza. Dos zancadas mas y atraveso las tinieblas como un cohete y entro en la zona de sol. La luz cayo como una catarata sobre sus hombros y le pinto de arriba abajo de colores: zapatos marrones, pantalones gris claro, jersey color canela. Un hombre alto y delgado, de hombros anchos, brazos y piernas largos, huesos grandes. Y sus ojos: profundos y tranquilos, y siempre mirandome.

Llego frente a mi y se detuvo. Cambio de brazo la chaqueta gris que llevaba en la mano. Yo seguia sentada en el reborde de la fuente y el me contemplaba desde muy arriba. Era a el a quien se parecia Segundo despues de adelgazar, ahora me daba cuenta. Los mismos pomulos marcados, y esa larga nariz que tambien habia tenido dona Barbara. Pero esos rasgos que en Segundo parecian tan pesados y desmedidos, incluso brutales, eran en mi padre firmes y finos. Doblo la cintura y se inclino hacia mi; sus ojos eran azules, y tan dulces.

– Eres tu, ?verdad? -musito suavemente-. Tu tienes que ser Baba.

Se apago y se encendio el sol y el universo crujio con gran estruendo en mi cabeza, recolocandose como se recoloca, con un doloroso tiron, un hueso dislocado. Vi rostros que no sabia que conocia, y una risa de dientes blancos que tintineaba en mi oreja. Habitaciones luminosas, una colcha de flores, una mano de mujer haciendome cosquillas. Oli un olor tibio y unico, el olor de los besos y el cobijo. Recorde por un instante que habia sido feliz y volvi a perder de inmediato ese recuerdo. Me hubiera echado a llorar desconsoladamente, pero no queria que mi padre me creyera una quejica. Trague saliva y dije:

– Si.

– ?Y tu sabes quien soy yo?

– Si.

Me miro de una manera que no se decir, durante mucho tiempo. Luego alargo la mano derecha y toco delicadamente, con la yema de su dedo indice, la bola de cristal que colgaba de mi cuello. Despues subio la mano y paso el dedo por mi mejilla, en un roce suavisimo. Sonrio ligeramente.

– Ahora me tengo que ir -susurro.

– Yo me voy contigo.

Nego con la cabeza, amistoso y tranquilo. Era una presencia enorme sobre mi, una sombra amparadora.

– No puedes venir, tengo cosas que hacer, cosas muy serias.

– Por favor -se me saltaron las lagrimas.

Me miro frunciendo el entrecejo, pensativo, tocandose distraidamente la cicatriz que tenia en la cara: una linea blanca y algo hundida, muy fina, que le cruzaba el pomulo derecho. Te dire lo que vamos a hacer: yo ahora me voy y soluciono mis asuntos, y tu me esperas aqui hasta que yo regrese.

Hipe un poco.

– Mira, te voy a dar algo mientras tanto -dijo mi padre con una alegria un tanto forzada-. Algo curioso…

Saco la cartera y rebusco en ella hasta encontrar una foto pequena que me tendio.

– Toma. Te la puedes quedar ahora y luego me la devuelves… Es una foto de tu abuela…

Yo la guarde en el bolsillo de la falda sin siquiera mirarla y sin dejar de llorar. Mi padre suspiro y se irguio.

– No te pongas asi, Baba. Es solo un rato.

– Vuelve -le pedi.

– Te lo prometo.

Le vi rodear el estanque con su paso seguro, enfilar hacia nuestra calle y doblar la esquina. Antes de desaparecer no se volvio a mirarme: lo considere un mal augurio. Me mordi las unas de una mano reflexionando sobre cual seria el comportamiento mas conveniente para mi. Me mordi las unas de la otra mano intentando convencerme de que mi padre volveria a buscarme. Cuando termine con el ultimo dedo me levante del reborde y fui tras el.

Nuestra calle estaba vacia, pero supuse que habia entrado en el club. Empuje sigilosamente la puerta, abriendo la hoja lo menos posible para que el resplandor exterior del sol no me delatara. Me quede unos instantes en el pequeno vestibulo que formaban las colgaduras de terciopelo pelado y sucio y espere hasta que mis ojos se acostumbraron a la penumbra. Al otro lado se oian unas voces; aparte las cortinas y me cole en el club. Estaba a oscuras salvo las luces generales del escenario, unos focos polvorientos y mortecinos incrustados en el techo. Y en el escenario, bajo esa luz plana y sin nervio, se encontraban discutiendo Segundo y mi padre.

– No fui yo, Maximo, no fui yo.

– Eres un cobarde.

– Te digo que no fui yo. ?Por que no me crees? Fue un accidente. Un cortocircuito.

– Claro. Y el segundo incendio tambien. Eres un cobarde. Y estas loco.

La voz de mi padre apenas si era mas que un penetrante susurro; por el contrario, Segundo gritaba y movia los brazos en el aire; se paseaba nerviosamente por el escenario, aunque sin perder la cara a su hermano, que le miraba recostado contra la pared del fondo. Mi padre estaba palido y su cicatriz era aun mas blanca, como una livida y fina linea que le cruzaba el rostro. La cicatriz de Segundo, en cambio, estaba hinchada y brillante, enrojecida. Era un anadido monstruoso en su cara, como si llevara un re- pugnante ser viscoso, un informe organismo marino adherido a su mejilla.

– ?Que quieres hacerme? ?Para que has venido? -chillo Segundo con un tremolo de histeria.

– ?Donde esta el dinero?

– ?Que dinero? ?Por todos los santos, Maximo, se quemo!

Recuerda que te vi…:?En el segundo incendio! Se quemo en el segundo incendio.

Mi padre escupio al suelo.

– Me das asco.

_? Por que me tratas asi? ?Por que me habeis tratado siempre asi? No es justo. Y no me conoceis. No me conoces. -Extendio las manos ante si y bajo la voz-: He matado. Yo he matado. Deberiais tenerme mas respeto. Y

Вы читаете Bella y oscura
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×