– Han detenido a la mujer del Portugues?

Rita me miro con sorpresa:

– ?Pero no te enteraste? Fue hace ya unas semanas… Poco despues de que tu tio regresara y de que se escapara ese mal nacido… Pero si no se hablaba de otra cosa en el Barrio… ?Entonces no sabes nada?

Dije que no con la cabeza. Rita se mordisqueo el labio inferior y se me quedo mirando con gesto pensativo, dudando si contarme la historia o no. Espere pacientemente, convencida de que al final me lo diria todo. Le gustaba demasiado hablar para poder callarse.

– Pues es una cosa horrible, luego no vas a poder dormir si te la cuento. Pero bueno, asi es la vida, mejor es saberlo todo y no que luego te pille inocentona y tonta un desalmado. El caso es que se fue el Portugues y unos dias despues se llevaron a la comisaria a la Portuguesa. Parece que alguien les habia denunciado porque el nino que tenian, te acuerdas, un bebe de ano y pico, pues el nino habia desaparecido, ya no estaba. Y buscaron al crio por todas partes y al final la mujer confeso que lo habian matado; y que lo habian enterrado este verano en las eras abandonadas que hay junto al parque nuevo. Lo hicieron precisamente el dia que se inauguro el parque, cuando vinieron todos los figurones de la ciudad, ?te acuerdas de eso? Y fueron al lugar que decia la mujer y sacaron los restos; y resulta que lo habian enterrado vivo al pobrecito.

Saco un vaso de debajo del mostrador y se sirvio medio dedo del whisky barato que habia estado trasvasando. Se lo bebio de un trago, tosio y carraspeo:

_La verdad es que esta malisimo… Y tu no sabias nada de todo esto…

– No. No podia contarle, ni siquiera a Rita, lo que habian sido los primeros dias del regreso de Segundo. En la resistencia azul, encima de nosotras, se achicharraron ruidosamente un par de moscas.

– Pues Chico lo sabia, estoy segura. Yo creo que fue,por eso por lo que se marcho de casa. Chico se escapo cuando se entero de lo que el Portugues le habia hecho a su hijo. Digo yo que penso que Segundo podria hacerle a el lo mismo. Una tonteria, porque nadie entierra vivo a un chico grande, arma mucho ruido. Solo se entierra vivos a los bebes.

Rita cogio el tarro de barras de regaliz negras y rojas y empezo a revolver y a sacar los pedazos rotos, los grumos y munones de la pasta dulce, errores de fabrica que siempre venian con cada envio. Hizo un montoncito en el mostrador delante de ella.

– Luego la mujer explico que el hombre la habia obligado a hacerlo, porque pensaba que el nino no era suyo: manias de esas de hombres locos y malos. Ahora por lo visto la que esta loca es ella, y no me extrana. Me han dicho que han cogido al Portugues en no se que ciudad y que esta en la carcel. Espero que en prision le claven un hierro en el culo. Y no digo mas porque no quiero. De todas maneras el Portugues no ha debido de pasarlo muy bien con el comisario, ?sabes cual te digo?, el de los pelos grises. Porque dicen que el tipo este ha tenido un monton de problemas por dejar destrozados a los detenidos. Le llaman el Martillo.

Empujo hacia mi los recortes del regaliz. -Y por eso, por lo violento que es y por todos los problemas que ha tenido, es por lo que le han destinado al Barrio. Anda, coge los dulces y marchate, que te deben de estar esperando en casa. Tiene su gracia pensar que para el comisario somos un castigo.

Desde que la abuela murio, Segundo no habia salido de casa. A menudo bajaba al club y se encerraba durante horas en el camerino; pero jamas volvio a pisar la calle. Ya no hacia su numero de ilusionismo junto con la enana y el club permanecia cerrado dia y noche: por lo visto, y para mi sorpresa, el local era nuestro.

– Tu crees que le esta haciendo efecto el embrujo de alifio que le hicimos? -le preguntaba Amanda a la enana, en un susurro, llena de esperanzas.

Porque Segundo estaba desconocido, silencioso y ausente. Apenas si comia y en poco tiempo adelgazo de manera notable. La ropa le colgaba de los hombros, que ahora se le veian picudos y abrumados, y le hacia grandes bolsas cuerpo abajo. Se pisaba los pantalones, porque se le caian; y la cara habia perdido su consistencia carnal y la fuerza animal que tenia antes. Ahora la delgadez le habia tallado en el rostro unos pomulos altos, y los ojos ardian grandes y muy oscuros sobre una nariz mucho mas larga. Segundo ya no se parecia a si mismo, sino mas bien a otro: quiza a su padre muerto, en aquel retrato de ojos muy abiertos que tenia la abuela sobre la mesilla y que se quemo en el incendio.

– Dime, ?tu crees que esta bajo mi influjo? -insistia Amanda.

Y la enana observaba a Segundo con ojo critico y contestaba:

– No. No es eso. Es que esta esperando. Asi pasaban los dias y esperabamos todos; Segundo y yo, a mi padre; Amanda y Chico, a que Airelai reuniera el dinero para poder irse; la enana, la llegada de su buena Estrella. Los dias transcurren lentos y pegajosos para el que espera; las horas se adhieren las unas a las otras en un revoltijo sin color y lo unico que queda en la memoria es la escocedura del deseo. Por eso apenas si recuerdo nada de aquellos dias finales: son una nube gris en mi pasado. Y si miro hacia entonces solo me veo de una manera, siempre igual: en la plazuela junto a casa, sentada en el reborde de la fuente a medio terminar que tanto le gustaba a la abuela, vigilando el extremo de la calle y con- templando como daban la vuelta a la esquina los minutos.

Por las noches apenas si dormia. Me metia en la cama y apagaba la luz, y era como si se hubiera encendido un neon dentro de mi cabeza. Imposible cerrar los ojos, imposible descansar: los nervios de mi cuerpo eran hilos de fuego. Me agarraba al borde de la estrecha cama, boca arriba, y la oscuridad daba vueltas frente a mi. Me faltaba algo, me perseguia algo, me dolia algo. Fueron dias tensos y noches angustiosas, las noches y los dias de los ultimos tiempos.

Fue entonces cuando empece a escaparme de casa mientras todos dormian. Esperaba a que Chico se perdiera en la respiracion profunda de los suenos y entonces me vestia a tientas con las ropas que habia dejado a los pies de la cama. Salia de puntillas: el pasillo estaba tan oscuro que no se advertia ninguna diferencia de vision si cerrabas los parpados. Pero yo me conocia de memoria todos los rincones y todos los pasos; y los baldosines que bailaban y tintineaban, para asi evitarlos. Abria la puerta y me llevaba la llave que Amanda siempre dejaba puesta por el interior en la cerradura, para que asi no pudiera forzarse la entrada con una ganzua. Bajaba luego las escaleras interiores y llegaba ahi la peor parte: atravesar el club cerrado y salir a la calle. Seguia sin verse nada, ni la sombra de los dedos puestos a un palmo de la cara; pero yo sabia que ahora en torno a esas tinieblas se extendia la lobrega enormidad del club, asi como antes solo me rodeaba la seguridad del pasillo de casa. Y en ese espacio inmenso e inmensamente oscuro cabian miedos muy grandes. Cruzaba entonces las sombras sin respirar y a toda prisa, hasta que al fin conseguia alcanzar la puerta del club y salia a la calle, al alivio del aire libre y de la luz de las farolas.

Ya no me daban miedo ni la noche ni la calle; o tan solo me producian un miedo relativo, el miedo sabio y necesario de la supervivencia. Recordaba mi llegada al Barrio con Amanda y el panico de esas puertas rojas y esas luces, de esos hombres bisbiseantes que parecian dispuestos a devorarnos. Ahora yo les conocia a casi todos por su nombre: ese era el Mico, aquel que estaba cojo el Margarita, este de la nariz tan grande y toda llena de pelos Paco Pipas. Y ahora sabia que eran en efecto peligrosos, hombres malos y locos, como diria Rita; pero tambien hombres con unas costumbres y unas normas que generalmente respetaban. Yo estaba dispuesta a cumplir todas las reglas, si me los encontraba: a ser humilde y obediente. Pero sobre todo procuraba que nadie me viera. Era pequena y flaca y sabia como escurrirme entre las sombras.

Vagabundee asi algunas madrugadas, vigilando siempre el horizonte por si veia llegar a un forastero. Recorria las calles principales, las de paso obligado para cruzar el Barrio; y cuando el cielo empezaba a destenirse en una linea de sucio color gris junto a los tejados, me volvia a casa y a la cama. Y entonces si dormia, con un sueno como la muerte, sin imagenes.

Siempre evite la calle Violeta, la de los resplandores en las ventanas, que arrancaba de manera perpendicular, rechoncha y corta, de una de las calles principales del Barrio. Airelai, Amanda y la abuela me habian prohibido que la pisara, y no la pise durante muchas noches. Pero dona Barbara habia muerto, la casa se habia quemado, Segundo ni tan siquiera nos miraba. Quiero decir que el mundo habia cambiado tanto que las antiguas prohibiciones estaban empezando a parecer demasiado antiguas. Una noche llegue al limite de esa calle secreta y atractiva y sin pa- rarme a pensarlo di un paso adelante, y despues otro mas. Me detuve, mire a mi alrededor y comprobe que ya me habia internado algo asi corno un metro en la calle Violeta. Que no se llamaba de verdad Violeta: lei la chapa municipal clavada a la pared y ponia Calle de la Jara. Las ventanas iluminadas empezaban unos cuantos metros mas alla; habia algunos coches, no muchos, aparcados junto a las aceras, y bastantes hombres paseando lentamente junto a las ventanas. No me gustaban esos hombres: habia demasiada luz y demasiada gente y me verian, y quiza se enfadaran y me dijeran: «Esta es una calle prohibida para las

Вы читаете Bella y oscura
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×