punado de aire transparente y el un arbol azul que caminaba solo.

Pero entonces la enana me decia que no me preocupara, que cuando llegara el momento mi padre me reconoceria sin problemas, como los lobos siempre reconocen, en mitad del campo helado, a los cachorros perdidos de su propia camada. Y que todos esos temores no eran sino los miedos propios de la espera, fantasmas de la ausencia; ella lo sabia bien, explicaba, porque tambien ella aguardaba a un ser querido; y los dias vacios de la espera caian sobre su espalda como gotas de plomo derretido, dolorosos y lentos. Fue uno de esos dias, poco despues de la muerte de la abuela, cuando Airelai nos conto lo que sigue:

«Yo se bien lo que es que un hombre te desee. Me han deseado muchos con una necesidad que es como la del fuego, que necesita seguir quemando cosas para poder sobrevivir; y asi, quema paja si la tiene cerca, y si no, madera, o tela, o carton; espinos y zarzas, suaves hierbas y helechos, e incluso animalillos vivos que intentan huir de su lengua de brasa. El fuego quema de manera indiscriminada, devora todo lo que pilla; y de ese mismo modo, tan hambriento y tan ciego, me han querido quemar algunos hombres. Pero yo soy incombustible para ese tipo de incendio, son otras las llamas que me prenden.

»Me han deseado muchos y por diversas causas: porque soy un monstruo y porque soy perfecta, porque soy muy vieja o porque parezco una nina. Todos quisieron mi cuerpo y lo han tenido; algunos, mas bestiales y crueles, tambien tuvieron mi dolor o mi miedo. Pero solo un hombre obtuvo mi voluntad y mi tiempo. Aquel hombre me hizo su esclava, porque le ame y le amo. Y la pasion es una enfermedad del alma que te hace perder la libertad irremisiblemente. No hay pasion sin esclavitud; y si quieres a alguien sin ese sentido de derrota, sin esa dependencia ansiosa del ser amado, entonces es que no le amas de verdad. El amor es la droga mas fuerte y mas perversa de la naturaleza; es un mal luminoso, que te engana con sus chispas de colores mientras que te devora. Pero una vez que has conocido la vida febril de la pasion, no puedes resignarte a regresar al mundo gris de la vida sensata.

»Cuando le conoci fue bueno conmigo, lo cual es decir mucho, porque aquel fue un tiempo duro lleno de gentes rudas. Tenia unas manos enormes y huesudas que jamas dejaron su huella sobre mi; lo contrario que su aliento, que me grabo sus iniciales en el alma. Si es que a las liliputienses nos cabe en el cuerpo un alma chica. El nunca me deseo con la ciega voracidad del fuego: estaba conmigo, me hablaba, me escuchaba. Me miraba como si mis ojos estuvieran a la misma altura que los suyos: ha sido el unico hombre que me ha mirado asi. Anduvimos juntos muchos anos; yo trabajaba con el, vivia con el, lo compartiamos todo menos la cama. Pero a mi no me importaba demasiado que faltara esa parte que fuegos poco escrupulosos habian chamuscado. Si estaba con el, y estaba con el muchas horas al dia, me sentia satisfecha.

»Pero un dia algo salio mal y se vio en la necesidad de huir. Yo le vi hacer apresuradamente la maleta, segura de perderle. Las lagrimas corrian por mi cara y no me tome el trabajo de disimularlas, porque estaba convencida de que en su agitacion ni siquiera tendria tiempo de mirarme. Y entonces sucedio algo maravilloso, lo mas bello que jamas me ha ocurrido en toda mi vida: se volvio, me contemplo desde sus alturas inalcanzables y exclamo:

»-?Pero aun no estas lista?»Me he acordado tantas veces de ese momento que su rostro se me borra, desgastado por el uso de la memoria. Pero aun veo el perfil de su cabeza, la sombra de su cuerpo inclinado sobre mi, el brillo de sus ojos entre rasgos brumosos; y todavia siento sobre mi espalda una lengua de fuego, el rayo que me recorrio al oir sus palabras, un relampago de felicidad pura y completa. Creo que levite, flote; y hasta la cruz de Caravaca de mi paladar debio de ponerse incandescente. Todavia hoy, tantos anos despues, me pican tontamente los ojos cuando lo recuerdo.

»Recorrimos o mas bien corrimos gran parte del pais, sin pasar nunca dos noches en el mismo lugar; y al cabo recalamos en un buen escondite, en una cabana de piedra perdida en la ladera de un valle remoto. Y alli nos quedamos y fuimos dichosos.

»Vosotros sois todavia muy jovenes y no sabeis lo que es tener la vida a las espaldas, como un saco revuelto de restos, de tesoros y basuras todos mezclados; un bulto que va creciendo sobre tus hombros y te va pesando cada dia mas. Se funden los recuerdos en la memoria, los anos pasados, los deseos cumplidos y sin cumplir, los suenos y las lagrimas; pierden las escenas del ayer la luz y el latido de la vida, y se empastan en una amalgama gris, en una confusion de imagenes polvorienta y lejana que se diria que ha sido vivida no por ti, sino por otra persona. Es como quien va caminando por el campo y atraviesa un valle y sube a un monte; y mira entonces hacia atras y observa que el valle que ha cruzado ha sido ocupado por las sombras, y es incapaz de reconocer el camino que ha seguido en ese territorio en el que la noche empieza a remansarse. Porque los acebos que antes tanto brillaban al sol ahora han perdido su lustre, y las flores ya no tienen color, y el rio no relumbra, y las revueltas mismas del camino apenas si se distinguen a esa distancia y entre las tinieblas. Y es que la noche que nos espera va devorando tambien la huella de nuestros pasos.

»Pero hay ocasiones, momentos de tu vida, que permanecen fulgurantes en la memoria aunque el tiempo transcurra; y al volver la mirada hacia atras ves aquel recuerdo llameando entre la grisura informe del pasado, como una isla de luz en la sopa de sombras. Asi arde en mi cabeza aun hoy el recuerdo de los dias que pase con el en aquella cabana; es un fuego que me ciega cuando vuelvo la mirada hacia atras, un brillo que duele. Entre las sombras de mi vida, aquellos dias todavia siguen encendidos.

»Era un valle muy hermoso, casi abandonado, con unas cuantas casas de piedra y pizarra. Por las laderas se extendia un bosque viejo y humedo, con robles milenarios y retorcidos cubiertos de hongos y de liquenes, frondosos castanos de frutos puntiagudos, acebos erizados, helechos suaves y esponjosos como plumas de pavo real. El suelo era tan blando como un colchon, capas y capas de hojas muertas, turba, raices, hongos, organismos microscopicos, insectos laboriosos y animalejos de todos los tamanos, todo restallando y crujiendo y pudriendose con la imparable fuerza de la vida. Y el aire olia a heno recien segado, a musgo jugoso, a vacas, a tierra gruesa y descompuesta.

»Los dos sabiamos que aquello no podia durar. Que eramos fugitivos y estabamos en nuestro ultimo refugio. Yo me sentia como una condenada a muerte, cosa que en verdad todos somos, esperando a que la felicidad se acabase: que siempre se acaba. Pero mientras tanto bebia golosamente los dias, las horas, los minutos, sintiendo pasar el viento del tiempo junto a mi cara.

»Cerca de nuestra casita habia un huerto, propiedad del hombre que nos alquilaba la cabana. Todos los dias venia alli la hija del dueno, una nina de unos diez u once anos; y se pasaba las horas sentada junto a una hermosa higuera, cantando una cancion tras otra para espantar a los pajaros y que no se comieran los carnosos higos. Yo la escuchaba cantar a las horas del sol y del calor mientras las moscas zumbaban y el monte hervia y el dormia un rato en el camastro. Le miraba dormir tan hermoso y tan mio cuando estaba quieto, y sabia que nunca podria vivir algo mejor.

»En aquellos instantes el mundo adquiria una geometria perfecta, un orden visible que me sentia capaz de comprender. Yo me encontraba en mi sitio, en el lugar exacto que me correspondia dentro del universo, del mismo modo que estaban en su justo lugar todas las demas criaturas del planeta, y los vegetales, y las piedras. Todo lo podia ver y entender en ese momento de equilibrio: las incontables hojas del valle, una a una, hasta la mas pequena; las rocas desgastadas, clavandose en la carne de la tierra; cada una de las flores, todas distintas y temblorosas en su vida brevisima; las patitas de los insectos diminutos, las alas transparentes, las trompas chupadoras; y esa algarabia de capullos brotando y petalos pudriendose, de criaturas naciendo y falleciendo, entre el viento fertil de la muerte y el rugir de la vida silenciosa.

»Hasta que se cumplio la hora, como siempre sucede inexorablemente. Y llegaron al valle, y nos encontraron, y se lo llevaron. Pero yo se que algun dia volvera y aqui lo estoy aguardando. Por el seria capaz de todo: de matar y de traicionar, de mentir y de negarme a mi misma. Siempre fui torpe, menos UU11 el. Siempre fui debil, menos con el. Siempre fui enana, menos para el. Desde que se marcho, vivir para mi es solo esperar. Un tiempo de transito. Un tiempo muerto.

»Recuerdo que al atardecer el viento nos traia desde la otra ladera un estruendo de mugidos y berridos. Muchas veces nos quedabamos contemplando la caida del sol mientras el aire se pintaba de un verde azulado y llegaban rebotando hasta nosotros las voces desaforadas de las bestias. Yo siempre crei que eran llamadas sexuales, gemidos del calor del celo y del placer; pero luego, despues de que descubrieran nuestro escondite y se lo llevaran, me entere de que el alboroto provenia de un matadero y que eran gritos de agonia arrancados por el cuchillo del carnicero. Desde entonces cada vez que pienso en aquellos crepusculos finales los veo en mi memoria del color de la sangre, hermosos y transparentes y terribles. Asi de cerca esta la dulzura del horror en esta vida tan bella y tan oscura.”

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