La enana abrio de par en par la estrecha ventana del cuarto de dona Barbara mientras Amanda contemplaba el cadaver de la abuela entre desconcertada y empavorecida, con las manos subiendo y bajando en el aire a media altura, como cortocircuitadas en su camino del regazo a la boca. Yo permanecia en una esquina, camuflada en mi inmovilidad y mi silencio, porque estaba segura de que si advertian mi presencia me echarian del cuarto. No me gustaba estar junto al cadaver pero me gustaba menos la idea de salir alla afuera, donde debia de estar, en algun rincon agazapado, ese Segundo aterrador y aullante.

– ?Y ahora que vamos a hacer? -balbucio Amanda con voz ahogada.

– Tu que crees? Habra que amortajarla.

– No… Digo con… Con el. Esta como loco. La enana se aupo a la silla y se quedo un rato ahi sentada, pensando y batiendo los piececillos en el aire.

– Pues tu deberias irte. Buscate un trabajo, coge al nino y largate.

– No puedo.

– Si puedes.

– Nos mataria.

La enana suspiro y se froto las palmas de la mano contra la diminuta falda.

– No empieces de nuevo. Escucha, volvere a trabajar por las noches. Te dare dinero suficiente para que te vayas muy lejos. Para que cruces la frontera. Asi estaras a salvo.

– ?Harias eso por mi?

– Me aburre verte siempre tan afligida y tan acobardada. Claro que lo hare. Por mi, no por ti.

Airelai se bajo de la silla de un saltito, se acerco a la comoda y saco una botella de alcohol y una caja de gasas.

– Trae unas sabanas limpias para la mortaja. Con ligereza, segura y Silenciosa, la enana cerro la boca de la abuela y sujeto la barbilla con un lazo, conocedora de los procedimientos, experta ejecutora de los ritos finales.

– ?Pero esas no, mujer! -gruno hacia Amanda, que traia un juego barato de sabanas de flores en la mano-. Tienen que ser blancas.

– ?Por que? -Porque si, es evidente. -?Como sabes todas estas cosas? -?Y tu como no las sabes? ?De donde sales que ignoras todo esto? Conocimientos basicos, saberes de mujer elementales.

– A mi nadie me explico…

– Tu eres mutante, Amanda. Ya te lo he dicho. Estas en tierra de nadie. Lo que has perdido, perdido esta, y lo ganado aun no sabes que esta ganado. Espero que cuando te marches te espabiles un poco.

_? Y la nina? No puedo dejarla aqui sola con el. La llevare conmigo.

El corazon me dio un vuelco. Yo queria vivir con Amanda y con Chico, pero no podia marcharme.

Aprete los punos, senti el filo de las unas contra las palmas. No podia. Baba.

– La nina tiene que quedarse aqui, esperando a su padre -dijo la enana lentamente-. Yo cuidare de ella, porque tambien espero.

Y entonces se volvio hacia mi y me miro con esos ojitos negros y brillantes, impenetrables, que ahora quedaban ya muy por debajo de la linea de los mios; me miro durante unos instantes y fruncio el entrecejo, como si lo que veia le desagradase.

Vete fuera -dijo al fin en un susurro. -Airelai, por favor… -Tenemos que lavarla. Vete fuera. Sali de la habitacion y el resto de la casa se encontraba a oscuras: la tarde estaba cayendo y nadie se habia preocupado de encender una luz. Escuche durante unos instantes en el silencio, tan asustada como el animal que espera, entre la maleza, que caiga sobre el el cazador. Me parecio oir un ronco resoplar que venia de la cocina, de modo que cruce el estrecho pasillo de puntillas y entre en mi dormitorio. Mire en primer lugar debajo de la cama y, tal y como esperaba, encontre alli a Chico, perlado de sudor y envuelto en pelusas de polvo y en las tinieblas.

– ?Que hace? -susurro el nino entrecortadamente. -?Quien? -pregunte aunque sabia. -El. -No se. Me parece que esta en la cocina. Chico salio de su escondrijo reptando sobre los codos. Se sento en el suelo y me miro, sus ojos brillando en la penumbra.

– ?Que crees tu que va a pasar ahora? -musito. Que va a venir mi padre y nos salvara a todos.

mi padre, Amanda, la enana, Que viviremos juntos’ tu y Yo, juntos y felices. Que nos ?reinos todos de aqui, nos marcharemos del Barrio, y Segundo se quedara atras, ahi sentado para siempre en la cocina. Eso quise decirle a Chico, porque tenia la boca seca, y una bola de hierro en el estomago, y la seguridad de que mi padre ya no podia tardar mucho mas3 que tenia que regresar ahora, antes de que la abuela desapareciera del todo. Pero en vez de contarle al nino todo eso, me encogi vagamente de hombros.

– No se. Chico fruncio el ceno y se mordio las unas con nerviosismo. Acaricie la fria bola de cristal que la abuela me habia regalado.

– Baba,baba,baba…

– ?Que dices? En mi inquietud me habia traicionado, habia dicho en voz alta, sin querer mi palabra privada.

– Nada. Cosas mias -gruni.

– ?Que es eso de «baba»? -insistio el nino.

– No es nada, te digo. Manias. No significa nada.

En ese momento alguien golpeo con los nudillos la puerta de la casa: una llamada que parecia acordada, cinco golpes seguidos y despues dos mas. La boca se me lleno de una saliva acre. Estire el cuello y aguce las orejas: esperando. Se encendio la luz del pasillo y oi los ligeros pasos de la enana camino de la entrada; el clic del pestillo, el grunido de la hoja de madera al abrirse. Y una voz de hombre desconocida, aunque no del todo:

– ?Te sorprendes de verme?

Tenia que ser el: tenia que ser mi padre. Me puse en pie y sali de la habitacion pasito a paso: porque deseaba correr y al mismo tiempo tenia miedo, queria llegar a la puerta y no llegar nunca. Iba tan despacio que Chico me adelanto y alcanzo el vestibulo antes que yo. Se volvio hacia mi con gesto preocupado:

– Es el policia ese -susurro.

Alli, apoyado en el marco de la puerta, estaba el tipo canoso de la camisa sucia que habia estado hablando con Segundo la noche del Gran Fuego: era un comisario de policia, segun se habia enterado despues Chico. Suspire. El tipo me miro un instante y guino un ojo. Me parecio odioso.

– Estamos de duelo -dijo la enana-. No es un buen momento.

– ?No? -sonrio-. Pues tengo que hablar con Segundo. Y se que esta.

Airelai empalidecio:

– Le digo que no puede entrar. Respete a los muertos.

– Pero al velatorio acuden los amigos de la familia, ?no es verdad? Yo creia que tu y yo eramos amigos…

Sonreia con la boca, no con los ojos. La enana apreto los punitos y se hizo a un lado; el hombre entro en la casa y avanzo directamente hacia el fondo, como si supiera, seguido por Airelai, por Chico y por mi.

– ?Y estas tinieblas que significan? -ironizo el tipo al asomarse al agujero negro de la cocina-. ?Te escondes o duermes?

En mitad de las sombras, junto a la mesa, se distinguia el bulto mas oscuro de Segundo. El policia estiro el brazo y acciono el interruptor de la luz; la pelada bombilla del techo se encendio sobre nuestras cabezas como un sol sucio y agonizante, el miserable sol del juicio Final- Segundo parpadeo, deslumbrado; tenia los ojos hinchados, la cara abotargada y una expresion de embrutecimiento que jamas le habia visto. Se froto vigorosamente la boca con el dorso de la mano, como si la tuviera manchada o como si las sombras se le hubieran quedado pegadas a los hocicos, y a continuacion se apreto los nudillos y los hizo crujir de un modo horroroso, casi con el mismo sonido seco y roto con que se habian quebrado, poco antes, los dedos de su madre. Luego volvio a extender las manazas, pesadas e inertes, sobre el tablero de la mesa, entre mondas de patatas, cuchillos sucios y migas de pan. Frente a el habia una botella de conac mediada y abierta.

El policia chasqueo la lengua con gesto satisfecho, como si le complaciera verificar el lamentable aspecto de Segundo. Se apoyo en el marco de la puerta y cruzo los brazos.

Вы читаете Bella y oscura
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×