metros por encima del nivel del agua, aproximadamente a un tercio de la altura del risco, cuyo fondo se hacia mas pronunciado.

El sendero continuaba despues del puente; sin embargo, Connington detuvo el coche, con las ruedas apuntando a un buzon de hierro galvanizado colocado sobre un poste. Estaba a un lado de un camino aun mas estrecho, que ascendia empinado por el lado de la grieta y desaparecia de la vista en un giro acentuado de la pared.

—Ese es el —gruno Connington, senalando con el cigarro el buzon—. Barker. Al Barker. —Miro furtivamente hacia un lado—. ?Ha oido alguna vez el nombre?

Hawks fruncio el ceno y luego respondio:

—No.

—?No lee las paginas deportivas? No…, supongo que no.

Connington hizo retroceder el coche unos centimetros hasta que pudo encarrilar las ruedas en direccion al camino; puso la primera y se inclino sobre el volante, pisando con cautela el acelerador. El coche comenzo a subir lentamente, y el guardabarros interior paso a muy poca distancia de la roca dinamitada, mientras que el izquierdo se veia salpicado por el agua de la grieta.

—Barker es un tipo peculiar —musito Connington, con la mojada colilla de su cigarro entre los dientes—. Fue paracaidista en la Segunda Guerra Mundial. Se le traslado a las Fuerzas Especiales en 1944. Se especializo en el asesinato. Participo en salto de esqui en las Olimpiadas. Pertenecio al equipo de bobsled. Campeon nacional de tiro con armas pequenas en 1950. Ostenta un record en natacion submarina. Solia escalar montanas. Hace unos anos, estrello un hidroplano en la playa de Lake Mead. Fue alli donde le conoci; yo estaba de vacaciones. Actualmente, ha construido un coche y se ha inscrito en el Grand Prix. Piensa conducirlo el.

Las cejas de Hawks se juntaron y volvieron a relajarse.

Connington sonrio maliciosamente, sin apartar del todo los ojos del camino.

—?Empieza a parecerle que sabia lo que hacia?

Antes de que Hawks pudiera responder, Connington detuvo el coche. Habian llegado al final de la grieta en la cara rocosa. Un segundo corte, mas estrecho, se adentraba alli en el risco y formaba un angulo cerrado, cuyo tramo era invisible desde el camino que el puente de abajo. El sendero giraba de forma tan pronunciada que el coche de Connington no podia tomar la curva. El angulo habia sido abierto con explosivos para hacer que el camino tuviera unos dos metros de ancho en el punto del recodo; sin embargo, no tenia railes de proteccion. El camino daba directamente al precipicio, y cada lado era un tobogan que caia doscientos cincuenta metros hasta el agua de abajo.

—Aqui tendra que ayudarme —anuncio Connington—. Salga e indiqueme cuando las ruedas parezca que vayan a caer al vacio.

Hawks le miro, fruncio los labios y salio del coche. Se deslizo entre este y la pared rocosa y se dirigio hacia la curva. De pie, con la punta de los zapatos sobresaliendo un poco del borde, bajo la vista. La espuma ocultaba el fondo del precipicio. Colgando de dos de las proyecciones del muro irregular habia un pequeno guardabarros de coche y un trozo de una capota. La tela estaba descolorida y rasgada. La pintura del guardabarros de aluminio aparecia carcomida por la corrosion. Hawks observo esos restos con intensa curiosidad.

Connington bajo la ventanilla de su lado con un zumbido veloz.

—Es de Barker —explico en voz alta por encima del sonido de las olas que venia de abajo—. Cayo hace un mes. El mismo estuvo a punto de acompanarle.

Hawks se paso la punta de la lengua por los dientes superiores sin abrir los labios. Se volvio hacia el camino.

—De acuerdo, vamos —dijo Connington—. Tendre que bordar el contorno de esta curva. Senaleme el espacio de que dispongo.

Hawks asintio. Connington enfilo el coche todo lo que le permitia el angulo, dio marcha atras, se detuvo cuando Hawks se lo indico y volvio a avanzar. Repitio la maniobra, rechinando las ruedas delanteras de lado a lado del camino, hasta que el coche apunto hacia el otro tramo del sendero. Entonces espero a que Hawks entrara de nuevo.

—Deberiamos haber aparcado abajo y subido andando —comento Hawks.

Connington empezo a subir por la pendiente que quedaba y se senalo los pies.

—Imposible con estas botas —gruno. Se detuvo; luego, mirando de reojo a Hawks, anadio—: Barker toma esa curva a ochenta por hora.

Hawks le devolvio la mirada.

—A veces.

—En todas las ocasiones menos en una. Desde entonces, no ha bajado la velocidad. —Connington se rio entre dientes—. ?Lo ve, Doc? No le caigo bien. Lo se. Sin embargo, y a pesar de ello, tendra que aprender a confiar en mi, aunque no le guste o no me comprenda. Yo cumplo con mi trabajo. Le he conseguido a su hombre. Eso es lo que importa.

Sus ojos brillaron con la broma oculta, con ese conocimiento secreto que todavia mantenia para si mismo.

3

En la cima de la subida, el camino giraba mas alla de la cara del risco y se convertia en una franja de asfalto que pasaba al lado de un cesped verde oscuro, denso y bien cortado. Aspersores automaticos mantenian la hierba refulgente de humedad. Cactos y palmeras pequenas crecian en unos lechos inmaculados, bajo la sombra de unos cipreses enormes. La fachada de una casa baja, construida con tablas de cedro, daba al jardin amplio, con la pared mas proxima, toda de cristal, sobresaliendo del risco, en direccion al enorme oceano azul. Una brisa agitaba los cipreses.

En medio del jardin habia una piscina. Una mujer rubia y delgada, de piernas extremadamente largas, que lucia un moreno intenso y un banador de dos piezas de color amarillo, estaba tumbada boca abajo sobre una toalla de playa, escuchando musica de una radio portatil. Sobre la hierba, al lado de una jarra termo, tenia una copa vacia con un unico cubito de hielo que se derretia en el fondo. La mujer alzo la cabeza, miro el coche y volvio a recostarse.

Connington bajo una mano medio alzada en saludo.

—Es Claire Pack —le dijo a Hawks, mientras conducia el coche a un lado de la casa y se detenia sobre un sendero de cemento delante de las dobles puertas de un garage subterraneo.

—?Vive aqui? —inquirio Hawks.

El rostro de Connington habia perdido toda huella de placer.

—Si. Vamos.

Subieron unos escalones de losas hasta el jardin, y atravesaron el cesped en direccion a la piscina. Habia un hombre nadando bajo el agua verde azulada, que sacaba esporadicamente la cabeza para tomar una bocanada de aire y de inmediato volvia a sumergirla. Bajo la ondulante superficie salpicada por el sol, parecia la forma vaga de un hombre, una criatura del color de la carne que se esforzaba de un extremo a otro de la piscina. Una pierna artificial, envuelta en un plastico transparente, estaba entre Claire Pack y el agua, cerca de una escalerilla cromada que se hundia en la piscina. La radio transmitia una melodia de Glenn Miller.

—?Claire? —pregunto inseguro Connington.

Ella no se habia movido al escuchar los pasos que se acercaban. Tarareaba la musica y seguia despacio el ritmo, golpeando con dos dedos largos, de unas rojas, sobre la toalla. Se volvio lentamente y miro a Connington de arriba abajo.

—Oh —dijo con voz apagada.

Los ojos inspeccionaron la cara de Hawks. Eran de un color verde claro, con una leve tonalidad castano amarillenta; las pupilas estaban contraidas por el sol.

—Este es el doctor Hawks, Claire —le anuncio Connington con paciencia—. Es el vicepresidente a cargo de

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