absoluta, sin carencias ni desperfectos. Y sin embargo, el la habia comparado con aquellas flores al verlas en el macetero de la ventana, de modo que un poco loco si que estaba. Una orquidea era algo perfecto, ella no lo era. El tenia la habilidad de hacerla sentir unica, por dentro y por fuera, pero solo cuando lo tenia cerca y ella podia verse reflejada en la conviccion de su mirada. Lejos de esa mirada, tomaba el relevo lo demas, aquello que ella sabia que existia en su interior, aquello que no era digno de amor y que, con implacable rapidez, recuperaba el terreno perdido.

Vacilo un instante en la puerta antes de salir. Si iba ahora mismo, llegaria justo a tiempo. ?Que ocurriria si llegaba tarde, bastante tarde? ?Hasta que punto se enfadaria el? Tal vez entonces comprendiese que no era tan maravillosa como el se figuraba. Tal vez entonces el descubriria su lado oculto, desvelaria el fallo de cuya existencia ella tenia la certeza. Demostraria que solo la amaria mientras creyese que era perfecta. Apago el movil y se sento en el sillon del vestibulo.

Lo hizo esperar cuarenta y cinco minutos. Cuando por fin llego corriendo, lo hallo empapado esperando en la plaza. Permanecio en el lugar de la cita.

– ?Por fin! ?Dios mio, estaba muy preocupado! Crei que te habia ocurrido algo.

Ni un solo reproche. Ni el menor indicio de enojo. La atrajo hacia si y ella, avergonzada, hundio la cara en su chaqueton mojado.

Sin embargo, aun no estaba del todo convencida. No al maximo.

Aquella noche durmieron juntos en su casa. Cuando llego el dia y ya se acercaba el momento de que ella partiera, el la retuvo un buen rato entre sus brazos.

– He calculado que vas a estar fuera durante ciento ocho horas, pero no estoy seguro de aguantar mas de ochenta y cinco.

Ella se acurruco en sus brazos y gozo de otra oleada de vertigo. En esta ocasion, queria permanecer alli. Darle a la vida la oportunidad de decidir ella misma, por una vez.

– Ya sabes que pronto volvere, empujada por una nostalgia magnetica.

El sonrio y la beso en la frente.

– Sea como sea, ten cuidado con el tendido electrico.

Ella le devolvio la sonrisa y miro el reloj: era mas que hora de irse. Deseaba tanto pronunciar aquellas dos palabras, tan dificiles de expresar. De modo que acerco los labios a su oido y le susurro:

– Me alegro de ser yo, precisamente, tu paloma.

Y en ese momento, ninguno de los dos podia imaginar ni en suenos que la Monika que estaba a punto de partir no regresaria jamas.

4

Le llevo cuatro dias reunir las fuerzas suficientes para ponerse a formular una respuesta. Sus noches estaban plagadas de suenos inquietantes que se desarrollaban en las proximidades de grandes extensiones de agua. Figuras gigantescas se deslizaban bajo la superficie del agua como negros nubarrones y, aunque ella estaba en tierra, las sentia amenazantes, como si, pese a todo, pudieran darle alcance. Estaba delgada otra vez y podia moverse sin dificultad, pero habia otra razon que le impedia moverse. Algo le pasaba en las piernas. En varias ocasiones se desperto a causa de una ola ingente que se le acercaba arrasando justo en el momento en que ella comprendia que no lograria escapar.

El gran almohadon que tenia bajo la espalda estaba empapado de sudor. Deseaba muchisimo poder tumbarse con normalidad; poder dormir tumbada como cualquier persona, por una noche. Esa posibilidad habia dejado de existir. Si se tumbaba en horizontal, su propio peso la asfixiaria.

Hacia tantos anos que no escribia una carta… Le habia pedido a la gente de los servicios sociales que le comprara papel de carta el mismo dia que recibio la de Vanja, pero lo guardo en el primer cajon del escritorio, junto con la carta que iba a contestar, a duras penas alisada despues de haberla arrugado, y cada vez que pasaba por delante, se le iba la mirada hacia los elegantes herrajes de cobre.

Los ultimos dias habia ido rescatando de las profundidades otros fragmentos de evocaciones; breves imagenes de recuerdos en los que Vanja estaba presente. Vanja riendo sentada en una bicicleta azul. Vanja inmersa en la lectura de un libro. Vio claramente su cola de caballo castano oscuro, siempre sujeta con una goma de color rojo. Y tambien una difusa imagen de la lenera de la casa, a saber lo que pintaba entre sus recuerdos. Pequenos retazos de vivencias que se resistian a disponerse ordenadamente. Pequenos retazos concretos totalmente carentes de contenido sentimental.

Habia limpiado el frigorifico. Se lo comio todo. En tres ocasiones, el ansia fue tan intensa que tuvo que llamar a la pizzeria. Le dieron media hora de espera pero, igual que todos los demas imbeciles, tampoco ellos se atenian nunca al plazo prometido.

Que algo tan vacio como el tiempo pudiese doler tanto.

La carta estaba siempre presente en sus pensamientos. En realidad, ella preferiria romperla en pedazos y tirarla a la basura, pero ya era tarde. Habia leido su contenido, sus palabras se habian grabado a fuego alli dentro y eran ya imposibles de ignorar. Lo peor de todo era que la rabia habia empezado a ceder ante otro sentimiento. Una turbia sensacion de angustia.

Sola.

Una sensacion que llevaba sin molestarla mucho, mucho tiempo.

Y lo peor eran las noches.

Intentaba convencerse a si misma de que no tenia nada que temer. Vanja estaba entre rejas, incapaz de acceder a ella y, si aparecia otra carta, podria desecharla sin leerla. No se dejaria arrastrar a la misma trampa una segunda vez.

Pero de nada sirvieron los buenos consejos. Y bien sabia ella que, en realidad, no era Vanja la que le infundia temor. Era otra cosa.

Aquella manana se levanto temprano, incluso antes de que empezase a clarear. No se atrevia a meterse en la ducha si existia la posibilidad de que alguno de los hombrecillos de los servicios sociales la viese. Le costaba mucho trabajo secarse bien por entre los pliegues y se figuraba el aspecto que tendrian los eczemas de la espalda. Se lo decian los picores. Si la veian, darian la alarma y jamas permitiria que nadie la embadurnase de crema. Dos eran los vestidos en los que aun cabia. Tiendas de campana por los tobillos con una abertura en el cogote. Se los mando coser hacia quince anos y no queria ni pensar que, muy pronto, uno de ellos le quedaria pequeno.

Despues de que Saba hubo regresado de su paseo matinal por el cesped y una vez cerrada la puerta del balcon, Maj-Britt fue y se sento a la mesa de la cocina. Miro el reloj. Debian de faltar tres o cuatro horas para que apareciese alguien pero ?como saberlo? Entraban y salian como les venia en gana. Aunque, en honor a la verdad, hoy los echaba de menos. Su estomago vacio gritaba pidiendo comida. Y, pese a las miradas de reproche, habia pedido algun que otro producto extra.

Hola Vanja.

En realidad, no tenia ninguna gana de decirle hola a Vanja pero ?como, si no, iniciar una carta? ?Y como enfrentarse a insultos subrepticios sin desvelar hasta que punto le habian molestado? Queria mostrarse fria e impasible, demostrar que ella estaba por encima de las penurias sobre las que una reclusa desquiciada se creia con derecho a escribir.

Tal y como esperabas, puede decirse que tu carta me sorprendio, cuando menos. Me llevo un rato caer en la

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