Una sirena se acerco gimiendo. Danny cogio la linterna de Deffry y se acerco mas, examinando las partes mas afectadas.

– Hay un total de seis heridas, ovales e irregulares, circunscritas al torso, entre el ombligo y las costillas. Hay jirones de carne en el perimetro, y de ellos sobresalen entranas con una patina de sangre coagulada. Alrededor de cada herida la piel esta inflamada, perfilando las marcas, y…

– Besos, sin duda -intervino Henderson.

Danny olvido su jerga de criminologo.

– ?De que estas hablando?

Henderson suspiro.

– Ya sabes, mordiscos de amor. Como cuando una tia te chupa el cuello. Gibbsey, muestrale al amigo detective lo que la chica del guardarropia del Blue Room te hizo en Navidad.

Gibbs rio y siguio escribiendo; Danny se levanto, irritado ante la insolencia del uniformado. Cuando dejo de hablar, el tufo del cadaver le pego como un punetazo. Se le aflojaron las piernas y se le revolvio el estomago. Apunto la linterna hacia abajo. Alrededor del muerto, el suelo estaba pisoteado por botas reglamentarias del Departamento del sheriff. Los agentes habian borrado toda posible huella de llantas.

– No estoy seguro de haber escrito bien todas las palabras -dijo Gibbs.

Danny volvio a encontrar su voz de libro de texto.

– No tiene importancia. Conserva esas notas y daselas al capitan Dietrich por la manana.

– Pero salgo a las ocho. El capitan llega a las diez, y tengo entradas para la bolera.

– Lo lamento, pero te quedaras aqui hasta que te releven o aparezcan los tecnicos del laboratorio.

– El laboratorio del condado esta cerrado en Ano Nuevo, y tengo las entradas…

Una ambulancia del medico forense freno junto a las vallas, apagando la sirena; Danny se volvio hacia Henderson.

– Abandonad el lugar. No quiero periodistas ni curiosos. Gibbs se queda aqui. Tu y Deffry, indagad por el vecindario. Ya conoceis la rutina: testigos que hayan visto traer al cadaver, remolones sospechosos, vehiculos.

– Upshaw, son las cuatro y veinte de la madrugada.

– Bien. Empezad ahora y a mediodia habreis terminado. Entregad a Dietrich un informe por duplicado. Anotad todas las direcciones donde no haya nadie en casa, las visitaremos despues.

Henderson se fue deprisa a su coche; los hombres del forense pusieron el cuerpo en una camilla y lo cubrieron con una manta mientras Gibbs les hablaba a borbotones del campeonato del Rose Bowl y del caso de la Dalia Negra, que seguia irresuelto y aun era un tema candente. El resplandor de las luces rojas, las linternas y los faros bailaban sobre el terreno revelando detalles: charcos de lodo que reflejaban el claro de luna y las sombras, la luminosa bruma de Hollywood a lo lejos. Danny penso en los seis meses que llevaba como detective, sus dos sencillos casos de homicidio. Los hombres del deposito de cadaveres cargaron el cuerpo, giraron en redondo y se marcharon sin poner la sirena. Danny recordo una maxima de Vollmer: «En crimenes extremadamente pasionales, el asesino siempre revela su patologia. Si el detective esta dispuesto a clasificar las pruebas con objetividad y luego pensar subjetivamente desde la perspectiva del asesino, a menudo resolvera crimenes desconcertantes por su caracter fortuito.»

Ojos arrancados. Organos sexuales golpeados. Musculos desgarrados. Danny siguio la ambulancia lamentando que su coche no tuviera sirena para llegar antes.

Los depositos de cadaveres de la ciudad y el condado de Los Angeles ocupaban la planta baja de un almacen de Alameda, al sur de Chinatown. Un tabique de madera separaba las dos instituciones: tablas para examinar cadaveres, refrigeradores y mesas de diseccion para los cuerpos hallados dentro de los confines de la ciudad; otro conjunto de instalaciones para los cadaveres de la zona perteneciente al Departamento del sheriff. Antes de que Mickey Cohen conmoviera al Departamento de Policia y a la Oficina del Alcalde con sus revelaciones sobre Brenda Allen -altos funcionarios que recibian dinero de las prostitutas mas famosas de Los Angeles- habia existido una solida colaboracion entre la ciudad y el condado. Los patologos y los camilleros compartian las mantas de plastico, las sierras para huesos y el liquido de conservacion. Ahora que los policias del condado daban refugio a Cohen en el Strip, solo habia roces entre ambos departamentos.

La oficina de personal del Departamento de Policia habia promulgado edictos: prohibido prestar instrumentos medicos de la ciudad; prohibido confraternizar con el personal del condado mientras se estaba de servicio; prohibido hacer juerga a la luz de los mecheros Bunsen, por miedo a que se etiquetaran mal los cadaveres y que los fragmentos de cuerpos robados como recuerdos condujeran a escandalos que respaldaran las revelaciones de Brenda Allen. Danny Upshaw siguio la camilla que llevaba al cadaver 1-1/1/50 al deposito del condado, consciente de que las probabilidades de lograr que su patologo favorito de la ciudad hiciera la autopsia eran casi nulas.

El deposito del condado era un hervidero: victimas de accidentes en camillas, ayudantes colgando etiquetas en dedos gordos, agentes redactando informes y hombres del forense fumando un cigarrillo tras otro para matar el tufo a sangre, formaldehido y comida china rancia. Danny doblo hacia una salida de emergencia y se dirigio al deposito de la ciudad, interrumpiendo a un trio de policias que cantaban el villancico Auld Lang Syne. El ambiente era similar al del deposito del condado, excepto que los uniformes eran azul marino en vez de verde oliva y caqui.

Danny se dirigio al despacho del doctor Norton Layman, subjefe de investigacion medica de la ciudad de Los Angeles, autor de La ciencia contra el delito, y profesor de Danny en el curso nocturno de Patologia Forense para Principiantes en la Universidad de California Sur. Habia una nota clavada en la puerta. «Trabajare en el turno de dia a partir del 1 de enero. Dios bendiga esta nueva era con menos trabajo que en la primera mitad de este sangriento siglo. – N.L.»

Mascullando una maldicion, Danny saco su pluma y su libreta y escribio:

«Doctor, debi suponer que usted se tomaria libre la noche mas ajetreada del ano. Hay un interesante 187 en el deposito del condado. Sexo masculino, mutilaciones sexuales. Material para su nuevo libro. Como recibi el aviso, estoy seguro de que conseguire el caso. ?Tratara usted de conseguir la autopsia? El capitan Dietrich dice que el investigador medico del condado que tiene el turno de dia es jugador y susceptible al soborno. A buen entendedor… – D. Upshaw.» Dejo el papel sobre el secante del escritorio de Layman, lo sujeto con un craneo humano ornamental y regreso al territorio del condado.

Habia menos movimiento. La luz del dia empezaba a filtrarse en el deposito; la pesca de esa noche yacia apilada sobre planchas de acero. Danny echo una ojeada y vio que la unica persona viva del lugar era un ayudante de investigacion sentado en una silla junto a la sala de despacho, que se escarbaba alternativamente la nariz y los dientes.

Danny se le acerco. El viejo, con aliento a licor, le pregunto quien era.

– Agente Upshaw, Hollywood Oeste. ?Quien es el jefe?

– Bonita tarea. ?No eres un poco joven para un trabajo tan duro?

– Me gusta trabajar. ?Quien es el jefe?

El viejo restrego por la pared el dedo con el que se escarbaba la nariz.

– Por lo que veo, no eres muy conversador. El doctor Katz llevaba la voz cantante, solo que unos tragos le hicieron cantar a el. Ahora duerme la mona en su coche. ?Por que todos los judios conducen Cadillacs? Tu eres detective. ?Tienes una respuesta para eso?

Danny hundio los punos en los bolsillos y los apreto, su recurso para conservar la calma.

– Ni idea. ?Como se llama usted?

– Ralph Carty es mi…

– Ralph, ?alguna vez ha hecho preparativos para una autopsia? Carty rio.

– Hijo, los he hecho todos. Rodolfo Valentino, que estaba seco como un grillo. Lupe Velez y Carole Landis. Tengo fotos de ambas. Lupe se afeitaba la entrepierna. Finges que no estan muertas y lo pasas bien. ?Que dices? ?Lupe y Carole, cinco dolares cada una?

Danny cogio la billetera y extrajo dos billetes de diez; Carty metio la mano en el bolsillo interior y saco un fajo de fotografias.

– No -atajo Danny-. El sujeto que quiero esta alla, en una plancha de acero.

– ?Que?

– Hare los preparativos. Ahora.

Вы читаете El gran desierto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×