capitan Bledsoe se esta volviendo senil. Hace dos noches pronuncio un discurso en el Kiwanis Club del Gran Los Angeles e incurrio en una serie de obscenidades. Creo un revuelo cuando anuncio su intencion de «tirarse» a Rita Hayworth y de «bombearla hasta hacerla sangrar». El fiscal de distrito consulto al medico de Bledsoe y se entero de que nuestro querido capitan ha sufrido pequenos ataques de apoplejia que ha mantenido en secreto. Se jubilara el cinco de abril, despues de haber pasado veinte anos en la Oficina, y hasta entonces sera solo un mascaron de proa. Cuarto, tu y Dudley sois buenos detectives, muy listos, y haceis un interesante contraste. Quinto…

Mal golpeo la mesa al estilo Dudley Smith.

– Quinto, ambos sabemos que el fiscal de distrito quiere a alguien de fuera como jefe de investigacion. Acudira al FBI o hurgara en el Departamento antes de elegirme a mi.

Ellis Loew se inclino hacia delante.

– Mal, ha accedido a dartelo a ti. Jefe de investigacion y capitan. ?Tienes treinta y ocho anos?

– Treinta y nueve.

– Un bebe. Haz bien el trabajo y dentro de cinco anos te lloveran ofertas para ser jefe de policia. Y yo sere fiscal de distrito, y McPherson sera vicegobernador. ?Aceptas?

Ellis Loew tenia la mano apoyada en la mesa; Dudley Smith la cubrio con la suya y sonrio, todo amabilidad. Mal paso revista a sus casos: el asesinato de una ramera en Chinatown, la muerte de dos negros en Watts, el asalto a un prostibulo frecuentado por altos mandos del Departamento de Policia. Baja prioridad, ninguna prioridad. Apoyo la mano encima de las otras y dijo:

– Acepto.

Separaron las manos. Smith le guino el ojo.

– Companeros en una grandiosa cruzada -comento.

Ellis Loew se levanto.

– Primero os dire que tenemos, luego os explicare que necesitamos.

»Tenemos declaraciones juradas de miembros de Transportistas que hablan de una infiltracion roja en la UAES. Tenemos una lista de afiliacion del Partido Comunista cotejada con una lista de los miembros de la UAES, y muchos nombres coinciden. Tenemos copias de peliculas prosovieticas realizadas durante la guerra, pura propaganda roja, en las que trabajaron miembros de la UAES. Tenemos la artilleria pesada que mencionare dentro de un momento, y estoy tratando de conseguir fotos tomadas por personal de vigilancia del FBI: miembros del trust de cerebros de la UAES implicados con conocidos miembros del Partido Comunista y condenados por el HUAC en las protestas de Sleepy Lagoon en el 43 y el 44. Buena municion para empezar.

– El asunto de Sleepy Lagoon podria ser contraproducente -observo Mal-. Los chicos que fueron condenados eran inocentes, nunca dieron con el verdadero asesino y la causa fue demasiado popular. Algunos republicanos firmaron la peticion de protesta. Tendriamos que revisar ese enfoque.

Dudley Smith apago el cigarrillo en los restos del cafe.

– Eran todos culpables, amigo. Los diecisiete. Conozco ese caso. Mataron a golpes a Jose Diaz, lo arrastraron a la laguna y lo atropellaron con un vehiculo viejo. Crimen pasional de pachucos [4] puro y simple. Diaz se follaba a la hermana del hermano de algun primo. Esos mexicanos se casan y procrean entre familiares. Son todos idiotas mongolicos.

Mal suspiro.

– Fue una farsa, teniente. Fue poco antes de los disturbios, y todos estaban locos por los mexicanos. Y el que indulto a esos chicos fue un gobernador republicano, no un comunista.

Smith miro a Loew.

– Nuestro amigo respeta mas la palabra del cuarto poder que la de un companero de armas. Pronto nos dira que el Departamento fue el responsable de todos esos hermanos latinos heridos durante los disturbios. Una interpretacion popular entre los rojos, dicho sea de paso.

Mal cogio un panecillo. Mantuvo la voz firme para demostrar al corpulento irlandes que no le tenia miedo.

– No, una interpretacion popular en el Departamento de Policia. Yo estaba alli entonces, y los hombres con quienes trabajaba calificaron el trabajo de pura y simple basura. Ademas…

Loew elevo la voz justo cuando la de Mal empezaba a temblar.

– Caballeros, por favor.

La interrupcion permitio a Mal tragar saliva, recobrar la compostura y dispararle una fria mirada a Dudley Smith. El grandote le respondio con una sonrisa blanda.

– Basta de discutir por un inutil mexicano muerto -dijo, y extendio la mano. Mal la estrecho; Smith le guino el ojo.

– Asi esta mejor -aprobo Ellis Loew-, porque aqui no nos importa si eran culpables o no. Lo cierto es que el caso de Sleepy Lagoon atrajo a muchos subversivos y ellos lo explotaron para sus propios fines. Esa es nuestra perspectiva. Se que ambos quereis estar con vuestra familia, asi que sere breve. Esencialmente, traereis lo que los federales llaman «testigos amigables», miembros de la UAES y otros izquierdistas deseosos de salir limpios de sus asociaciones con comunistas y de cantar nombres. Teneis que conseguir declaraciones estableciendo que las peliculas procomunistas en que trabajo la UAES formaban parte de una conspiracion consciente, propaganda para apoyar la causa roja. Teneis que conseguir pruebas legales: actividades subversivas dentro de la ciudad de Los Angeles. Tampoco vendria mal conseguir nombres importantes. Es sabido que muchos astros de Hollywood apoyan este movimiento. Eso nos serviria como…

Loew hizo una pausa.

– ?Marquesina?-insinuo Mal.

– Si, bien dicho, aunque un poco cinico. Veo que el patriotismo no te resulta natural, Malcolm. Pero deberias tratar de infundir cierto fervor a esta mision.

Mal recordo el rumor de que Mickey Cohen habia comprado parte del sindicato de Transportistas a su representante de la Costa Este, un ex pistolero que buscaba capital para invertir en casinos de La Habana.

– Mickey Cohen podria suministrar unos dolares si el Ayuntamiento anda corto de fondos. Apuesto a que no le molestaria echar a la UAES para que entren sus muchachos. En Hollywood se puede ganar mucho dinero.

Loew se sonrojo. Dudley Smith tamborileo sobre la mesa con su enorme nudillo.

– Nuestro amigo Malcolm no es tonto. Asi es, muchacho. A Mickey le gustaria que sus Transportistas entraran y a los estudios les gustaria que la UAES saliera. Lo cual no impide que la UAES este llena de rojos. ?Sabias que una vez fuimos casi colegas?

Mal lo sabia: en el 41, Thad Green le habia ofrecido una transferencia al Escuadron Especial, cuando acababan de ascenderlo a sargento. Mal la habia rechazado porque no tenia agallas para pelear con atracadores y derribar puertas pistola en mano, la diplomacia de las armas: obligar a sujetos peligrosos a respetar la libertad condicional, moliendolos a palos para disuadirlos de viajar a San Quintin. Dudley Smith habia matado a cuatro hombres en ese puesto.

– Yo queria trabajar en Antivicio.

– No te culpo, muchacho. Menos riesgos, mas posibilidades de ascenso.

Los viejos rumores: el agente/sargento/teniente Mal Considine, Departamento de Policia/Fiscalia de Distrito, no queria ensuciarse las manos. Se habia asustado cuando era novato y trabajaba en la Division de la calle Setenta y siete, el corazon de la selva. Mal se pregunto si Dudley Smith sabria algo sobre el nazi de Buchenwald.

– Asi es. Nunca vi posibilidades alli.

– Era divertido, muchacho. Habrias congeniado bien. Los demas no lo creian asi, pero tu los habrias convencido.

Esta al corriente de los rumores. Mal miro a Ellis Loew y dijo:

– Concretemos esto. ?Cual es la artilleria pesada que mencionaste?

Loew los miro a ambos.

– Tenemos dos hombres que nos ayudan. El primero es un ex federal llamado Edmund J. Satterlee. Es jefe de un grupo llamado Contracorrientes Rojas. Es asesor de varias empresas y de lo que podriamos llamar gentes «astutas» de la industria del espectaculo. Investiga antecedentes de posibles empleados para averiguar si estan vinculados con el comunismo, y ayuda a identificar los elementos subversivos que ya se puedan haber infiltrado. Ed es un experto en comunismo y os indicara como usar las pruebas con mayor eficacia. El segundo hombre es un

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