acogedor nido de amor. Otros se encargan de recoger la pasta y Lucy ni siquiera sabe que le estan tomando el pelo. Vaya desfachatez.

Buzz penso en etiquetas con precios; Gelfman continuo.

– Buzz, para mi esto vale quinientos dolares, y te hago un favor, porque Lucy hacia strip- tease con Audrey Anders, la amiguita de Mickey Cohen. Podria haber acudido a Mickey, pero una vez te portaste bien conmigo, asi que te doy el trabajo. Howard dijo que sabrias como solucionarlo.

Buzz vio su vieja porra colgada del picaporte del cuarto de bano y se pregunto si aun tendria practica.

– El precio es mil dolares, senor Gelfman.

– ?Que? ?Es un atraco!

– No, es extorsion criminal solucionada fuera de los tribunales. ?Tiene el domicilio de Sifakis?

– ?Mickey lo haria gratis!

– Mickey meteria la pata y le implicaria en un homicidio. ?Donde vive Sifakis?

Gelfman suspiro.

– Maldito patan de Oklahoma. En Vista View Court 1187, en Studio City, y por mil dolares quiero que esto quede bien limpio.

– Como un asiento trasero con mierda -replico Buzz, y colgo. Manoteo su porra reglamentaria y se dirigio a Cahuenga Pass.

Tardo una hora en llegar al Valle; paso otros veinte minutos recorriendo complejos residenciales en busca de Vista View Court: cubos de estuco dispuestos en semicirculos al pie de Hollywood Hills. El numero 1187 era una casa prefabricada color melocoton. La pintura ya se estaba desconchando y los paneles de aluminio tenian manchas de oxido.

Alrededor habia construcciones similares. Edificios de color amarillo, lavanda, turquesa, salmon y rosa alternaban en la ladera, y terminaban ante un letrero que proclamaba: ?JARDINES DE VISTA VIEW! ?LO MAS DISTINGUIDO DE CALIFORNIA! ?NO HAY DESCUENTOS PARA VETERINARIOS! Buzz aparco frente a la casa amarilla, pensando en pelotas de goma arrojadas a una zanja.

Chiquillos con triciclos realizaban competiciones en los patios de grava; no habia adultos tomando el sol. Buzz se clavo en la solapa una placa de policia sacada de una caja de cereales. Bajo del coche y llamo a la puerta del 1187. Pasaron diez segundos. Ninguna respuesta. Mirando en torno, inserto una horquilla en el agujero de la cerradura y movio el picaporte. La cerradura cedio; Buzz abrio la puerta y entro en la casa.

La luz que se filtraba por las cortinas le dio una perspectiva de la sala: muebles baratos, posters de peliculas en las paredes, radios Philco apiladas junto al sofa, obvio producto de un robo en un almacen. Buzz saco la porra del cinturon y atraveso la grasienta cocina para entrar en el dormitorio.

Mas fotos en las paredes: chicas casi desnudas. Buzz reconocio a Audrey Anders, la «chica explosiva», que presuntamente habia obtenido un titulo universitario en algun pueblo de mala muerte; junto a ella habia una rubia esbelta. Buzz encendio una lampara para ver mejor; vio discretas fotos publicitarias: la «jugosa Lucy» en un chispeante traje de bano de una pieza, con un sello donde figuraba el domicilio de una agencia artistica. Entorno los ojos y advirtio que la muchacha tenia la mirada turbia y una sonrisa boba. Tal vez estaba drogada.

Buzz decidio que registraria el sitio en cinco minutos. Miro la hora y puso manos a la obra. Al vaciar cajones descubrio prendas interiores de hombre y mujer enredadas y varios cigarrillos de marihuana; en un armario habia discos de 78 revoluciones y novelas baratas. El guardarropa revelaba a una mujer en ascenso y a un hombre que le iba a la zaga: vestidos y faldas de tiendas de Beverly Hills, uniformes de la Marina que apestaban a naftalina, chaquetas jaspeadas de caspa.

A los tres minutos y veinte segundos, Buzz registro la cama: sabanas de saten azul, un cabezal tapizado con cupidos y corazones bordados. Metio la mano bajo el colchon, palpo madera y metal, saco una escopeta de canon recortado, grueso y negro, tal vez del calibre 10. Registro la recamara y comprobo que estaba cargada: cinco tiros, municiones de doble grado. Saco las municiones y se las guardo en el bolsillo; siguiendo una corazonada, miro bajo la almohada.

Una Luger alemana, cargada, una bala en la recamara.

Buzz extrajo la bala y vacio el cargador. Le fastidio no tener tiempo para buscar una caja fuerte y encontrar las fotos del perro. Habria querido arrojarlas a la cara de Lucy Whitehall para alejarla de los griegos con caspa y artilleria de alcoba. Regreso a la sala y se detuvo al ver una libreta con direcciones en una mesita.

La hojeo. No descubrio nombres conocidos hasta llegar a la G, donde vio a Sol Gelfman, su casa particular y numeros de la MGM rodeados con circulos; en la M y en la P encontro a Donny Maslow y Chick Pardell, detectives que el habia echado de Narcoticos, vendedores de marihuana en bares de poca monta, pero no chantajistas. Cuando llego a la S encontro datos para dejar al griego fuera de combate y de paso ganarse unos pavos.

Johnny Stompanato, Crestview-6103. Guardaespaldas de Mickey Cohen. Segun los rumores, habia financiado su retiro de la Combinacion Cleveland mediante violentas extorsiones. Segun los rumores, proporcionaba marihuana mexicana a los vendedores locales a cambio del treinta por ciento de las ganancias.

El apuesto Johnny Stompanato: dolares y signos de interrogacion.

Buzz regreso al coche para esperar. Puso la llave de contacto, encendio la radio, recorrio varias emisoras hasta dar con Spade Cooley y su programa de musica country y escucho con el volumen bajo. La musica era excesivamente dulzona, toda azucar. Le hizo recordar con anoranza su pueblo de Oklahoma. Luego Spade fue demasiado lejos: canturreo algo sobre un hombre que iria a la horca por un crimen que no habia cometido. Eso le hizo pensar en el precio que el habia pagado por salir.

En 1931, Lizard Ridge, Oklahoma, era un pueblo moribundo en el corazon del Dustbowl. Tenia una fuente de ingresos: una planta que fabricaba armadillos embalsamados, monederos de armadillo y billeteras con forma de monstruo Gila, y despues los vendia a los turistas que pasaban por la carretera. Los lugarenos y los indios de la reserva mataban y despellejaban a los reptiles y los vendian a la fabrica; a veces se entusiasmaban y se mataban entre ellos. Luego las tormentas de polvo cerraron la ruta U.S.1 durante seis meses. Los armadillos y los Gilas se trastornaron, se atiborraron de malezas que les provocaron una enfermedad, se fueron a morir a otra parte o invadieron la calle principal de Lizard Ridge y acabaron aplastados por los coches. De un modo u otro, las pieles estaban demasiado maltrechas y arrugadas para que nadie ganara un centimo. Turner Meeks, gran cazador de monstruos Gila, capaz de liquidarlos con un calibre 22 a treinta metros -justo en el espinazo, donde la fabrica ponia las costuras- supo que era momento de largarse.

Se mudo a Los Angeles y consiguio trabajo en el cine como extra para peliculas del Oeste: Paramount un dia, Columbia el otro, las producciones de bajo presupuesto de Gower Gulch cuando las cosas se ponian dificiles. Cualquier blanco presentable que supiera manejar una cuerda y cabalgar era mano de obra calificada en el Hollywood de la Depresion.

Pero en el 34 se empezaron a filmar menos westerns y mas comedias musicales. El trabajo escaseaba. Estaba a punto de presentarse a la Compania Municipal de Autobuses de Los Angeles -tres vacantes para unos seiscientos aspirantes- cuando Hollywood lo salvo de nuevo.

El Monogram Studio estaba sitiado por piquetes: una combinacion de sindicatos bajo el estandarte de la Liga de Futbol Americano. Lo contrataron como esquirol: cinco dolares diarios, mas trabajo adicional garantizado una vez sofocada la huelga.

Machaco cabezas dos semanas seguidas, y era tan diestro que un policia fuera de servicio lo apodo «Buzz», por el zumbido de la porra, y lo presento al capitan James Culhane, jefe de la Seccion de Disturbios en el Departamento de Policia de Los Angeles. Culhane tenia ojo para reconocer a un policia nato. Dos semanas despues Buzz hacia su ronda en el centro de Los Angeles; un mes despues era instructor de tiro en la Academia de Policia. Enseno a la hija del jefe Steckel a disparar un calibre 22 y a montar a caballo. Gracias a eso llego a sargento, obtuvo puestos en Estafas, Atracos y el plato mas picante: Narcoticos.

El servicio en Narcoticos implicaba una etica no escrita: arrestabas a lo peor de la humanidad, caminabas con mierda hasta la rodilla, obtenias una zona. Si eras cabal, no delatabas a los corruptos. Si no lo eras, dabas un porcentaje de la droga confiscada a los tipos de color o a los muchachos que les vendian solo a los negros: Jack Dragna, Benny Siegel, Mickey C. Y vigilabas a los honestos de otras divisiones, los fulanos que querian echarte para conseguir tu puesto.

Cuando ingreso en Narcoticos en el 44, Buzz llego a un trato con Mickey Cohen, que entonces era el caballo ganador en el hampa de Los Angeles, el ambicioso en ascenso. Jack Dragna odiaba a Mickey; Mickey odiaba a Jack; Buzz presionaba a los vendedores de Jack, sacaba cinco gramos por onza y los vendia a Mickey, quien lo

Вы читаете El gran desierto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×