apoyaba porque le amargaba la vida a Jack. Mickey lo llevaba a las fiestas de Hollywood, le ponia en contacto con gente que necesitaba favores de la policia y estaba dispuesta a pagar; le presento a una rubia de buenas piernas cuyo esposo estaba en Europa con la Policia Militar. Conocio a Howard Hughes y empezo a trabajar para el, escogiendo a granjeras con infulas de actriz para las guaridas que el gran hombre habia instalado por todo Los Angeles para follar. Le iba al pelo en todos los frentes: el trabajo, el dinero, la aventura con Laura Considine. Hasta el 21 de junio de 1946, cuando una denuncia anonima sobre un robo en la Sesenta y Ocho y Slauson lo llevo a una emboscada en un callejon: dos en el hombro, una en el brazo, una en la nalga izquierda. Eso le permitio salir del Departamento de Policia con pension completa, para caer en brazos de Howard Hughes, quien casualmente necesitaba a alguien…

Y aun no sabia quienes le habian disparado. Las balas que le extrajeron indicaban que eran dos; Buzz tenia dos sospechosos: pistoleros de Dragna o muchachos contratados por Mal Considine, el esposo de Laura, el sargento de Antivicio que habia vuelto de la guerra. Busco informacion sobre Considine, oyo que rehuia las trifulcas de los bares de Watts, que se divertia enviando a novatos para encargarse de las rameras cuando dirigia el turno de noche en Antivicio, que habia traido a una mujer checa y a su hijo de Buchenwald y planeaba divorciarse de Laura. Nada concreto en ningun sentido.

Lo unico seguro era que Considine sabia que el habia andado con su futura ex mujer y lo odiaba. Habia pasado por la Oficina de Detectives, una oportunidad para despedirse y recoger su placa de cortesia, una oportunidad para conocer al hombre a quien habia puesto los cuernos. Paso frente al despacho de Considine, vio a un tipo alto que se parecia mas a un abogado que a un policia y le tendio la mano. Considine lo miro lentamente, dijo: «A Laura siempre le gustaron los chulos», y se dedico a sus asuntos.

Probabilidades al cincuenta por ciento: Considine o Dragna. Podia elegir.

Un descapotable Pontiac ultimo modelo freno ante el 1187. Dos mujeres con vestidos de fiesta bajaron y caminaron hacia la puerta con zapatos de tacon muy alto; las siguio un griego corpulento con la chaqueta demasiado cenida y pantalones demasiado cortos. La muchacha mas alta se cayo cuando el agudo tacon se le atasco en una hendidura de la acera; Buzz reconocio a Audrey Anders, el cabello a lo paje, el doble de hermosa que en la foto. La otra muchacha -la «jugosa Lucy», segun las fotos publicitarias- la ayudo a levantarse y a entrar en la casa. El griego corpulento las siguio. Buzz aposto tres contra uno a que Tommy no sabria apreciar sutilezas, manoteo la porra y se acerco al Pontiac.

El primer cachiporrazo arranco la cabeza de indio que adornaba el capo; el segundo destrozo el parabrisas. El tercero, el cuarto, el quinto y el sexto siguieron una tonadilla de Spade Cooley, hundiendo la parrilla del radiador, que solto bocanadas de vapor. El septimo fue un golpe a ciegas contra una ventanilla. Al estrepito siguio un estentoreo «?Que diablos…?» y un familiar ruido metalico: un dispositivo de escopeta metiendo un cartucho en la recamara.

Buzz se volvio. Tommy Sifakis se acercaba por la acera, la escopeta de canon recortado en las manos tremulas. Cuatro contra uno a que el griego estaba demasiado rabioso para notar que el arma pesaba poco; dos contra uno a que no tenia tiempo de asir la caja de municiones para cargar de nuevo. Una apuesta segura.

Porra en ristre, Buzz embistio. Cuando estuvieron a muy poca distancia, el griego apreto el gatillo y se produjo un pequeno chasquido. Buzz contraataco, buscando una velluda mano izquierda que freneticamente trataba de insertar municiones que no estaban alli. Tommy Sifakis grito y solto la escopeta; Buzz lo tumbo de un golpe en las costillas. El griego escupio sangre y se arqueo, acariciandose la zona lastimada. Buzz se arrodillo junto a el y le hablo suavemente, exagerando el acento de Oklahoma:

– Hijo, olvidemos el pasado. Rompe las fotos, tira los negativos, y no le dire a Johnny Stompanato que lo estafaste en la extorsion. ?Trato hecho?

Sifakis escupio sangre y una maldicion. Buzz le golpeo las rodillas. El griego solto un grito gangoso.

– Iba a daros a ti y a Lucy otra oportunidad -continuo Buzz-, pero creo que ahora le aconsejare que encuentre una vivienda mas adecuada. ?Quieres pedirle disculpas?

– Vete al diablo.

Buzz solto un largo suspiro, como cuando hacia el papel de un vaquero harto de abusos en una serie de Monogram.

– Hijo, mi ultima oferta. O le pides disculpas a Lucy o le dire a Johnny que lo estafaste, a Mickey C. que estas extorsionando a la amiga de su chica y a Donny Maslow y Chick Pardell que los denunciaste a Narcoticos. ?Aceptas?

Sifakis trato de extender el triturado dedo medio; Buzz acaricio la porra, mirando a las boquiabiertas Audrey Anders y Lucy Whitehall, de pie en la puerta de la casa. El griego volvio la cabeza sobre la acera y jadeo:

– Pido disculpas.

Buzz vio fugaces imagenes de Lucy y su coestrella canina, Sol Gelfman arruinandole la carrera con peliculas clase Z, la muchacha regresando al griego en busca de sexo rudo. Dijo: «Asi me gusta», hundio la porra en el vientre de Sifakis y se acerco a las mujeres.

Lucy Whitehall volvio a entrar en la sala; Audrey Anders le cerro el paso, descalza. Senalo la placa de Buzz.

– Es falsa.

Buzz capto el acento sureno; recordo charlas de vestuario: la Muchacha Explosiva podia hacer girar las borlas adhesivas que le cubrian los pezones en ambas direcciones al mismo tiempo.

– La saque de una caja de cereales. ?Eres de Nueva Orleans? ?Atlanta?

Audrey miro a Tommy Sifakis, que se arrastraba hacia el borde de la acera.

– Mobile. ?Mickey te mando hacer eso?

– No. Me preguntaba por que no parecias sorprendida. Ahora lo se.

– ?Quieres contestarme?

– No.

– ?Pero has trabajado para Mickey?

Buzz vio que Lucy Whitehall se sentaba en el sofa y cogia una de las radios robadas para tener algo en las manos. Tenia la cara congestionada. Rios de maquillaje le resbalaban por las mejillas.

– Claro que si. ?Mickey no le tiene afecto al senor Sifakis?

Audrey rio.

– Sabe reconocer a un canalla cuando lo ve, debo admitirlo. ?Como te llamas?

– Turner Meeks.

– ?«Buzz» Meeks?

– Exactamente. Escucha, ?tienes un lugar donde alojar a la senorita Whitehall?

– Si. ?Pero que…?

– Mickey todavia pasa el Ano Nuevo en el Ham'n'Eggs de Breneman?

– Si.

– Pues dile a Lucy que haga las maletas. Os llevare alla.

Audrey se sonrojo. Buzz se pregunto cuantas salidas ocurrentes le aguantaria Mickey a Audrey antes de ponerla en cintura, si Audrey le haria el numero de las borlas. Audrey fue a arrodillarse junto a Lucy Whitehall. Le acaricio el cabello y suavemente le quito la radio. Buzz acerco el coche y lo hizo entrar en el jardin de grava sin dejar de vigilar al griego, que todavia gemia en voz baja. Los vecinos atisbaban por las ventanas, ocultos detras de las persianas en todo el callejon. Audrey saco a Lucy de la casa unos minutos despues, rodeandole los hombros con el brazo y llevando un maletin en la otra mano. Camino al coche, Audrey se paro para darle a Tommy Sifakis una patada en los testiculos.

Buzz tomo por Laurel Canyon para regresar a Hollywood. Un camino mas largo: mas tiempo para pensar que haria si Johnny Stompanato se ponia de parte de su jefe. Lucy Whitehall murmuraba letanias sobre Tommy Sifakis, repitiendo que era un buen hombre aunque con algunos defectos. Audrey la arrullaba para calmarla y le daba cigarrillos para que no hablara.

En apariencia seria un negocio triple: mil dolares de Gelfman, lo que Mickey le diera si se conmovia por Lucy y un obsequio o un favor de Johnny Stompanato. Tenia que tratar suavemente a Mick. No lo habia visto desde que habia dejado de ser policia y de andar en tratos con el. Desde entonces el hombre habria sobrevivido a la explosion de una bomba, a dos examenes de cuentas ante el Servicio de la Renta Interna, a la muerte de su hombre de confianza, Hooky Rothman -que habia puesto la cara frente al lado malo de una Ithaca calibre 12- y a

Вы читаете El gran desierto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×