Stefan repitio esa palabra nueva para el.

– ?Fisurra?

– Fisura. Tendre que darte una clase cuando llegue a casa. Podemos ir a Westlake Park a dar de comer a los patos.

– ?Viste los fuegos artificiales? ?Te asomaste para ver?

En el momento de los fuegos artificiales, Mal se habia dedicado a rechazar el ofrecimiento de Penny Diskant: un polvo rapido en el guardarropa. Los pechos y las piernas lo apretujaban y el deseaba poder aceptar.

– Si, fue bonito. Hijo, tengo que dejarte. Trabajo. Vuelve a dormir, asi estaras descansado para nuestra clase.

– Si. ?Quieres hablar con Mutti?

– No. Adios, Stefan.

– Adios, p-p-papa.

Mal colgo. Le temblaban las manos y tenia los ojos empanados.

El centro de Los Angeles estaba tranquilo como si durmiera la mona. Los unicos ciudadanos visibles eran borrachos que hacian fila para pedir cafe y bollos frente a la Union Rescue Mission; los coches estaban aparcados al azar -morros contra parachoques aplastados-frente a los hoteluchos de South Main. Habia confeti mojado en las ventanas y la acera, y el sol que despuntaba sobre la cuenca del este tenia un regusto a calor, vapor y resaca alcoholica. Mal enfilo hacia el Pacific Dining Car deseandole una muerte prematura al primer dia de la nueva decada.

El restaurante estaba atestado de turistas con camaras que pedian el «Rose Bowl Special»: pescado frito, Bloody Marys y cafe. El camarero le dijo a Mal que el senor Loew y otro caballero le esperaban en el Salon de la Fiebre del Oro, un reducto intimo al que concurrian los leguleyos. Mal retrocedio y golpeo la puerta; la abrieron una fraccion de segundo despues, y el «otro caballero» sonrio.

– Toc, toc, ?quien es? Es Dudley Smith. ?Alerta, rojos! Adelante, teniente. Esta es una prometedora reunion de cerebros policiales, y debemos celebrar la ocasion con el fasto pertinente.

Mal le dio la mano, reconociendo el nombre, el estilo y un acento con frecuencia imitado por otros. El teniente Dudley Smith, Homicidios, Departamento de Policia de Los Angeles. Alto, tirando a obeso y rubicundo; nacido en Dublin, criado en Los Angeles, educado en un colegio jesuita. Hombre fuerte de cada jefe de policia de Los Angeles desde Dick Steckel. Siete hombres muertos en cumplimiento del deber. Corbatas especiales: sietes, esposas y escudos del Departamento bordados en circulos concentricos. Segun los rumores, llevaba un calibre 45 del ejercito, cargado con balas dum-dum lubricadas, y un punal de resorte.

– Teniente, es un placer.

– Llamame Dudley. Tenemos el mismo rango. Yo soy mayor, pero tu eres mas guapo. Ya veo que seremos excelentes companeros. ?No crees, Ellis?

Mal miro a Ellis Loew. El jefe de la Seccion Criminal de la Fiscalia de Distrito estaba apoltronado en una silla de cuero que parecia un trono, comiendo ostras y tocino.

– Ya lo creo. Sientate, Mal. ?Quieres desayunar?

Mal se sento frente a Loew; Dudley Smith se acomodo entre ambos. Los dos usaban trajes de tweed con chaleco: el de Loew era gris, el de Smith marron. Ambos ostentaban insignias: el abogado una llave Phi Beta Kappa [1], el policia escudos en las solapas. Mal ajusto la raya de sus arrugados pantalones de franela y penso que Smith y Loew parecian dos malos cachorros de la misma camada.

– No, abogado. Gracias.

Loew senalo una cafetera de plata.

– ?Cafe?

– No, gracias.

Smith rio y se palmeo las rodillas.

– ?Que te pareceria una explicacion por esta intrusion matinal en tu apacible vida familiar?

– Tratare de adivinar. Ellis quiere ser fiscal de distrito, yo quiero ser jefe de investigacion de la Fiscalia, y tu quieres hacerte cargo de Homicidios cuando Jack Tierney se jubile el mes proximo. Tenemos acceso a un asunto candente que yo aun desconozco, nosotros dos como investigadores, Ellis como fiscal. Ideal para un ascenso. ?He acertado?

Dudley solto una risotada.

– Me alegra que no terminaras tus estudios de leyes, Malcom -dijo Loew-. No me habria gustado tenerte como oponente en un tribunal.

– Entonces, ?he acertado?

Loew pincho una ostra y la empapo en salsa de huevo.

– No. Pero tenemos la ocasion de llegar a esos puestos que has mencionado. Con toda facilidad. Dudley se ofrecio para el suyo…

– Me ofreci por patriotismo -interrumpio Smith-. Odio la inmundicia roja mas que a Satanas.

Ellis probo el tocino, las ostras, el huevo. Dudley encendio un cigarrillo. Mal vio que una nudillera de bronce le salia de la cintura.

– ?Por que estoy pensando en un gran jurado?-ironizo Mal.

Loew se reclino y se estiro. Mal noto que buscaba su mascara de abogado profesional.

– Porque eres listo. ?Te has mantenido al corriente de las noticias locales?

– No.

– Bien, hay muchos problemas laborales, sobre todo en los estudios cinematograficos de Hollywood. El gremio de los transportistas ha formado piquetes contra el grupo sindical Alianza Unida de Extras y Tramoyistas, la UAES [2]. Tienen un contrato de largo plazo con la RKO y los estudios de peliculas baratas de Gower. Quieren mas dinero y participacion en las ganancias, pero no hacen huelga y…

Dudley Smith palmeo sobre la mesa.

– Esos comunistas subversivos no respetan ni a su madre.

Loew permanecio en silencio; Mal evaluo las manazas del irlandes, ideales para desnucar gente, torcer orejas, arrancar confesiones. Llego a una conclusion: Ellis temia a Smith, y Smith odiaba a Loew por principio, el hijo de perra era un abogado judio que se creia muy listo.

– Ellis, ?hablamos de un trabajo politico?

Loew acaricio su llave Phi Beta Kappa y sonrio.

Hablamos de una intensa investigacion acerca de la influencia comunista en Hollywood. Tu y Dudley sereis mis principales agentes. La investigacion se centrara en la UAES. En ese sindicato pululan los subversivos, y tienen un trust de cerebros que dirige el asunto: una mujer y media docena de hombres, todos muy vinculados con «companeros de ruta» que fueron a prision por apelar a la Quinta Enmienda ante el HUAC [3] en el 47. Colectivamente, los miembros de la UAES han trabajado en varias peliculas que defienden la causa comunista, y estan en relacion con una verdadera red de subversivos. El comunismo es como una telarana. Un hilo te lleva a un nido, otro hilo te lleva a una colonia entera. Los hilos son los nombres, y los nombres se convierten en testigos y dan mas nombres. Tu y Dudley me conseguireis todos esos nombres.

Las plateadas insignias de capitan bailaron en la mente de Mal; miro a Loew y planteo objeciones, abogado del diablo de su propia causa.

– ?Por que yo en vez del capitan Bledsoe? Es jefe de investigacion de la Fiscalia, tiene influencias y es el favorito de todos… lo cual es importante, pues tu tienes fama de ambicioso. Yo soy un detective que se especializa en reunir pruebas de homicidio. Dudley es hombre de Homicidios. ?Por que nosotros? ?Y por que ahora… a las nueve de una manana de Ano Nuevo?

Loew conto las objeciones con los dedos. Tenia las unas brillantes, pintadas con esmalte claro.

– Primero, anoche me quede hasta tarde con el fiscal de distrito. El presupuesto fiscal definitivo de la oficina para 1950 debe estar manana a disposicion del Ayuntamiento, y lo convenci de usar los cuarenta y dos mil dolares que nos sobraban para combatir el Peligro Rojo. Segundo, el agente Gifford de la Seccion del Gran Jurado y yo decidimos intercambiar trabajos. El quiere experiencia en justicia penal, y ya sabes que quiero yo. Tercero, el

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