aun, lo que era: una modelo. Vestia un top amarillo condenadamente ajustado a su cuerpo, sin mangas y muy escotado, y una falda de piel negra muy corta que dejaba libertad a sus piernas, muslos firmes, rodillas huesudas y largos y estilizados gemelos. Calzaba unas zapatillas sin tacones, cruzadas por unas tiras de cuero. Sus pies tambien eran un sueno, como sus manos, su pecho y un rostro que se daba un aire a Scarlett Johansson. Debia de medir un poco mas que yo, y tenia una inmensa cabellera azabache, espectacular, que rivalizaba con sus ojos almendrados y sus labios carnosos.

– ?Quien eres tu? -consiguio preguntar.

– ?Y tu?

– Yo he sido la primera -me recordo.

La voz era firme. Se adivinaban en ella rasgos de miedo, por las manchas, la sorpresa de ver alli a un desconocido, pero no mostraba sumision sino mas bien todo lo contrario, valentia. Me parecio la clasica persona energica, habituada a luchar, con caracter. El hecho de que me tuteara, aunque yo fuera mucho mayor que ella, resultaba significativo.

– Soy el vecino de Laura -dije-. Vivo ahi enfrente.

– ?Como te llamas?

– Daniel Ros.

– Nunca he oido hablar de ti. Laura…

– Eramos vecinos, no amigos Lo de «eramos» fue un desliz.

– Entonces ?que haces aqui? -Desvio su mirada de la mia para volver a mirar las manchas. Cuando los alzo de nuevo fue para fruncir el ceno y gritar con mas fuerza en direccion al interior del piso-: ?Laura!

No me movi.

– ?Que esta pasando aqui? -quiso saber la recien llegada mientras guardaba las llaves del piso en su bolso. Todavia llevaba la maleta colgando de su mano izquierda-. ?Y esto? -Senalo la sangre.

Me senti atrapado, inutil.

– Escucha, hay algo que…

No me hizo caso. Dejo la maleta en el suelo y trato de entrar, pasando por mi lado. Tuve que interponerme. Cuando quiso apartarme la sujete con ambas manos. No le gusto que la tocara. A mi, si. Tenia la carne fresca, como si no hiciera calor, y la piel muy suave. Se aparto dando un paso hacia atras y me miro, asustada por primera vez.

– ?Donde esta Laura? -repitio.

– Esta muerta -dije yo.

– No digas estupideces.

– Alguien la ha asesinado esta noche.

Se lo solte a bocajarro, con premeditacion y quiza con crueldad, deduje por la forma en que me miro y se aparto de mi. Asimilo mis palabras y algo le hizo ver que yo hablaba en serio. Eso la hizo reaccionar tambien con mas miedo. Dio un paso atras y calculo sus posibilidades.

Decidi ser menos brusco, solo para tratar de evitar que gritase o le entrase la histeria.

– Escucha, por favor -le mostre mis manos abiertas, limpias de todo mal y, por supuesto, de sangre-. No se lo que ha pasado aqui esta noche, ni quien la ha matado, pero todo ha sucedido hace horas. Acabo de salir de mi piso, he visto la puerta abierta, la sangre en el suelo, he entrado y… eso es todo. No hace ni cinco minutos que estoy aqui.

Siguio inmovil, desconcertandome. No sabia si iba a ponerse a gritar o…, ?o que?

Hasta que, poco a poco, la vi hundirse, empequenecerse. Dos pequenas motas de humedad aparecieron en sus ojos. La verdad iba entrando en su razon, se apoderaba de ella. Miro a mi espalda.

– No es agradable de ver, te lo juro -trate de convencerla.

Empece a hacerlo, aunque todavia se resistio.

– ?Que… quieres decir?

– El asesino se ha ensanado.

– Dios…

No queria estar hablando alli, en el recibidor de un piso que habia asaltado un sadico, con un cadaver destrozado a menos de cinco metros y unas manchas de sangre capaces de gritar mas en silencio que mi companera si, despues de todo, se ponia histerica. Camine hacia la puerta y ella se aparto de un salto.

– Ven -la invite-. Sera mejor que vayamos a mi casa.

– ?No vas a llamar a la policia?

– Todavia no.

– ?Por que?

– Salgamos de aqui, por favor.

Abri la puerta del piso de Laura. La aparecida me miro con ira y algo de frustracion. La noticia empezaba a aturdiria y, al fin y al cabo, tenia que decidir si yo era de fiar. No creo que se rindiese, pero acepto lo evidente, aunque tenia dos opciones: seguirme o, ahora que nada lo impedia, entrar y ver el cuerpo. Dudo un par de segundos, pero finalmente me tranquilizo haciendo lo que imponia el sentido comun. Recogio la maleta del suelo y le dio la espalda al horror. Paso por mi lado y llego al rellano. Antes de cerrar la puerta vi algo colgado de la pared, detras de ella.

Las llaves del piso de Laura.

Alargue la mano, las atrape y me las meti en el bolsillo del pantalon. Visto y no visto. Temerario.

Y desde luego absurdo, incriminatorio, por mucho que mi instinto me hubiese dicho que las cogiese y yo acabase de obedecerle, todo en una fraccion de segundo.

Cerre la puerta del piso, aprete el boton de la luz del rellano, saque mis llaves y abri mi propia casa. Me aparte para dejar paso a mi companera. Vacilo por ultima vez.

Alli, en mitad de ninguna parte, me parecio una diosa.

Nunca olvidare como paso por mi lado y entro en mi piso. Evoque a Claudia Cardinale en La chica de la maleta, otro de mis items infantiles mas recurrentes.

Y fui tras sus pasos.

IV

Lo hizo cuando estuvo en mi propia sala, todavia de pie, hundida su resistencia.

Lloro.

No me acerque. No quise ni tocarla. Deje que lo hiciera con libertad, sola, doblada sobre si misma. Llorar ayuda a relajarse, y queria que estuviese relajada. Dejo la maleta en el suelo, la bolsa a su lado, y finalmente se le doblaron las rodillas y se sento en una de mis butacas. La belleza siempre me ha podido. Para mi es algo dificil de asimilar. Laura era bella. La aparecida era bella. Teniamos una muerta y ni siquiera sabia como se llamaba. De hecho, era como si el cadaver de Laura siguiese entre los dos.

– ?Quieres algo fuerte?

Me dijo que si con la cabeza.

– ?Cafe o… algo mucho mas fuerte?

– ?Tienes conac?

No bebo, pero por Navidad siempre te regalan botellas. Fui a la cocina y encontre un Napoleon nuevo, sin abrir. Debia de llevar diez anos en casa. O sea que si ya era noble de cuna, ahora debia de serlo aun mas. Saque el precinto, cogi una copa y regrese con ella. Se la servi y deje la botella en la mesita, por si queria mas. Lo hizo desaparecer de un trago pero no repitio. Mantuvo la copa entre sus manos, a modo de sustento. El latigazo interior la hizo reaccionar un poco.

– Siento lo sucedido -dije-. ?Como te llamas?

Se tomo su tiempo. Daba la impresion de empezar a considerarlo todo muy detenidamente. Estaba en el piso de un desconocido a quien ella misma habia empezado a tutear, como debia de hacer con todo el mundo y mas en su ambiente.

– Julia.

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