Jordi Sierra i Fabra

La Cruz Del Nilo

Las Hijas de las Tormentas 2

PRIMERA PARTE

Egipto (del 29 de marzo al 4 de abril de 2013)

1

El timbre del telefono hizo que saltara de la cama de golpe, asustada. Acababa de dormirse, con su primer sueno profundo y reparador, asi que el shock fue casi traumatico. De entrada no supo muy bien si era una pesadilla. Tuvo que hacer un esfuerzo para recordar donde estaba.

En el lugar, la oscuridad era completa.

Miro la hora en la pantallita luminosa del movil mientras este seguia zumbando; preferia un sonido neutro a una de tantas musiquitas estupidas con las que los adictos a los moviles adornaban sus aparatos. Las dos de la manana.

– Pero quien…

El numero de la persona que llamaba no aparecia identificado en la pantalla.

Y tan pocas personas sabian el suyo… Acompaso la respiracion, aclaro su mente.

– ?Si? -abrio la linea.

– ?Georgina?

Voz de hombre. Mayor. Cauta. Si la llamaba Georgina, no se encontraba en su pequeno, muy pequeno circulo de amistades, porque ellos la llamaban Joa. Eso la hizo tomar precauciones, una vez mas.

Como siempre.

– ?Quien es?

– Soy Gonzalo Nieto. ?Te acuerdas de mi?

Gonzalo Nieto, maestro y amigo de su padre, un arqueologo tan importante y famoso como el, y una eminencia en temas egipcios. Lo habia conocido en una presentacion, en el Museo Egipcio de Barcelona, seis o siete anos atras. Despues solo lo vio dos o tres veces mas. Un hombre calido, de la vieja escuela, rondando ya los setenta pero con una vocacion y una capacidad a prueba del paso del tiempo. Su padre tenia una enorme confianza en el, decia que poseia un cerebro privilegiado, y que era una persona honrada. Una rara cualidad en momentos de egoismo universal.

Lo mas importante, sin embargo, era que conocia la historia, la desaparicion de su madre y su origen extraterrestre, la busqueda de su padre…

Joa se despejo de golpe.

Casi un desconocido pero que no era ajeno a lo sucedido en el pasado la llamaba a las dos de la manana.

No seria para desearle buenas noches.

– Claro que lo recuerdo, senor Nieto -alargo la mano, tomo la linterna y presiono el interruptor de la puesta en marcha, desparramando un primer haz de luz por la tienda de campana minuscula que la envolvia-. ?Como esta?

– Esa es una buena pregunta, y muy formal -el arqueologo se echo a reir-. Soy yo el que deberia preguntarte a ti como estas, o… mejor donde estas, porque segun el lugar debes de estar acordandote de todos mis muertos.

Joa recordo su buen humor.

Un hombre capaz de reirse de su propia sombra, aunque en el trabajo fuese el mas serio.

– Estoy en Angkor -le revelo.

– ?Camboya? -la voz se estremecio-. Eso significa que ahi para ti deben de ser… -hizo un calculo rapido-, las dos o las tres de la madrugada.

– Mas o menos -sonrio ella.

– ?Oh, no! Lo siento, carino. No sabia…

– ?Como iba a saberlo?

– ?Sigues alguna pista? ?Algo importante?

Joa ya estaba plenamente consciente. La linterna, quieta en su mano, iluminaba con tono espectral su escasa ropa, las botas gruesas, la mochila cargada. Mas alla de la tienda, de color azul, infima pero muy practica, la selva camboyana era un sorprendente mar de silencio, como si las matanzas de los jemeres rojos cuarenta anos atras aun perduraran y hasta los animales hubieran enmudecido.

– No -tuvo que reconocer sin que se notara en exceso su deje de fastidio-. Nada relevante, senor Nieto.

– ?No quedamos en que me llamarias Gonzalo?

– De acuerdo, Gonzalo.

– Escucha, Georgina. No voy a importunarte mucho. Te lo suelto y ya esta.

Joa se envaro ligeramente. Se lo soltaba y listo. ?Que?

– Has de venir a Egipto.

– ?Cuando?

– Cuanto antes, aunque yo estare aqui varias semanas. Meses. Formo parte de uno de los equipos que estan explorando las nuevas tumbas encontradas en el Valle de los Reyes. El gobierno egipcio le concedio a Espana la licencia y el permiso para trabajar en una de ellas.

– ?Tiene que ver con mi madre?

– Si.

Fue tan rotundo, tan claro, que Joa sintio el frio casi de inmediato. Una corriente electrica vivificando sus terminaciones nerviosas como hacia mucho que no sentia.

– ?Que ha encontrado, Gonzalo? -se atrevio a preguntar.

– ?Quieres que te lo diga por telefono, a las dos de la madrugada en Camboya?

– Llegare lo antes que pueda, pero quisiera…

– Carino, ni yo estoy muy seguro, pero creo que he dado con… una puerta, o por lo menos con la llave que puede abrirla si damos con ella.

Una puerta. Una llave.

– ?Quiere decir que podria…?

– Quiza comunicarte con ellos, si.

– ?De que forma? ?Como…?

– No lo se, por eso te necesito aqui.

Joa cerro los ojos. Desde que su padre habia subido a la nave en Chichen Itza, era lo que estaba buscando, en cualquier parte donde hubiera indicios extraterrestres, pistas o posibles pruebas de su paso por la Tierra anos, siglos antes. Su padre habia gastado su vida buscando a la mujer que amo, y ella estaba dispuesta a emplear todas sus fuerzas buscandolos a ellos.

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