con ella. Entonces Sofia se incorporo y lo llamo, una llamarada. Renzi dejo el vaso en la barra y se acerco.

– ?Que dicen las chicas?

– Sentate a tomar algo con nosotras -dijo Sofia.

– No, sigo viaje.

– ?Ya te volves? -pregunto Ada.

– Me quedo para el juicio.

– Te vamos a extranar -dijo Sofia.

– ?Y que va a pasar? -pregunto Emilio.

– Se va a arreglar todo… siempre es asi aca… -dijo Ada.

Se hizo un silencio.

– Ojala fuera adivino… -dijo Emilio-. Para leerles el pensamiento…

– Pensamos una vez cada una -dijo Ada.

– Si -dijo Sofia-, cuando una piensa, la otra descansa.

Siguieron bromeando un rato mas y ellas le contaron un par de chistes nativistas, medio zafados, [40] y al final Renzi se despidio y subio a su pieza.

Tenia que trabajar, ordenar sus notas. Pero estaba inquieto, disperso, le parecio que Sofia no habia estado nunca con el. Estuve adentro de ella, penso, un pensamiento idiota. El pensamiento de un idiota. «Te garchas una mujer y no te lo perdona nunca», decia Junior con su tonito cinico y ganador. «Claro, inconscientemente», aclaraba abriendo grandes los ojos, con aire de entendido. «Mira, Eva tuvo el primer orgasmo de la historia femenina y se fue todo al demonio. Y Adan, a laburar…» Tenia minas a granel, Junior, y a todas les explicaba su teoria sobre la guerra inconsciente de los sexos.

Al rato Emilio pidio con su servicio de llamadas en Buenos Aires. Nada importante. Amalia, la mujer que le limpiaba el departamento, preguntaba si tenia que seguir yendo los martes y jueves aunque el no estuviera. Una chica que no se habia identificado lo habia llamado y le habia dejado un numero de telefono que Renzi ni siquiera se tomo la molestia de anotar. ?Quien seria? Tal vez Nuty, la cajera del supermercado Minimax de la vuelta de su casa, con la que habia salido un par de veces. Habia dos mensajes de su hermano Marcos que lo llamaba desde Canada. Queria saber, le dijo la mujer del servicio de llamadas, si habia desocupado la casa de Mar del Plata y si ya la habia puesto en venta. Tambien queria saber si era cierto que volvia Peron a la Argentina.

– Y usted que le contesto -pregunto Renzi.

– Nada. -La mujer parecio sonreir, en silencio-. Yo solo tomo los mensajes, senor Emilio.

– Perfecto -dijo Renzi-. Si mi hermano vuelve a llamar, digale que no me he comunicado todavia con ustedes y que estoy fuera de Buenos Aires.

Luego de la muerte de su padre, la casa de la familia en la calle Espana habia quedado desocupada varios meses. Renzi habia viajado a Mar del Plata, se habia desprendido de los muebles y la ropa y los cuadros de las paredes. Los libros los habia dejado en un guardamuebles, en cajas, ya veria lo que iba a hacer cuando la casa al final se vendiera. Habia tambien muchos papeles y fotos, e incluso algunas cartas que le habia escrito a su padre mientras estaba estudiando en La Plata. Lo unico que se habia traido de la biblioteca era una vieja edicion de Bleack House que su padre habria comprado en alguna libreria de usados. Habia descubierto o pensaba que habia descubierto una relacion entre uno de los personajes del libro de Dickens y el Bartleby de Melville. Penso distraidamente que quiza se podria escribir una nota sobre el asunto y mandarsela a Junior con la traduccion del capitulo de la novela de Dickens para que lo dejaran en paz. [41]

Por lo visto su hermano iba a cancelar el viaje. Si al final vendia la casa y dividian la plata, le iban a quedar unos treinta mil dolares. Con esa guita podia renunciar al diario y vivir un tiempo sin trabajar. Dedicarse a terminar su novela. Aislado, sin distracciones. En el campo. El chivo expiatorio huye al desierto… Derecho ande el sol se esconde / tierra adentro hay que tirar. Pero vivir en el campo era como vivir en la luna. El paisaje monotono, los chimangos volando en circulo, las chicas entretenidas entre ellas.

19

El juicio fue un acontecimiento. En realidad no era un juicio sino una audiencia, pero en el pueblo todos lo tomaron como un acontecimiento decisivo y lo llamaban desde luego la causa, el proceso, el caso, segun quien hablara, para significar que se trataba de un hecho trascendente, y como todos los hechos trascendentes tenian que ver (pensaban todos) con la justicia y con la verdad, aunque en realidad detras de esas abstracciones se jugaban la vida de un hombre, el futuro de la zona y una serie de cuestiones practicas. No habia dos bandos porque las fuerzas no eran equivalentes, pero se tenia la impresion de asistir a una contienda y en las calles del pueblo, ese dia, los corrillos y los comentarios retornaban una y otra vez a los hechos, como si toda la historia pasada estuviera en juego en el juicio contra Luca Belladona o en el juicio que Luca Belladona habia entablado contra el municipio, segun quien definiera la situacion. Aparentemente lo que estaba en litigio eran los 100.000 dolares que Luca se habia presentado a reclamar, pero muchas otras cosas estaban en cuestion al mismo tiempo y eso se vio en cuanto el fiscal Cueto empezo a hablar y el juez asintio a todos sus dichos.

El juez -el doctor Gainza- era en realidad un juez de paz, es decir un funcionario del municipio destinado a resolver los litigios locales. Estaba en un sillon, en un estrado, en la sala del Tribunal de Faltas del municipio, con un secretario de actas sentado al lado. El fiscal Cueto ocupaba una mesa abajo y a la izquierda, acompanado por Saldias, el nuevo jefe de policia. En otra mesa, a la derecha, estaba Luca Belladona, vestido con un traje de domingo, con camisa gris y corbata gris, muy serio, con varios papeles y carpetas en la mano y consultando de vez en cuando con el ex seminarista Schultz.

Mucha gente fue autorizada a presenciar la audiencia, estaban Madariaga y tambien Rosa Estevez y varios estancieros y rematadores de la zona, e incluso el ingles Cooke, dueno del caballo que habia estado en el centro del litigio. Estaban las hermanas Belladona pero no estaba el padre. Todos fumaban y hablaban al mismo tiempo y las ventanas de la sala estaban abiertas y se oia el murmullo y las voces de los que no habian podido entrar y ocupaban los pasillos y las salas contiguas. No estaba tampoco el comisario Croce, que por decision propia ya habia dejado el hospicio y ahora vivia en los altos del almacen de Madariaga, que le habia alquilado una pieza y lo tenia de pensionista. Croce pensaba que el asunto estaba arreglado de antemano y no queria con su presencia darle el aval a Cueto, su rival, que seguro iba a ganar esa partida con sus manejos turbios. Se veian pocas mujeres aunque las cinco o seis que estaban ahi se hacian notar por su aire de confianza y de seguridad. Una de ellas, una mujer muy bella, de pelo rubio y labios pintados de rojo, era Bimba, la mujer de Lucio, altiva, detras de sus anteojos negros.

Renzi entro tarde y tuvo que abrirse paso, y cuando se ubico en un banco de madera cerca de Bravo sus ojos se cruzaron con los de Luca, que le sonrio tranquilo, como si quisiera trasmitir su confianza a los pocos que estaban ahi para apoyarlo. Renzi solo lo miro a el durante toda la tarde porque le parecio que necesitaba sostenerse en la presencia de un forastero que verdaderamente creyera en sus palabras, y a lo largo de las dos o tres horas -no lo recordaba ya con precision aunque habia un reloj en la pared que daba las campanadas cada media hora y habia sonado varias- Luca lo miro siempre que se sintio en apuros o sintio que habia logrado expresar lo que queria, como si Renzi fuera el unico que lo comprendia porque no era de ahi.

El juez de paz, desde luego, tenia posicion tomada desde antes de empezar la asi llamada audiencia de conciliacion, y lo mismo pasaba con la mayoria de los presentes. Los que hablan de conciliacion y de dialogo son siempre los que ya tienen la sarten por el mango y el asunto cocinado, esa es la verdad. Renzi se dio cuenta enseguida de que el clima era de victoria anticipada y que Luca, con su mirada clara y los gestos calculados y calmos de alguien que siente la violencia en el aire, estaba perdido antes de empezar. El juez lo senalo con la mano y le cedio la palabra. Tardo un poco en decidirse y luego en empezar a hablar, como si vacilara o no encontrara las palabras, pero al final se paro, con sus casi dos metros de estatura, y se puso de perfil para poder mirar a Cueto, porque en realidad fue a Cueto a quien se dirigio.

Parecia alguien que tiene una afeccion en la piel y se expone al sol; despues de tantos meses de vivir encerrado en la fabrica, ese lugar abierto y con tanta gente le producia una especie de vertigo. Regresar al pueblo

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