La condenada nina llevaba razon, pero me fastidiaba reconocerlo. Mas alarmada que intrigada (me preguntaba que demonio podia querer una monja de mi), marque el numero de telefono y espere. Marina, muy prudentemente, me soplo el nombre que habia olvidado preguntarle:

– Se llama Guillermina, la madre Guillermina.

No se si aquella criatura era perfecta, pero desde luego siempre se mostraba menos distraida que yo. Una voz me respondio con un sonsonete peculiar:

– Aqui el convento de las hermanas corazonianas. ?En que puedo servirle?

– Quiero hablar con la madre Guillermina. Soy Petra Delicado, ella me llamo hace un rato.

– Si, espere un momento, por favor.

Marina estaba sentada, mirandome fijamente. Era obvio que sentia curiosidad, pero su ademan impasible la neutralizaba bastante en su expresion.

– ?Inspectora Delicado? -pregunto alguien con gravedad al otro lado del hilo.

– Si, soy yo.

– ?Gracias a Dios que ha llamado!

– ?Sucede algo, madre Guillermina?

– Si, inspectora, una autentica tragedia. Le ruego que venga lo antes posible, por favor.

– Pero…

– No quiero decirle nada por telefono, inspectora, comprendalo. Es mejor que venga enseguida.

– De acuerdo, pero digame, ?se trata de un asunto policial?

– Me temo que si, por desgracia me temo que si.

– Voy para alla, deme su direccion.

Naturalmente, en cuanto deje de escribir, Marina me pregunto que sucedia. Era estoica, pero no tanto. Le sonrei:

– No lo se. ?Tu les has dicho a las monjas que tu padre se habia casado con una inspectora de policia?

– Si, se quedaron alucinadas.

– Me lo imagino. Pero ese no es el colegio al que vas, ?no, Marina?

– No, a este voy un dia a la semana porque mi madre quiere que me ensenen cosas de religion y como mi padre no queria llevarme a un colegio de monjas… Me ensenan a hacer caridad y cosas asi.

– Entiendo.

El problema que se me presentaba era que Jacinta, nuestra nueva asistenta, tenia la tarde libre los viernes; de modo que si me marchaba en aquel momento, la nina permaneceria sola mas de una hora hasta que llegara su padre. Regrese al salon y la observe. Habia vuelto a ponerse boca abajo en el sofa, exhibiendo con obstinacion sus calcetines de color rosa. ?Como podia irme con tranquilidad? Si era capaz de pasarse media tarde en decubito supino solo para ver el mundo al reves, podia ocurrirsele cualquier otra cosa mas peregrina aun. Afrontar la responsabilidad de lo que pudiera sucederle me parecio demasiado para mi, asi que telefonee a Marcos.

– Marina puede quedarse sola sin ningun problema. Es bastante formal. ?Que esta haciendo ahora? -pregunto como casualmente mi marido.

– El pino encima de un sofa.

Se quedo un momento callado, sin duda no esperaba que su hija se hallara enfrascada en una ocupacion tan inusual.

– Vete tranquila, Petra, yo enseguida salgo para alla. Sera tan solo un rato.

Con la gabardina abrochada y el bolso en la mano me plante frente a la nina.

– Marina, ?puedes ver el mundo un momento al derecho?

Descendio y me miro, la cara enrojecida y los pelos alborotados.

– Tu padre llegara enseguida, pero yo tengo que marcharme a toda prisa.

– ?Han asesinado a una monja?

Suspire, cargada de paciencia.

– En la vida real no hay tantos asesinatos como en las peliculas. El hecho de que asesinen a alguien es excepcional, lo normal es que todo el mundo siga vivo, ?comprendes?

– Si.

– ?Crees que estaras bien sola durante una horita?

– Si.

Ya empezaba a acostumbrarme a sus monosilabos categoricos, asi que no recabe de ella ningun otro matiz.

– No abras la puerta a nadie. No enciendas el fuego de la cocina. No te asomes a ninguna ventana. No manipules ningun cable electrico ni enchufe.

– En una hora no me daria tiempo a hacer tantas cosas.

– Bien. Lo que puedes hacer es leer un libro, escuchar musica y, si no tienes miedo de volverte idiota, tambien ver la television.

– ?Puedo comerme una manzana?

– Si, pero no estando boca abajo, podrias atragantarte.

Permanecio inmovil, considerando los riesgos de comerse una manzana con los pies en alto, y por fin asintio. Yo sali corriendo y me prometi no volver a pensar en los innumerables peligros que una casa encierra.

El convento de las corazonianas estaba situado en las cercanias de la plaza de Sant Just i Pastor. En una callejuela lateral, la portada levemente barroca, mas bien fuera de cualquier estilo arquitectonico absoluto, se elevaba entre otros edificios antiguos, provocando una sensacion inquietante y serena al mismo tiempo, si eso puede ser asi. Un timbre habilmente disimulado conectaba aquellas piedras con la modernidad. Llame, y apenas un segundo despues, una voz nada agradable, que mas bien remitia a un ama de casa agobiada que a una novicia angelical, me pregunto quien era a traves de un interfono ronroneante. Al contestar: «Petra Delicado, inspectora de policia», me invadio una oleada de irrealidad. ?Que demonio pintaba yo alli?, ?que me esperaba tras aquellos muros centenarios?, ?para que me necesitaban en una comunidad religiosa? Pense que sin duda se trataria de alguna gilipollez: una nina de las que acudian por alli habia cometido alguna gamberrada o un turista presuntamente cultural les habia mangado algun caliz de relativo valor. Sin duda mi cometido se limitaria a vehicular el asunto en las manos de los colegas a quienes compitiera, y a ser tan amable como para conseguir que Marina y su familia quedaramos en buen lugar.

Una monja con tantas dioptrias como anos abrio la puerta y me atisbo a traves de los cristales espesos de sus gafas pasadas de moda. Iba vestida con un habito negro por completo que le daba el aspecto de un oscuro pajarraco de mal aguero. Para intentar verme mejor, elevaba la cabeza y arrugaba la nariz.

– ?Es usted la policia? -se cercioro-. Pase por aqui. La madre Guillermina enseguida la recibira.

Me deposito en una salita poco iluminada. Olia a lejia, a incienso y, sorprendentemente, tambien a humo de cigarrillos. Me sente en un sofa del ano de la polca y pase revista a los cuadros de sacristia que ocupaban las paredes. Eran horribles: angeles musculosos como matones de discoteca armados con espadas flamigeras, santas con guirnaldas de floripondios en torno al cuello y los ojos en blanco a causa de algun extasis ignoto… pero el mas llamativo por su mal gusto representaba a un nino Jesus con claro sobrepeso siendo adorado por tres Reyes Magos sacados de un carnaval popular. Si se habia producido un robo en aquel convento y si lo robado estaba a la altura artistica de aquellos adefesios, ni siquiera seria necesario pedir refuerzos, con tomar nota de la denuncia y olvidarme despues estaria bien. En ese momento entro la hermana portera, o como diantre se denominara, y me invito a acompanarla.

– Vamos al despacho de la madre superiora -aclaro.

La segui por largos pasillos lugubres, desiertos de cualquier vestigio vital. Al entrar en el despacho anunciado el conjunto cambio. Era una estancia amplia, amueblada de modo funcional, y en la mesa que ocupaba el centro se veia un ordenador de ultima generacion. La calefaccion hacia menos inhospito el ambiente y, estaba segura, olia a tabaco una barbaridad. Me sente en un silloncito de confidente y me relaje. La tal madre Guillermina se hacia esperar mas que un ministro, pero eso me indicaba que el problema que debia resolver no era grave. Al fin, una puerta que habia en un rincon se abrio y entro con paso firme una monja de unos cincuenta anos, alta, fornida, de ojos claros velados por gafas, que alargo su mano para estrechar la mia, una mano casi varonil que me hizo dano al apretar.

– Inspectora Delicado, gracias por venir. Soy Guillermina de Arrinoaga, madre Guillermina del Sagrado Corazon en esta comunidad. No se levante, por favor.

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