teniendo, y no paro de darle vueltas a lo mismo, pero ya en plan de estudio, menuda diferencia. Sobre todo porque se que se llama fonetica, y las cosas cuando tienen un nombre te tranquilizan. En eso pasa igual con las personas. Vas a tientas y el nombre es la primera pista, una luz; si no lo sabes te lo acabas inventando.

Yo, por ejemplo, a una senora mayor a la que se veia mucho por Segovia, y que tiene un papel importante en esta historia, la llamaba, hasta que me entere de su nombre, la senora del palo, porque llevaba baston. Me gustaba mas que «la duquesa», que es como la llamaban otros. Pero de ella hablare luego. No se puede meter todo junto a mogollon. Ahora eso no toca. Es lo que nos ensena la lengua misma (digo la que esta mojada de saliva) cuando tapa el aire para que no se cuele una consonante si todavia no le tocaba salir a trabajar. No es poco arte.

Para mi la fonetica era «el aire que suena», por eso tambien me parecia que hablaban los arboles y el rio sacudidos por la tormenta. Y un gato cuando dice miau. Y en una libreria antigua, que parece que la estoy viendo, me enamore de una lamina encerada con el perfil de un hombre al que desde media nariz para abajo se le ven por dentro todos los mecanismos del habla, como piezas de un reloj. Y me quedaba tan pegado mirandola que mama lo noto, se lo dijo a papa y me la echaron por Reyes. La tengo todavia. Es la que vio Olalla en mi cuarto- como-Dios-manda de Madrid. Y el flechazo vino de que ella se fijara.

Miro la lamina, ahi sigue colgada en la pared con su listoncito de madera por arriba. Es un perfil que podria dibujar con los ojos cerrados. Y poco mas abajo del parpado, que es cuando empieza a descubrir el bisturi las tripas que en la vida real esconden la sonrisa y los mofletes, se ve un revoltijo de montanitas, tubos y senderos. La lengua es la protagonista principal, Fuencisla la llamaba «la sin hueso», y para ella «darle a la sin hueso» era enrollarse a hablar. En el dibujo esta quieta, claro, pero ya sabemos que no para de atras para adelante, que se mete entre los dientes y se frota contra el paladar y que le cierra el paso a la epiglotis o se lo abre, segun convenga. Ahora ya todo eso me lo se, aunque me siga extranando. Vienen luego dos pares de membranas: las cuerdas vocales. Y colocaditos debajo, cada uno a lo suyo, como los musicos en algunos teatros cuando no se los ve, estan la laringe -que es un tubo ancho muy importante-, la traquea y los bronquios. Forman una caja de resonancia que imprime su timbre especial al aire que sale por la glotis. Lo estoy copiando de un libro, por eso lo explico tan bien. Las consonantes ponen un obstaculo al paso del aire; lo tipico de las vocales, en cambio, es que ellas burlan este obstaculo, yo las veo como una moto entre coches o un delantero centro regateando para abrirse camino hacia la porteria. A, E, I, O, U: cinco clases de gol. A para entender, e para llamar, i para llorar, o para extranarse, u para asustar.

Los pulmones ya no salen en la lamina que me trajeron los Reyes, pero esos llevan todo el peso de la oficina, son el deposito del aire. Lo lanzan para arriba y sube por la traquea, llega a la laringe, a la faringe y a la boca. ?Menudo viaje de moscardon en busca de una ventana abierta, rebotando contra las paredes! Ahi empieza el lio, en las paredes. Cavidad bucal superior, alveolos, paladar duro, dientes, paladar blando, campanilla. Te mareas solo de pensarlo, de imaginar lo bien que se tiene que entender esa orquesta invisible para dejar cada vez el sitio justo al aire entre lengua y paladar, exactito, ni mas ancho ni mas estrecho, ?es que hay que darse cuenta! Y encima a toda mecha y sin ensayo, increible total, ?hala!, lo que tiene que sonar ahora es una gutural. Y suena la gutural, como si nada.

Porque vamos a pensar otra cosa que tampoco sea facil: por ejemplo, jugar al ajedrez. Un completo rompecabezas, vale, pero sabes que estas jugando, te acuerdas de lo que te ha costado aprender esas reglas y de que las tienes que estar repasando en la cabeza todo el rato en cuanto se sienta enfrente el otro jugador y lo ves alli serio, a cazarte. Si no te concentras cada vez que mueves ficha, te has metido por donde no era, y jaque a la reina. O sea que de natural nada, hay que andar al acecho, cosa que hablando no.

Y yo me preguntaba: ?Como les saldra tan facil a ellos? ?Como se las arreglaran para poner por orden todos los sonidos en ese fuelle de dentro? Fuencisla habia dicho: «Dejenlo ustedes, se hara un lio de tanto pensar.» Claro que me hacia un lio. Ella es la que acerto, como acertaba en casi todo. En lo de los otros, quiero decir. Porque para si misma, la pobre, era una catastrofe. Y eso luego quedo bien claro.

Una noche me desperte, di la luz y no estaba Lola. Acababa de sonar algo que me dio miedo, de caerse a un sitio oscuro seria, porque todas mis pesadillas tratan de lo mismo. Y me quede encogido entre las sabanas. No se oian ruidos por la casa, ni del patio llegaban luces. Por fin me atrevi a levantarme y sali al pasillo. Andaba desorientado, de eso que no sabes en que puerta parar, como cuando te ponen un acertijo. Pedro a lo mejor estaria estudiando, porque se quedaba de noche, pero Pedro no me servia. Mama si. Puse el oido y habia venido papa, hacian aquellos resoplidos raros. Total que tampoco. No tenia mas solucion que Fuencisla. Ya otras veces habia ido a su cuarto de noche, y aunque estuviera dormida, me hacia sitio en su cama un ratito.

Subi el escalon que separaba los dos pasillos y luego un cajon de madera que habia arrimado mama a la derecha para que yo pudiera llegar a la llave, «porque hay que ver este nino la mania que tiene con las llaves de la luz». La busque a tientas. Las de aquella casa eran doradas, redonditas, sobresaliendo de la pared con una lagrima dura en medio; ya no hay de esas. Le di para abajo a la lagrima de oro y la bombilla encendida colgando de un cordon largo no ayudaba a que pareciera real lo que dejaba ver; y las sombras se escondian a paso de tortuga dejando un rastro sobre las baldosas. Eran baldosas rojas con adornos picudos en blanco y habia que pisar con cuidado porque algunas se movian. Si te ponias bizco, el dibujo se veia de otra manera.

Anduve un poco y me pare delante del tapiz. No podia ser. Al otro lado se oia ruido de pasos llegando. «?Sera que estoy dormido todavia?», pense alli quieto, pegado a la pared. Y la idea me consolaba un poco, porque dormido nadie te pide que tomes este camino o el otro, las cosas te caen encima y que le vamos a hacer. Pero no. De repente el tapiz se movio de verdad, no habia duda, alguien estaba alli manoteando para salir, y la bailarina se retorcia. Visto y no visto. El bulto se hizo carne. Y aparecio Lola.

?Dios mio, que susto se pego al verme! Mas que yo todavia. Y se enfado, porque a ella asustarse le parece cosa de gente neura. «?Hijo, pareces un fantasma! ?Se puede saber lo que pintas ahi?» Pero nos miramos, y pensaria que quien fue a hablar de fantasmas, porque enseguida se puso a hacer bromas y a disimular, aunque me conoce, claro, y sabe que tonto no soy, la que mas lo sabe. O sea que le salian las mentiras fatal. «Es que estoy ensayando una funcion que voy a hacer con Mati en el instituto, yo me escondo y ella dice: '?Lejos de mi, sombra fingida!' Es una funcion de miedo, ?sabes?» Ahuecaba la voz y movia mucho los brazos. Yo no hacia mas que mirar el tapiz. Y Lola se inclino a darme muchos besos, me cogio en brazos y me llevo al cuarto: «Tu calladito, ?entiendes?, chiton del gato-raton. Anda, guapo, vamos a dormir, que es tarde.» Bueno, era un pacto. Ella tambien me habia guardado otros secretos.

Pero yo al dia siguiente, a una hora en que sabia que no andaba nadie por alli, me acerque de puntillas al tapiz. Parecia otra vez clavado, pero solo estaba abrochado con unos corchetes a la pared. Los desabroche hasta donde llegaba yo de alto, meti la mano y detras habia una puerta. La empuje, pero debia de estar cerrada con llave y no cedio.

Entonces me acorde claramente de que antes de aparecer Lola habia oido unos pasos bajando. Aquella puerta, lo supe seguro, comunicaba con la casa de los vecinos de arriba.

IV. EL ANGEL CAIDO

El telefono estaba en el pasillo de delante, encima de un estante con hueco debajo para las guias. Madera oscura y con marcas de haber apagado alli algun pitillo. Al que mas llamaban era a Maximo. Chicas. Maripositas a la luz, como decia Fuencisla, que presumia de aquellas conquistas como si fueran propias.

«Pues, guapa, echale un galgo», contestaba, si se ponia ella. Porque, quitando a papa, era el que menos paraba en casa. Tambien podia decir «A saber» o «Perdona, nina, yo recados no cojo», antes de colgar y desaparecer refunfunando hacia la zona de atras. «Condenado chico, va a dar guerra, este va a dar guerra seguro, y ademas a la chita callando, claro, con ese angel que tiene, asi cualquiera.» Y se sonreia porque le queria mucho. Le queriamos todos. Caia en gracia. Bueno, a Pedro no se si le caia en gracia, pero pasar de el tampoco podia, una mezcla rara. Yo lo que no me explico es que pudieran vivir tanto tiempo en el mismo cuarto con lo distintos que eran; y Pedro dando siempre la brasa con aquello de «te lo digo por tu bien», como si llevara un triangulito de Dios padre en la cabeza y un permiso en la manga para meterse en la vida de todos por ser el mayor. Pero con Maximo lo tenia crudo. Marcaba tal barrera entre su territorio y los sermones de los demas, que no le salpicaba ni la metralla, una especie de escudo tipo guerra de las galaxias. Invisible, pero lo llevaba siempre puesto. ?Como se las arreglaria? A mi me daba envidia.

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