Cosa rara porque, al subir por la escalera -ascensor no habia-, nuestro piso parecia el ultimo.

Te encontrabas con una pared a la izquierda sin puerta ni nada. Y desde la calle tampoco se veia mas que tejado sobre las habitaciones de delante. Asi que aquellos vecinos debian de entrar por otro sitio. A veces sonaba como un torno trabajando madera. Y Fuencisla miraba hacia el techo y ponia mas alta la radio. Radio Segovia, que la oia ella mucho y daban un programa de cuples y zarzuela por las tardes.

Lola a veces traia a amigas suyas sin avisar antes. Entraban en la cocina riendose, se sentaban y era que habia que hacer merienda para todas. Cambiaba mucho de amigas, casi nunca venian las mismas, y cuando Fuencisla le preguntaba por alguna que le hubiera caido simpatica y hacia tiempo que no la veia, Lola se encogia de hombros. «No la veo ya», decia, «no se puede una pasar la vida queriendo a la misma gente.» «Pues no se de donde sacas tanta variedad, dentro de poco Segovia se te va a quedar pequena.» «Ya se me ha quedado pequena», decia Lola, «tengo unas ganas de vivir en Madrid…» Yo sacaba en consecuencia que ese era un plan para el futuro, pero lo veia tan lejos como cuando piensas que te tienes que morir. La amiga que mas le duro a Lola fue una que se llamaba Mati, mayor que ella, guapisima y muy descarada. Creo que todavia la ve algo. No tenia miedo a nada y presumia de no haber llorado nunca. Delante del ta- piz del pasillo, se quitaba los zapatos y se ponia a bailar, imitando las posturas de la gitana, solo que ella moviendo los ojos y los brazos de verdad y dando saltos. Sonaban sus risas como en una cueva. «Ya viene Lola con esas», decia Fuencisla cuando las oia llegar. «Pues hoy no se lo que les voy a poder dar de merienda. ?Virgen mia, que zurriburri de casa!» Y entraba Lola invadiendolo todo. Le pegaba un pellizquito a Fuencisla en el culo o le hacia cosquillas en el cogote.

«Es muy buena», les decia a sus amigas, «parece que se enfada, pero le chifla hacernos merienda.» Y luego, a ella: «?Quien te quiere a ti, Fuencis?» Y Fuencis refunfunaba mientras untaba las tostadas de pan con mantequilla o hacia chocolate, que le salia espesito y riquisimo. «Si, si, mucha zalema, pero aqui todo el mundo a abusar, vais a tener Fuencis para poco. Y entonces, cuando me largue, os enterareis de lo que es llorar por la Fuencis, y donde esta y por que se habra ido.» «?Irte? ?Pero si tu no te puedes ir! ?A que no?», decia Lola. Y le plantaba un beso.

Yo en eso pensaba igual. La Fuencis no se podia ir nunca. ?Que seguros estabamos! Aunque se pusiera como un leon y gritase que no podia mas, que se habia hartado, aunque la vieramos haciendo la maleta en revoltijo, igual que pasa en las peliculas cuando la gente se enfada, nadie hacia caso. Sabiamos que de su pueblo estaba mas harta todavia que de casa. Habia renido con la familia que le quedaba alli y no iba ni por las vacaciones de Navidad. Y ademas estaba enamorada de un carnicero que se llamaba Ramon y se acababa de quedar viudo, chiquitajo y bastante feo. Fuencisla le iba a ayudar los dias que le tocaba salir y el le hacia confidencias de viudo inutil para llevar una casa, torpe para ligar y que ya no se ve tan joven. Segun ella se le habia juntado el cielo con la tierra al perder a su Paca y se estaba dando a la borrachera y a la perdicion como en los corridos mexicanos, como debe ser. «Quedan pocos hombres asi», decia, «capaces de querer de veras, los cuentas con los dedos de una mano y sobran dedos.» Pero la mancha de una mora con otra verde se quita, y ella, Fuencisla, no iba a consentir que un tio como aquel se hundiera en la miseria. Paciencia es lo que a ella le sobraba. Por lo visto, solia decir «sera mio o yo del claustro». Esto me lo ha contado Lola y me entra carne de gallina cada vez que me acuerdo. Pobre Fuencis. No hay cosa mas rara que el destino de las personas.

III. LOS MISTERIOS DE LA FONETICA

Entre el monton de cosas que pasan en la naturaleza, y como los hombres mandan en ellas y explican sus cambios, a mi nada me flipa tanto como la fonetica. Tambien me interesan las guerras, bueno, y la invencion de la imprenta, y del cine y del fax, y antes de la rueda y las tijeras, que son cosas de las que ya nadie se acuerda, y el curso de los rios cuando se salen de madre y alla van rodando pueblos enteros, y el culto a los muertos y la vida de los salvajes, pero fliparme de verdad, de eso que te quedas con los ojos a cuadros, la fonetica. Todo acaba, si lo piensas, llevando al mismo empiece: a que la gente arranco a hablar para entenderse. ?Y como les saldria tan facil al principio?

Ahora que me ha dado mucho por estudiar todo eso, entiendo que yo tardara tanto en decidirme a hablar, ya ves, como que se preocuparon en casa y pensaban llevarme a un especialista, pero Fuencisla dijo que yo lo entendia todo y que oia bien: «Se hara un lio de tanto pensar, dejenlo ustedes, en la garganta no tiene nada raro, su campanilla coloradita, que se la he visto yo con una cuchara cuando le dieron anginas, su lengua sana, y dice que si y dice que no, sordomudo no es, pues vale.»

Hasta que Lola intervino un dia y salio a decir la ultima palabra, se acabo el pleito definitivamente, ?zas! Fue un alivio y tambien una sorpresa.

– No te preocupes mas, madre, que Baltasar habla -le dijo a mama.

– ?Quieres decir que hablara? -pregunto ella-. ?O que quieres decir?

Yo iba en ese momento a entrar en el cuarto de estar, las vi sentadas de cara al balcon, la nuca de una inclinada hacia la de la otra, y me quede escondido detras de la cortina de la puerta, con el corazon que me hacia «pumba-pumba», como si se hubiera vuelto loco. Siempre las vuelvo a ver asi. Ahora que soy tan aficionado a la fotografia, a veces, cuando voy a disparar, me quedo como dudando, porque pienso que con tantas fotos como he tomado de sitios que al mirarlos en la cartulina los recuerdo, muchas mas son las que me han quedado agarradas de cuando no llevaba la maquina. Y siempre aparecen menos veladas. Como ahora aquella de mama y Lola, quietas alli, juntas, a contraluz, antes de que Lola dijera lo que siguio y yo estaba, sin saberlo, dandole al boton de una maquina que no existia. Hizo una pausa, porque siempre le ha gustado el suspense, y luego dijo, rotunda:

– Quiero decir lo que he dicho. Que habla.

– ?Y eso como puede ser? ?Cuando habla? ?Lo has oido tu?

– Si, lo he oido yo. Habla por las noches, en la cama.

En una prehistoria de la que no recuerdo nada, mi cuna estuvo algunos meses (pocos serian, hasta que deje de mamar) en el dormitorio de ellos. Pero enseguida la trasladaron al cuarto de Lola, y luego esa cuna, que era de barrotes azules, paso al trastero de delante, en cuanto aprendi a bajarme solito a hacer pis sin pedirlo, que tendria yo un ano, segun dicen, y llamo la atencion. Alli se quedo esa parte de mi prehistoria, en el cuarto revuelto donde iba a parar todo lo que no servia y que mi padre sonaba sucesivamente con transformar en cocina, despachito o dormitorio para mi. El caso es que segui durmiendo con Lola, pero ya en cama turca. Y mi padre hablo con bastante autoridad de ponerme un cuarto «como Dios manda», que esa frase la decia mucho el y se la pego a mama, que nunca habia creido en Dios. Lo cierto es que, hasta dos anos antes de dejar Segovia, segui durmiendo con Lola y que fui yo mismo -que para entonces ya hablaba- quien pidio que la cama turca me la pusieran en el trastero, se fuera a arreglar o no, que queria dormir solo y no molestar a nadie. Y en aquel trastero que inmediatamente paso a llamarse mi casita de papel empece a ser mayor, mirando plegada contra la pared la cuna de barrotes azules, que no me decia nada, aunque me hacia llorar. Llore mucho de noche en ese cuarto, sin saber bien por que, que es cuando se le saca mas gusto a llorar, puede que de puro alivio de estar solo. Y tambien de que ese ultimo ano en Segovia pasaron muchas cosas.

Pero, en fin, a lo que iba: que todo ha empezado, y sigue empezando, por la fonetica.

– ?Como que habla por las noches? ?Y que dice?

?Habla contigo? -dijo mama, que es muy amiga de hacer preguntas de tres en tres.

– Conmigo no -aclaro Lola-, Habla el solo. Cuando apago la luz. Todo seguido. Algunas veces no lo oire, porque me duermo. Y lo que dice, pues no se, madre, seran cosas suyas; no lo entiendo bien.

– Pues habria que saber lo que dice.

– ?Y eso que mas da! -estallo Lola con la voz de cuando se enfada-. Lo que os preocupaba es que fuera mudo, ?no? Pues habla. Y punto. No os volvais a calentar la cabeza con Baltasar, y mucho menos a tenerme de espia, porque yo no soy espia ni de Baltasar ni de nadie. ?Okey?

Decia mucho «okey» porque estaba aprendiendo ingles. Pero a mi nunca me llamo Baltita. A veces, en tono carinoso, me llamaba «rey moro», y yo me veia a lomos de un camello, con la cara tiznada de negro, llevando juguetes dentro de un saco grande.

Me fui de puntillas sin que me oyeran. Respiraba mejor, pero estaba bastante pasmado. No creia haber hablado alto antes de dormirme; creia que lo que pensaba para dentro de mi no salia en palabras. De lo que si me acuerdo es de que tenia un lio fenomenal. Y era de puro asombro ante la dichosa fonetica. Que lo sigo

Вы читаете Los parentescos
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×