cabello que todavia tiene restos de peluqueria. Elena aprovecha su situacion ventajosa y la observa tambien en el espejo del cristal. Como ella, anda por los cuarenta. No es demasiado alta y disimula la barriga detras de una chaqueta marron a cuadros. Lleva pantalones rectos y unos zapatos tan lustrados que parecen un par de espejos, como la cartera haciendo juego. El conjunto es agradable, una mujer prolija, sin duda, preocupada por lucir bien. Elena se pregunta si a los hombres les resultara atractiva una mujer asi, tan almidonada. Parece de carton, concluye, y rechaza cualquier idea de emularla.

Elena gira lentamente como para dar tiempo a las otras de que puedan disimular sus miradas curiosas; una en el libro, otra en la raya planchada del pantalon que aprieta y estira entre los dedos con un interes exagerado. Vuelve a su silla y consulta el reloj. Las seis y media. Todavia queda mucho por delante. En que va a ocupar esos treinta minutos que le han regalado. Se mira las unas de las manos, una por una, repasa el contorno perfecto limado con precision. En la una del anular derecho se le ha metido una intolerable particula de tierra. Pasa otra una por debajo hasta que logra dejarla limpia como las demas. Ahora se siente mejor.

Piensa, piensa en que usar este tiempo hasta que ve la revista que ha dejado a un lado. La mujer del busto prominente sigue observandola con la sonrisa congelada. ?Sera dichosa o estara fingiendo para la foto? Abre la revista y va al articulo de la operacion con siliconas. En realidad, lo que busca es algun dato revelador acerca de ese tipo de cirugia, algo que le proporcione la informacion que la esta inquietando cada vez mas. Pero se decepciona. El articulo trae cuatro fotos de la mujer en traje de bano en distintas posiciones mas o menos provocativas, en todas poniendo por delante un impresionante busto desproporcionado con la cintura de avispa. Elena se pregunta como hara esta mujer para incorporarse y caminar sin irse hacia adelante. Despues le nota el trasero imponente y comprende que ahi esta el balance. Los textos estan al pie de las fotos, un par de lineas por cada una, eso es todo, y su contenido es tan hueco como previsible. De informacion, nada. Si le dolio o no, si fue una operacion puramente estetica, si hay efectos secundarios, nada de nada. ?A quien le puede importar eso? Solamente a una mujer preocupada por una posible enfermedad, por el futuro, la vida y la muerte.

Lamenta haber gastado dinero en la revista que hoy ni siquiera logra entretenerla y mucho menos apartar su mente de lo que tendra que escuchar dentro de unos minutos. Abre la cartera con cierta desesperacion; un cigarrillo le atenuara los nervios, sin duda. Se detiene; aqui no se fuma. En medio del revoltijo de boletos viejos, monedas y recibos, distingue los colores brillantes de un papel satinado entreverado en ese caos femenino que solo ella entiende. Lo extrae y desdobla. Ni siquiera recordaba que lo habia puesto ahi. Repasa con la mirada las cabanas preciosas, con un aspecto tan acogedor que entran ganas de estar alli ahora mismo y hacerse la ilusion de que, en un ambiente asi de calido, todo estara bien.

Evadirse de la realidad es lo que ella mas quisiera en este momento y, sin embargo, no tiene fuerzas para mandarse mudar. Sabe que es una decision animal, poco inteligente, no hara mas que dilatar el conocimiento de la verdad, pero la verdad seguira estando alli aunque apriete los ojos como cuando era nina y se estremecia de miedo con las peliculas de terror. 'No puedo huir de mi', piensa. 'No puedo salirme de mi cuerpo porque este enfermo. Hay muchas formas de sobrevivir y la medicina esta avanzada. Un cancer no implica la muerte. No, claro. Pero y si tienen que operarme, ?como quedare? ?Como hare para mirarme al espejo y tolerar esa cicatriz espantosa? ?Y Daniel? ?Querra seguir a mi lado? ?Le dare asco? Apenas he podido estando sana, ?como hare con un cuerpo mutilado? Tengo miedo. ?Basta! Me voy y a otra cosa. No quiero saber. Ya me enterare cuando… ?No! ?Como voy a irme? ?Que sos, Elena? ?Una mujer o una laucha? ?Cobarde! Como si algo fuera a cambiar por ignorarlo. Si estas enferma, lo mejor sera iniciar un tratamiento cuanto antes. Claro que a veces los tratamientos son terribles, se cae el pelo… y el dolor, y el agotamiento… No se si podre con todo esto. Me he preocupado por cada idiotez, que la aspiradora sin pasar, cuentas atrasadas, llegar tarde, cumplir, cumplir todo el tiempo. ?Que paradoja! De tanto cumplir falle en lo esencial. Ahora quiza sea muy tarde. Tengo miedo. Tengo mucho miedo. Papa… Tengo miedo…'

– ?Senora Benavidez!

La mujer impecable se levanta lentamente de su silla. Camina hacia el consultorio y desaparece tras la puerta que permanece abierta el segundo suficiente como para que Elena divise mas atras, casi sobre el fondo de la habitacion, inclinado sobre un imponente escritorio, al hombre que sabe de su futuro mas que ella. Hace un ademan instintivo para saludarlo, pero apenas ha levantado la mano cuando la puerta se cierra y ya no puede ver. Mientras pensaba y se evadia del lugar, estrujo el folleto de las cabanas hasta dejarlo hecho una bola. Lo estira y lo guarda en la billetera.

La muchacha del libro se levanta como impulsada por un resorte, va hasta el escritorio de la recepcionista y algo le dice. Le muestra el reloj, gesticula mientras su pie derecho golpea el suelo como un toro a punto de embestir. La otra no se molesta demasiado en dar explicaciones, se esfuerza lo minimo en hacer su trabajo. Ademas, la impaciencia de la muchacha le viene a recordar que gana poco, que se pasa la vida sentada detras de ese escritorio, llenando agendas y atendiendo el telefono; tampoco es feliz con lo que hace. Ante la respuesta algo burlona, la muchacha gira con el libro apretado bajo el brazo y sale dando tal portazo que el cristal de la puerta vibra peligrosamente.

Elena ha seguido la escena con la atencion logica de no tener otra cosa que hacer. Entonces siente que unos ojos la observan. Es la otra mujer que espera; le dedica una mirada picara que Elena devuelve con una tenue sonrisa. Tiene el pelo blanco, muy blanco y cuidado, asi como las manos huesudas en cuyo dorso hay unas manchitas color te con leche, delatoras implacables de la edad. A Elena le viene a la mente la imagen de una conocida presentadora de television, famosa por parecer veinte anos menos de los setenta que tiene. Dicen que se ha sometido a innumerables cirugias y que ha gastado fortunas en los tratamientos mas exoticos para preservar la esquiva juventud. Y hay que admitir que lo ha logrado, se ha quitado de encima un par de decadas a fuerza de cremas y bisturi. Un detalle, sin embargo, la vende y no calla: las manchas en las manos.

Esta senora, sin embargo, no parece esforzarse en aparentar lo que no es. Tiene un porte de abuela que a Elena la enternece porque, de algun modo, se asemeja al modelo que tantas veces construyo en su imaginacion. Ante su asombro, la mujer se le acerca.

– Perdon, ?tiene hora?

– Menos cuarto.

– ?Usted a que hora tenia?

– A las siete.

– Entonces me toca despues.

Se acomoda en la silla contigua, como si preguntar la hora hubiese sido solamente un pretexto para entablar conversacion, sobre todo porque de una de las paredes cuelga un gran reloj. Elena se siente algo incomoda, toma la revista para evitar la extrana sensacion que le produce estar sentada junto a una desconocida en una sala vacia y sin tener que decir, pero la otra parece decidida a hablar y no la deja llegar a la segunda pagina.

– ?Hace mucho que se atiende con el doctor?

– Bastante, si.

– Yo tambien. Es raro que nunca nos hayamos visto.

– Es cierto.

– ?Tiene hijos?

– Dos.

– ?Y los tuvo con el doctor?

– Si.

– Yo no tengo hijos. Me hubiera gustado pero, ya ve…

Elena levanta los ojos de la revista y la mira con algo de pena. '?Que viejita linda!', piensa. 'Tiene necesidad de hablar. Debe de estar muy sola.'

– Bueno, pero tendra sobrinos.

– Ah, eso si, al que Dios no manda hijos el Diablo… ya sabe. Tengo cinco, de mis dos hermanas. A todos los crie yo. Si, senor, a todos y cada uno. El mayor tiene cincuenta y pico, fijese si pasara el tiempo. Parece mentira, Carlitos ya con cincuenta. Es el mas carinoso. Es arquitecto. Ah, si, un gran arquitecto, tiene mucho trabajo, pero igual se las ingenia para verme cada tanto. El fue el que se opuso a que me metieran en el hogar de ancianos. Los otros insistian porque, claro, tienen razon, yo ya no tengo edad para vivir sola. ?Cuanto me da?

– ?Setenta y poco?

– ?Ochenta y dos, mi querida! Ochenta y dos, uno arriba del otro.

– Pero no parece, esta muy bien.

– Si, por fuera, puede ser, pero tengo mis nanas.

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