– Tiene la piel preciosa.

– Porque me la lavo con agua mineral. ?Nunca probo?

– Nunca.

– Bueno, tiene que hacer asi… ?Es casada? Le digo porque esto es mucho mejor que las cremas. A los hombres no les gusta que la mujer se acueste embadurnada. En cambio esto ni se nota y le queda la piel fresquita, fresquita. Mire, antes de acostarse empapa un algodon en agua mineral y se lo pasa por toda la cara y el cuello. Deja secar y ya esta. Va a ver como en unos dias se nota la piel mas suave. Y ni le digo cuando haga treinta anos que lo hace, como yo.

Elena la mira y piensa que tal vez ella ni siquiera tenga dos anos por delante. La viejita le cae bien y la espera se hace menos tediosa. Parece salida de un barco inmigrante de principios de siglo; un viso asoma por debajo de la falda, lleva unos zapatos de fieltro que mas se asemejan a pantuflas y huele a naftalina. Cuando habla, lo hace con una sonrisa instalada en la boca, aunque tiene la mirada triste dibujada en cada uno de los aros multicolores que se le han formado en las pupilas. Esta sola, de eso no hay duda. A Elena le vienen unas ganas inexplicables de preguntarle por su pasado, su historia.

Esta a punto de hacerlo cuando se abre la puerta del consultorio y sale la mujer impecable, algo menos impecable pero con cara de satisfaccion. Saluda a la recepcionista y se va mientras en la sala se oye un nombre que a Elena le retumba en los oidos como el redoble de mil tambores.

Traga saliva, quiere salir corriendo pero las piernas se le han vuelto de piedra, esta pegada a la silla. La viejita se da cuenta y le aprieta el brazo mientras la empuja con suavidad para que se ponga de pie. Mira el reloj de la pared.

– Las siete en punto, nena. Este doctor es de confiar.

Ha llegado el momento. Mientras avanza los pocos metros que la separan de la puerta, todo el dia de hoy pasa por su mente. La manana, el desencuentro con Daniel, la decepcion con los hijos, la llamada angustiante, el miedo, la soledad, Rene, el pelo rojo, su padre, su madre, el folleto, el hombre del taxi, la oficina, sus companeros, la cara atonita de su jefe, el portazo, la sensacion de libertad, la muchacha del cafe, el camison azul, la enigmatica dama, la iglesia, la monja, el miedo, la soledad, el tiempo, el dolor del recuerdo, Juan, el hijo que no fue, la vieja de manos manchadas, el miedo, la soledad, ella…

– Adelante, pase.

Se sienta frente al hombre gordo, de guardapolvo blanco, que la observa desde el otro lado del escritorio.

– ?Como esta?

– Asustada, doctor. Recibi su mensaje. Vine lo antes que pude.

– Los chicos, el esposo, ?bien?

– Bien, doctor, gracias.

– Bueno, vamos a ver.

Toma el sobre con las radiografias y las desliza junto con una hoja blanca. Las mira a contraluz como si fuera la primera vez que las ve. Los segundos se vuelven interminables. Elena esta a punto de explotar; la angustia que ha venido conteniendo durante el dia apenas la deja hablar.

– ?Que tengo? Estoy preocupada. La recepcionista me dijo que usted queria verme cuanto antes, parecia urgente.

El medico no la mira, sigue observando las formas azuladas y luego lee el informe.

– No le haga caso, esta aburrida y exagera.

Elena no aguanta tanta presion y le larga la ansiedad en palabras dichas a toda velocidad, casi sin respirar.

– Doctor, escucheme. Yo se que usted esta acostumbrado a estas cosas, pero tiene que entender que para mi es insoportable. Llevo horas esperando este momento, incluso pense en irme. Si no fuera por una de sus pacientes que me entretuvo… Una se la pasa escuchando cosas terribles y cuando le toca se desespera, ?entiende? Ademas, hay mucho para resolver, yo tengo una vida, hijos. Digame si es cancer.

La palabra produce el efecto deseado. El medico la mira a los ojos, deja el papel sobre la mesa y se acomoda los lentes.

– ??Cancer?!

– Si, eso mismo, cancer.

– ?Y por que tiene que ser cancer?

Elena se siente descolocada, como un nino atrapado en una mentira que debe justificar.

– Por la urgencia…

– Ya le dije que no hay tal urgencia. Quiza Trinidad no haya sido clara. El problema es que salgo de licencia en dos dias y queria verla antes.

Elena se siente algo ridicula.

– ?Se va de vacaciones?

– No, ojala fuera eso. Tengo que someterme a una operacion. Ya ve, los medicos tambien nos enfermamos. Bien, vamos a lo suyo que la tiene nerviosa. Cuando vino a hacerse el control, palpe en su seno izquierdo un bultito. No me mire con esa cara. No le dije nada para no inquietarla y ahora veo que hice muy bien. La hubiera preocupado quiza sin razon alguna. Sigo. A raiz de eso, le indique la mamografia y ecografia y usted me las alcanzo con el informe que aqui tengo. Hasta aqui vamos bien, ?verdad?

Elena asiente con la cabeza. Lo que le ha deshecho los nervios es precisamente lo que viene despues y este hombre que le anda con tantas vueltas.

– Me interesa que me siga con atencion y que, ante cualquier cosa que no le quede clara, me interrumpa y pregunte. No quiero que se quede con dudas, ?estamos?

– Si.

– El radiologo confirma en su informe la existencia del tal bulto que no es otra cosa que un tumor quistico.

El medico se detiene y la observa palidecer.

– Es curioso como hay palabras malditas. Tumor no necesariamente implica algo malo, Elena. ?Confia en mi?

– Si, doctor.

– Entonces hagame caso cuando le digo que puede estar tranquila. Me estoy tomando el tiempo para explicarle porque usted es una mujer inteligente y puede entender el diagnostico. ?Sigo?

– Por favor.

– En el mismo informe se me dice que este tumor impresiona como benigno, asi que suelte el aire y respire. No tiene cancer, esta bien.

Elena rompe a llorar; necesita descargar la tension de un dia vivido con angustia. No solo llora por el diagnostico; llora por Daniel, los hijos, el trabajo que perdio, los miedos que la persiguieron, las dudas, las decisiones tomadas y las que tomara. Llora por la mujer que fue hasta ese momento y de la que se esta despidiendo, separandose de ella como una vibora de su vieja piel. Quisiera abrazarse a ese hombre gordo y contarle como ha sido ese dia, su vida entera; decirle que ya no vuelve atras, ya no. Quisiera que la escuchara y la entendiera y hasta le dijera que la aprueba, que la alienta. Pero el medico es medico, no es su padre, ni su esposo, ni su analista, ni siquiera su amigo. La consuela con palabras suaves y, cuando percibe que ella empieza a salirse del llanto, le ofrece un panuelo de papel y continua.

– Aflojese, ya le dije que no habia nada de que preocuparse.

Elena le dice que si con la cabeza mientras se seca las lagrimas. Tiene los ojos rojos y el cuerpo le tiembla.

– Tenemos que estudiar este bultito, ?si? No se asuste que no hay que operar ni nada que se le parezca. Esto se punciona para extraer el liquido y ya esta. Es un poco molesto, pero no duele. Se hace con una aguja finita que se introduce hasta el nucleo del quiste y luego se aspira con una jeringa. Todo el proceso se sigue bajo control radioscopico. El liquido se manda analizar, pero yo le aseguro que esta bien. El estudio que ya le han hecho nos da un noventa y nueve por ciento de seguridad.

Ella rie como una tonta mientras se suena la nariz. La puncion le parece un paseo al lado de los tormentos que fue imaginando durante el dia.

– Aca le hago la indicacion. Es en el mismo lugar donde le hicieron los otros examenes. No necesita que sea

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