– Cuando no tenemos los papeles de un apartamento, lo primero que hacemos es pedirlos al propietario, pero aqui no hay ningun papel de los que necesitamos. -Senalaba la delgada carpeta-. Todo lo que tiene usted es la escritura de compraventa, por lo que hay que suponer que no se le entregaron los datos que sobre la construccion pudieran tener los anteriores propietarios. -Antes de que Brunetti pudiera interrumpir, prosiguio-: Y eso significa que o bien se han extraviado, lo que supondria que han existido, o bien que no. Que no han existido, quiero decir. -Miro a Brunetti, que no dijo nada-. Si se han extraviado -continuo Rossi-, y puesto que dice usted que nunca los ha tenido, deben de haberse traspapelado en alguna de las oficinas municipales.

– ?Y que haran ustedes para encontrarlos? -pregunto Brunetti.

– Ah, no es tan facil -suspiro Rossi-. Nosotros no tenemos obligacion de guardar copia de esos documentos. El Codigo Civil estipula claramente que ello es responsabilidad del dueno de la propiedad en cuestion. Si usted no dispone de su ejemplar, no puede alegar que nosotros hayamos extraviado el nuestro, si sabe usted a lo que me refiero -agrego con otra sonrisita-. Y nosotros no podemos emprender una busqueda de esos papeles, porque no podemos destinar personal a una busqueda que podria resultar inutil. -Al ver la expresion de Brunetti, explico-: Porque podria darse el caso de que esos papeles no existieran, ?comprende?

Brunetti se mordio el labio inferior y pregunto:

– ?Y si no se hubieran perdido sino que no hubieran existido?

Rossi bajo la mirada y se golpeo suavemente el reloj, ajustandolo a la muneca.

– Eso, signore, significaria que ni se concedio el permiso ni se aprobo la obra.

– Lo cual es posible, ?no? -pregunto Brunetti-. Se edifico mucho, despues de la guerra.

– En efecto -dijo Rossi con la falsa modestia del que ha pasado su vida profesional tratando de estas cosas precisamente-. Pero la mayoria de aquellas obras, tanto si se trataba de pequenas restauraciones como de grandes reformas, recibieron el condono edilizio, por lo que se hallan en situacion legal, por lo menos, en lo que a nuestra oficina se refiere. En este caso, lo malo es que no hay condono edilizio -termino diciendo con un amplio ademan que abarcaba las paredes, el suelo y el techo ilicitos.

– Si me permite repetir la pregunta, signor Rossi -dijo Brunetti imprimiendo forzada calma y olimpica ecuanimidad en su tono-, ?que significa eso para mi y mi apartamento en concreto?

– Lamento tener que decirle que no estoy autorizado para responder a eso, signore -dijo Rossi devolviendo la carpeta a Brunetti. Se inclino a recoger la cartera. Con ella en la mano, se levanto-. Mis atribuciones se limitan a visitar a los propietarios y comprobar que obran en su poder los documentos que a nosotros nos faltan. -Su expresion se ensombrecio, y Brunetti creyo ver autentica decepcion en ella-. Deploro que usted no los tenga.

Brunetti se puso en pie.

– ?Y que ocurrira ahora?

– Eso depende de la comision del Ufficio Catasto -dijo Rossi empezando a ir hacia la puerta.

Brunetti se movio hacia la izquierda, sin acabar de cortarle el paso pero si creando un obstaculo entre Rossi y la salida.

– Ha dicho que creen ustedes que el piso de abajo fue agregado en el siglo xix. Si se hubiera construido mas tarde, al mismo tiempo que este, ?cambiaria eso las cosas? -Pese a sus esfuerzos, Brunetti no podia disimular el acento de pueril esperanza de su voz.

Rossi medito largamente y al fin dijo, con una voz que era modelo de cautela y reserva:

– Quiza. Me consta que el piso de abajo tiene todos los permisos y autorizaciones, por lo que, si pudiera demostrarse que este se construyo al mismo tiempo, ello podria servir de base para alegar que en su momento debieron de concederse los permisos correspondientes. -Se quedo pensativo. El burocrata ante un nuevo problema-. Si. Eso podria cambiar las cosas, aunque no dispongo de elementos para emitir una opinion.

Brunetti, momentaneamente animado por la posible salvacion, fue hacia la vidriera de la terraza y la abrio.

– Venga a ver esto -dijo mirando a Rossi y llamandolo desde fuera con un ademan-. Siempre me ha parecido que las ventanas del piso de abajo y las nuestras eran iguales. -Sin mirar a Rossi, prosiguio-: Si se asoma, vera a que me refiero, aqui, a la izquierda. -Con la soltura nacida de la costumbre, Brunetti se inclino sobre el parapeto apoyandose en la palma de las manos, para mirar las ventanas del piso de abajo. Pero, ahora que las observaba con atencion, descubrio que no se parecian en nada: las de abajo tenian dinteles tallados de marmol blanco de Istria, mientras que las suyas eran simples rectangulos abiertos en la pared de ladrillo.

Enderezo el cuerpo y se volvio hacia Rossi. El joven estaba petrificado, mirando a Brunetti con la boca abierta, el brazo izquierdo levantado y los dedos extendidos como rechazando un mal espiritu. Brunetti dio un paso hacia el, pero Rossi retrocedio rapidamente, sin bajar la mano.

– ?Se encuentra bien? -pregunto Brunetti parandose en la puerta.

El joven trataba de hablar pero no le salia la voz. Bajo el brazo y murmuro unas palabras que Brunetti no pudo oir.

Esforzandose por superar la embarazosa situacion, Brunetti dijo:

– Me temo que estaba equivocado en lo de las ventanas. No se ve nada.

Rossi relajo la cara y trato de sonreir, pero su nerviosismo persistia, y era contagioso.

A fin de alejar de la terraza los pensamientos de su visitante. Brunetti pregunto:

– ?Puede darme una idea de cuales pueden ser las consecuencias de todo esto?

– ?Decia usted?

– ?Que puede ocurrir ahora?

Rossi dio un paso atras e inicio la respuesta. Su voz adquirio la cadencia de salmodia del que se ha oido a si mismo repetir infinidad de veces las mismas palabras:

– Si en el momento de la obra se solicito el permiso pero no se concedio la aprobacion definitiva, se impone una multa, cuya cuantia depende de la gravedad de la infraccion de las normas de construccion vigentes en la epoca. -Brunetti permanecio inmovil y el joven prosiguio-: Si no se presento solicitud ni, por consiguiente, hubo aprobacion, el caso pasa a la Sovraintendenza dei Beni Culturali, que dictamina el alcance del dano que la obra ilegal inflige en el tejido ciudadano.

– ?Y? -acucio Brunetti.

– Y a veces se impone una multa.

– ?Y?

– Y a veces se ordena el derribo de la obra ilegal.

– ?Que? -estallo Brunetti, abandonando ya toda pretension de calma.

– A veces se ordena el derribo de la obra ilegal. -Rossi sonrio debilmente, dando a entender que el no era responsable de tal posibilidad.

– Pero es mi casa -dijo Brunetti-. Esta usted hablando de derribar mi casa.

– Rara vez se llega a tal extremo, se lo aseguro -dijo Rossi, imprimiendo a sus palabras un tono tranquilizador.

Brunetti se habia quedado mudo. Rossi, al observarlo, dio media vuelta y fue hacia el recibidor. Cuando llegaba a el, una llave giro en la cerradura y la puerta se abrio. Paola entro en el apartamento. Atenta a las dos grandes bolsas de plastico, las llaves y los tres periodicos que en vano trataba de sujetar debajo del brazo izquierdo, no vio a Rossi hasta el momento en que, impulsivamente, el se abalanzaba hacia adelante para impedir que cayeran al suelo los periodicos y, sobresaltada, dio un salto hacia atras para esquivarlo, se golpeo el codo izquierdo con el canto de la puerta y dejo caer las bolsas. Hizo una mueca, de susto o de dolor, y se froto el codo.

Brunetti ya se acercaba rapidamente hacia ella.

– Paola, no pasa nada. Estaba conmigo. -Sorteo a Rossi y puso una mano en el brazo de Paola-. Nos has dado un susto -dijo, tratando de calmarla.

– Tambien vosotros a mi -dijo ella, tratando de sonreir.

Detras de ellos, Brunetti oyo ruido y al volverse vio que Rossi habia dejado la cartera apoyada en la pared y, con una rodilla en el suelo, metia naranjas en una bolsa de plastico.

– Signor Rossi -dijo Brunetti.

El joven levanto la mirada, termino con las naranjas, se puso de pie y dejo la bolsa en la mesa que estaba al

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