menor duda de que ha asesinado a dos personas y de que es culpable del intento de asesinato de una tercera. Los envenenamientos de Lennart y de Stig le acarrearan una pena de muchos, muchos anos de prision. Asi que no le cuesta nada hablarnos del asesinato de Sara. Matar al marido no es ninguna novedad y se me pueden ocurrir mil razones para ello. ?Pero por que mato a su propia nieta? ?Por que mato a Sara? ?Le molestaba? ?La hizo enfadar y no pudo contenerse? ?Sufrio uno de sus ataques, la quiso calmar con un bano y se le fue la mano? ?Cuentenos!

Sin embargo, al igual que en los interrogatorios anteriores, no obtuvieron respuesta. Lilian no hacia mas que sonreir condescendiente.

– ?Tenemos las pruebas! -repitio Patrik ya sin ocultar su irritacion-. Los resultados de los analisis de Lennart arrojaron altos niveles de arsenico, al igual que los de Stig. Incluso hemos podido demostrar que el envenenamiento se produjo durante los ultimos seis meses, con dosis cada vez mayores. Encontramos el arsenico con raticida en una vieja caja que usted guardaba en el sotano. Y Sara tenia en los pulmones restos de la ceniza que hallamos en su dormitorio. Embadurno a un bebe con la misma ceniza solo para despistarnos y tambien dejo la cazadora de Sara en la cabana de Morgan para inculparlo. El que Kaj resultase ser pederasta fue una suerte para usted. Pero, ademas, tenemos grabado el testimonio de Morgan. El vio a Sara volver a casa. Y usted nos mintio al respecto. Sabemos que usted mato a Sara. ?Por que no nos ayuda? ?Por que no ayuda a su hija a seguir adelante? ?Diganos por que! Y mi hija, ?por que motivo la saco del cochecito? ?Era para hacerme dano a mi? ?Hable!

Lilian describia con el indice pequenos circulos sobre la mesa. Habia escuchado la suplica de Patrik varias veces, siempre sin resultado.

Patrik sintio que empezaba a perder el control y comprendio que mas le valia dejarlo antes de hacer ninguna tonteria. Se levanto bruscamente, recito la formula con los datos necesarios para concluir el interrogatorio y se dirigio a la puerta. Pero antes de salir, se detuvo en el umbral.

– Lo que hace es imperdonable. En su mano esta concederle a su hija la posibilidad de cerrar el asunto, pero se la niega. No es solo imperdonable: es inhumano.

Le pidio a Gosta que llevase a Lilian de nuevo al calabozo. No soportaba seguir viendola un segundo mas. Por un instante, creyo estar mirando los ojos de la maldad misma.

– ?Demonio de mujeres! Siempre nos tienen que endilgar a alguna -mascullo Mellberg-. Y ahora, ademas, nos mandan a una al trabajo. La verdad es que no entiendo para que sirve la dichosa cuota. Ingenuo de mi, pense que podria elegir a mis subordinados, pero que va, han decidido mandarme a una tipa con faldas que seguro que no sabe ni abrocharse el uniforme. ?Es eso justo?

Simon no respondio y siguio mirando fijamente su plato.

Le resultaba extrano almorzar en casa, pero era otro de los pilares del proyecto padre-hijo que Mellberg habia puesto en marcha. Incluso se habia esforzado en cortar unas verduras que, de lo contrario, no solian existir en su frigorifico. Mellberg se irrito al ver que Simon no habia tocado ni el pepino ni el tomate, sino que se concentraba en los macarrones y en las albondigas, que habia banado en una cantidad disparatada de ketchup. En fin, despues de todo el ketchup llevaba tomates, asi que podia pasar.

Abandono el desquiciante tema del trabajo, pues pensar en la nueva empleada no hacia mas que subirle la tension. Y decidio centrarse en los planes de futuro de su hijo.

– Dime, ?has pensado en lo del trabajo? Si no crees que el instituto tenga algo que ofrecerte, yo puedo ayudarte a conseguir un curro. No todo el mundo sirve para estudiar y si tienes la mitad de la habilidad practica que tu padre…

Mellberg rio satisfecho. Tal vez un padre menos experimentado se hubiese preocupado por la falta de iniciativa de su hijo a la hora de considerar su futuro, pero Mellberg sentia una gran confianza. Estaba convencido de que solo seria una mala racha transitoria, nada de lo que preocuparse. Y pensaba en que preferia que estudiase el chico, si derecho o medicina. Derecho, resolvio al cabo de un rato. Los medicos ya no ganaban tanto. Pero hasta que lograse encauzarlo por ese camino, tenia que tomarselo con calma, dejarle un respiro al muchacho. Si sufria en sus carnes lo dura que podia ser la vida, recapacitaria y entraria en razon. Cierto que la madre de Simon lo habia informado de que el chico habia suspendido casi todas las asignaturas y, claro esta, eso podia suponer un obstaculo. Pero Mellberg era optimista: seguramente se debia a la falta de apoyo por parte del entorno familiar, porque inteligencia no podia faltarle a menos que la madre naturaleza les hubiese jugado una absurda jugarreta.

Simon masticaba una albondiga con desgana y no parecia muy dispuesto a responder a la pregunta de Mellberg.

– Y bien, ?que me dices de buscar un trabajo? -repitio el padre un tanto irritado.

El se esforzaba por establecer lazos entre los dos y Simon no se dignaba responder siquiera.

Sin dejar de rumiar y tras unos minutos de silencio, el chico se pronuncio:

– Bah, no, no creo.

– ?Como que no crees? -pregunto Mellberg indignado-. ?Y que es lo que crees entonces? ?Que vas a vivir aqui, bajo mi techo, y a comer de mi comida sin hacer nada? ?Solo pasandote los dias tirado en el sofa haciendo el gandul? ?Eso es lo que crees?

Simon no pestaneo siquiera.

– Bah…, creo que me vuelvo con la vieja.

Aquella confesion impacto a Mellberg como un golpe en la frente. Y en su corazon sintio algo extrano, casi una punzada.

– ?Que te vuelves con la vieja? -repitio Mellberg.

Lo habia dicho en tono bobalicon, casi incapaz de dar credito a lo que acababa de oir. Ni siquiera lo habia considerado como posible.

– Pero…, yo creia que no estabas a gusto con ella… Que «odiabas a esa bruja», como dijiste cuando llegaste.

– Que va, la vieja no esta mal -respondio Simon mirando por la ventana.

– Pero ?y yo? -pregunto Mellberg con voz llorosa, sin poder ocultar la decepcion que lo embargaba.

Ahora lamentaba haber sido tan duro. Tal vez no fuese tan importante para la educacion del chico que empezase a trabajar tan pronto. Ya tendria que hacerlo en su momento, como todos, asi que tampoco era tan grave que pudiese tomarselo con calma un tiempo.

Se apresuro a confesar su nuevo punto de vista, pero no surtio el efecto esperado.

– Bah, no es por eso. La vieja seguro que tambien quiere obligarme a trabajar. Son los colegas, ?ves? En casa tengo un mogollon de colegas y aqui no conozco a nadie y eso… -dijo sin terminar la frase.

– Pero ?y todo lo que hemos hecho juntos? -se quejo Mellberg-. Padre e hijo, ya sabes. Yo creia que te gustaba poder estar con tu padre por fin, conocerme y eso.

Mellberg buscaba torpemente mas argumentos. No podia comprender que, hacia tan solo dos semanas, sintiese aquel panico irracional ante la aparicion de su hijo. Claro que se habia enfadado con el de vez en cuando, pero aun asi. Por primera vez volvia a casa con ilusion despues de su jornada laboral. Y ahora, esa ilusion estaba a punto de desaparecer.

El chico se encogio de hombros.

– Tu no estas mal. No tiene nada que ver contigo. La idea no era que yo me mudara a vivir aqui. Son cosas que la vieja dice cuando se cabrea. Antes me mandaba con la abuela. Luego se puso enferma y supongo que la vieja no sabia que hacer conmigo. Pero estuve hablando con ella ayer y ya se le ha pasado. Ahora quiere que vuelva a casa, asi que me voy manana en el tren de las nueve -dijo sin mirar a Mellberg. Luego alzo la vista-. Pero ha estado bien. Fijo. Y has sido muy guay lo has intentado y eso. Asi que me gustaria venir a verte de vez en cuando, si te parece… -parecio dudar un instante, antes de anadir-, papa.

Mellberg sintio una gran ternura en su corazon. Era la primera vez que el chico lo llamaba papa. ?Que demonios!, era la primera vez que alguien lo llamaba papa.

Y asi le resulto algo mas facil acoger la noticia de su partida. El chico iria a visitarlo de vez en cuando. A el, a papa.

Era lo mas dificil que habian hecho nunca, pero al mismo tiempo les infundia la sensacion de estar construyendo una base sobre la que asentarse para el futuro. Al ver el pequeno ataud blanco perdiendose en la

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