era un friolero. Su cuerpo delgado no estaba hecho para el frio. Sus manos pequenas. Tendria que haber sido pianista. En cambio, se convirtio en soldador y el mejor en peces de acuario. El tio Eugen solia bromear y decia que John se tenia que presentar al programa de television La pregunta del millon. Conocia cada raya y cada aleta.

Lennart observo el tractor y cuando paso a su lado levanto la mano en senal de saludo. El conductor devolvio el saludo. Un muchacho joven, de unos veinte anos. Acelero un poco mas al ver que Lennart se detenia, metio la marcha atras con un descuidado movimiento de manos, se inclino, se puso en posicion, cambio de nuevo la marcha y giro para recoger la nieve apelmazada.

A Lennart se le ocurrio detener el tractor, intercambiar algunas palabras con el conductor, quiza decir algo de Johny. Deseaba hablar con alguien que conociera el significado de las manos.

No tenia fuerzas para pensar en el hermano si no era por partes. Las manos. La risa algo controlada, sobre todo cuando estaba en sitios desconocidos; nadie podria afirmar que John fuera un atrevido. Ese cuerpo delgado que era increiblemente fuerte.

John tambien era bueno jugando al gua. Cuando jugaban en el patio casi siempre era John quien regresaba a casa con la bolsa repleta de canicas y nuevos soldaditos de plomo en el bolsillo; sobre todo ganaba esas bolas dificiles de diez o doce pasos. Solo Teodor, el portero, lo derrotaba. A veces pasaba por alli, pedia prestada una canica y la lanzaba en un amplio arco que hacia caer el soldadito. Que te ayudaran era trampa, pero nadie protestaba. Teodor trataba a todos por igual y la proxima vez cualquiera podia ser el objeto de sus favores.

Teodor se reia mucho, quiza porque a veces se tomaba una cerveza, pero sobre todo porque era un hombre que mostraba sus sentimientos. Adoraba a las mujeres y tenia miedo a las alturas y a la oscuridad, esos eran sus rasgos mas caracteristicos, ademas de ser un portero experimentado y rapido. Cuando estaba de mal humor pocos lo superaban en esa disciplina.

Lennart solia pensar: «Si hubieramos tenido maestros asi, con la fuerza y las debilidades de Teodor, todos seriamos catedraticos. De algo». Teodor era catedratico de barrer las escaleras del sotano sin levantar polvo, de hacer tres cosas al mismo tiempo, de tener los patios limpios de modo que la recogida de basura resultara todo un arte, de rastrillar los caminos de grava y los arriates de forma que se mantuvieran bonitos durante dos o tres semanas.

«Teniamos que haber aprendido todo eso en la escuela -penso Lennart mientras observaba el tractor-. ?Me crees, John? Tu eras el unico que se preocupaba; no, mentira, papa y mama tambien, claro. Papa, papa. El jodido tartamudeo. Tus malditos tejados. Las chapas metalicas de los cojones.»

Teodor no tenia un tractor grande; al principio solo palas y luego un viejo y potente Belos con dos varales para sujetarlo y una pala quitanieves montada en la parte delantera.

John y Lennart habian ayudado a quitar la nieve de la entrada del sotano y en una ocasion, a mediados de los anos sesenta, un invierno inusualmente abundante en nieve, Teodor los mando al tejado, a quince metros de altura. Eran hijos de un instalador de chapas metalicas. Una cuerda atada a la cintura y una pequena pala en la mano. Teodor en la trampilla del tejado, dirigiendo, agarrando la cuerda. Los muchachos escurriendose en el resbaladizo tejado, empujando la nieve hacia el suelo por el ala. Ahi abajo estaba Svensson y dirigia a los peatones.

Una vez Lennart se asomo por el borde y saludo a Svensson con la mano. El le devolvio el saludo. ?Estaba sobrio? Quiza. Teodor estaba en la trampilla, aterrorizado a causa de la altura. Al oeste el castillo y las agujas de la catedral. Al este la iglesia de Vaksala con su torre puntiaguda, como una aguja en el cielo. En el aire mas nieve. Bajo el anorak un corazon que latia con fuerza.

Cuando ellos treparon de vuelta y entraron por la trampilla al desvan, Teodor rio aliviado. Bajaron a la caldera. Alli se quemaba la basura del patio en un horno inmenso y ellos se calentaban. El aire era caliente y seco, tenia un aroma ligeramente acido, pero agradable. Un aroma que Lennart nunca mas volvio a percibir.

En el trastero contiguo a la caldera habia una mesa de ping-pong y, a veces, jugaban dando vueltas alrededor de la mesa. John era el mas rapido. Lennart, en cambio, deseaba resolver enseguida con un mate.

A veces el portero los invitaba a un refresco. Este se tomaba una cerveza. John siempre bebia Zingo. Lennart sonrio al recordarlo. Hacia tanto tiempo. No habia pensado en el cuarto de calderas desde hacia una eternidad, pero ahora reconstruia en su interior cada rincon, los olores, los montones de botellas vacias y los periodicos. Hacia tanto tiempo. Teodor, el catedratico, llevaba muerto unos cuantos anos.

Lennart inclino la cabeza como un afligido junto a una tumba. Estaba congelado, pero deseaba permanecer sumido en sus recuerdos. Una vez que hubiera vuelto a casa las mierdas de la vida lo importunarian. Entonces se tomaria un trago, tal vez mas de uno.

El conductor del tractor le lanzo una mirada al pasar. A Lennart no le preocupaba lo que este pensara. Hacia mucho tiempo que habia dejado de preocuparle. «Que se crea que estoy loco.»

Una vez le dieron una sorpresa a Teodor. Fue cuando cumplio anos, quiza una edad redonda, uno de los padres debio de informarlos. Tenia miedo a la oscuridad y el grupo de ninos podia oir su voz sonora a traves de los largos y serpenteantes pasillos del sotano. Cantaba para apagar su miedo. «Siete noches solitarias te he esperado…», resonaba su voz, ampliada por los estrechos pasillos y sus muchos y oscuros rincones y pasadizos. Al doblar la esquina junto al cuarto de las bicicletas los chicos del patio comenzaron a cantar. Teodor se quedo paralizado de miedo hasta comprender la causa. Con los ojos arrasados en lagrimas escucho el Cumpleanos feliz. Eran sus chicos, los habia visto crecer, golfillos a los que reprendia y con los que jugaba al ping-pong, a los que quitaba la pelota de futbol cuando jugaban en la hierba recien regada, balon con el que, despues, hacia malabarismos en el cuarto de calderas.

Diez muchachos y un portero en un sotano. Tan lejos. La infancia de John y la suya. En aquel tiempo, antes de que se decidieran las cosas. Lennart respiro hondo. El aire frio lleno sus pulmones y temblo. ?Estaba escrito que su hermano moriria joven? Tenia que haber sido el. El, que habia conducido borracho tantas veces, habia bebido alcohol mal destilado, habia vivido con tipos que vivian al limite. No John, que tenia a Berit y a Justus, sus peces y unas manos que creaban tan bellas soldaduras.

Comenzo a caminar. La nevada habia remitido y se podian distinguir algunas estrellas entre las nubes. El muchacho que quitaba la nieve ahora se afanaba en el lado sur de la plaza. El tractor se habia detenido y Lennart observo como el joven sacaba un termo, desenroscaba el tapon y se servia un poco de cafe.

Al pasar junto al tractor saludo con una inclinacion de cabeza, se detuvo como si hubiera tenido una idea, se acerco y llamo con cuidado a la puerta. El muchacho del tractor abrio la ventanilla hasta la mitad.

– ?Que tal? -empezo Lennart-. ?Mucho trabajo?

El muchacho asintio.

– Quiza te preguntes que hago aqui a medianoche.

Se subio al primer escalon y de esa manera estuvo a la misma altura que el conductor. Le llego una rafaga de calor.

– Mi hermano murio ayer -explico-. Estoy un poco deprimido, ?sabes?

– Joder -dijo el joven conductor del tractor, y coloco el termo sobre el salpicadero.

– ?Cuantos anos tienes?

– Veintitres.

Lennart no sabia como continuar, lo unico que deseaba era hablar.

– ?Cuantos anos tenia tu hermano?

– Era mayor, pero no importa. Era mi hermano pequeno.

Miro sus zapatos empapados.

– Mi hermano pequeno -repitio con calma.

– ?Quieres un cafe?

Lennart miro al muchacho un instante antes de asentir.

– Solo tengo una taza.

– Da igual.

Le puso una taza humeante en la mano. Tenia azucar, pero no importaba. Le dio un sorbo y volvio a mirar al muchacho,

– Vengo de casa de la mujer de mi hermano. Tienen un chaval de catorce anos.

– ?Estaba enfermo?

– No, lo asesinaron.

El muchacho abrio los ojos como platos.

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