de su muerte.»

Recordo a un colega que acudio a un accidente. Un anciano habia sido atropellado por un coche y habia muerto en el acto. El colega reconocio al hombre de su pueblo, era amigo de los padres del policia y el habia mantenido el contacto con el hombre y su mujer cuando, mas tarde, se mudaron a la ciudad.

El se encargo de la tarea de notificarselo a la esposa del accidentado. Ella se mostro contentisima al verlo, lo hizo pasar al apartamento y dijo que el marido llegaria en cualquier momento, habia salido a dar una vuelta, y entonces podrian tomarse un cafe juntos y charlar, hacia tanto tiempo…

Beatrice subio paso a paso. «John, Berit y Justus Jonsson.» Aborrecia ese tipo de timbres que tienen un sordo carillon tintineante. Dio un paso atras. La puerta se abrio casi de inmediato.

– Soy Beatrice Andersson, de la policia -se presento, y alargo la mano.

Berit Jonsson le tendio la suya. Su mano era pequena, calida y humeda.

– Que rapidez -dijo carraspeando-. ?Pase!

El vestibulo era largo, estrecho y oscuro. Al otro lado de la puerta habia una gran cantidad de zapatos y botas. Beatrice se quito la chaqueta, tuvo que buscar ella misma una percha mientras Berit permanecia completamente pasiva a su lado. Se dio la vuelta e intento esbozar una sonrisa, pero fracaso.

El rostro de Berit carecia de expresion. Observo a Beatrice con una mirada neutral. Fueron a la cocina sin intercambiar ni una sola palabra. Senalo con la mano hacia una silla, pero ella permanecio de pie junto a la encimera. Tenia treinta y cinco anos. El cabello antano rubio estaba tenido con un tinte marron oscuro, «Caoba», advirtio Beatrice, y estaba torpemente recogido en una cola de caballo. Bizqueaba un poco del ojo izquierdo. Sus manos agarraban el borde de la encimera a su espalda.

No iba maquillada y su rostro tenia un cierto aire de desnudez. Estaba muy cansada.

– Usted debe de ser Berit. He visto que en la puerta tambien ponia Justus. ?Es su hijo?

Berit asintio.

– Es hijo de John y mio.

– ?Esta en casa?

Ella nego con la cabeza.

– Ha denunciado la desaparicion de John -empezo Beatrice, y dudo un instante de como continuar, a pesar de que lo habia repasado.

– Tendria que haber venido ayer por la tarde, a las cuatro, pero aun no ha aparecido.

Al decir «aun» temblo. Solto su mano de la encimera y se la paso por el rostro.

Beatrice la encontro guapa en todo su desasosiego, pese a las grandes ojeras oscuras bajo sus ojos y sus rigidos y agotados rasgos faciales.

– Lo siento, pero tengo que informarle de que John ha fallecido. Hemos encontrado su cuerpo esta manana.

Las palabras descendieron como hielo sobre la cocina. La mano de Berit se detuvo en el rostro, como si deseara ocultarse, sin oir, sin ver, pero Beatrice percibio como la evidencia se materializaba poco a poco. Bajo el brazo, lo llevo hacia delante con la mano abierta y la palma hacia arriba, como si mendigara algo. Parecia como si tuviera rayas en los ojos, sus pupilas se dilataron y Berit trago saliva.

Beatrice se puso en pie y tomo la mano de Berit en la suya; ahora estaba helada.

– Lo siento mucho -repitio-, pero John ha fallecido.

Berit miro inquisitivamente el rostro de la policia como para detectar cualquier apice de inseguridad. Retiro la mano, se la llevo a la boca y Beatrice espero un grito, pero este no llego.

Beatrice trago saliva. Vio ante si el cuerpo maltratado, amoratado y quemado de Johny, pisoteado entre un monton de nieve sucia de las calles de la ciudad.

Berit movio la cabeza, primero despacio, casi imperceptiblemente, luego cada vez con mas fuerza. Abrio con lentitud su boca y un hilo de saliva corrio por una de las comisuras. Las palabras de Beatrice se asentaban, perforaban la conciencia de la mujer. Permanecio paralizada, no movia ni un solo musculo, inaccesible durante el tiempo necesario para asimilar la noticia de que su John nunca mas volveria a casa, nunca mas volveria a abrazarla, nunca mas entraria en la cocina, nunca mas nada.

No opuso resistencia cuando Beatrice le paso el brazo por el hombro, la acompano a la silla que habia junto a la ventana y ella misma se sento al otro lado de la mesa. Se encontro inspeccionando lo que habia sobre esta: una azalea que no habian regado suficientemente y comenzaba a marchitarse, el periodico matutino, un candelabro de adviento con tres velas a medio consumir y, junto a la pared, un cuchillo y un tenedor formando una cruz sobre un plato vacio.

Beatrice se inclino sobre la mesa, tomo de nuevo la mano de la mujer y la apreto con suavidad.

– ?Quiere que llamemos a alguien?

Berit volvio el rostro hacia Beatrice y la miro de hito en hito.

– ?Que ha pasado? -pregunto en un ronco susurro.

– Lo han asesinado -dijo Beatrice en voz baja, como poniendose a la altura de Berit.

La mirada que recibio le recordo la matanza de un cordero que presencio cuando era nina. Iban a sacrificar a una oveja. La sacaron del redil mientras no paraba de balar y la condujeron al patio. Estaba muy nerviosa, pero su tio la tranquilizo.

La mirada que la oveja le dirigio en ese preciso instante, esa decima de segundo, el blanco de los ojos volteado, la expresion herida, no era de miedo, sino mas bien de interrogacion. Era como si la angustia no tuviera cabida a pesar de que el patio era grande y los pastos, ricos.

– Asesinado -murmuro Berit.

– ?Quiere que llamemos a alguien? ?Tiene hermanos?

Berit nego con la cabeza.

– ?Padres?

Una nueva negacion.

– Justus -dijo-, tengo que hablar con el.

– ?Donde esta?

– En casa de Danne.

– ?Queda cerca de aqui?

– En la calle Salabacksgatan.

«No podre aguantarlo», penso Beatrice, pero supo, al mismo tiempo, que lo peor para ella ya habia pasado. Ya estaba dicho. Haria todo lo que estuviera a su alcance para aliviar el dolor de la mujer e intentaria dar respuesta a sus preguntas. Le embargo una sensacion de recogimiento. Ese sentimiento le era conocido de antano. Beatrice era de todo menos religiosa, pero podia vislumbrar que era lo que la gente buscaba en el mensaje y los ritos religiosos.

Una gran parte de su trabajo policial tocaba de pasada las grandes preguntas, los mitos y los suenos.

Habia notado que, con frecuencia, los policias representaban el papel de confesores. Hasta el policia uniformado, que desde un punto de vista superficial representaba la autoridad, el poder y la mala conciencia de la gente, se podia convertir en receptor de confidencias. Lo habia constatado durante sus anos de patrulla. ?O era su personalidad, en cambio, la que invitaba a aquella proximidad emocional? No lo sabia, pero apreciaba esos momentos. Se habia dicho a si misma que nunca seria cinica.

La puerta de la calle se abrio de golpe.

– Justus -resoplo Berit.

Pero fue un hombre quien se precipito en la cocina. Al ver a Beatrice se detuvo en seco.

– ?Eres una religiosa o que?

– No -dijo Beatrice, y se puso en pie.

El hombre respiraba con dificultad. Su mirada era agresiva.

– ?Quien cono eres?

– Soy policia.

– Se han cargado a mi hermano.

Agito el brazo derecho ante Beatrice.

– Lennart -susurro Berit.

Este detuvo sus exabruptos, la miro como si descubriera su presencia por primera vez. Bajo los brazos y su cuerpo se desinflo como cuando se pincha una muneca hinchable.

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