palabra.

Son cinco los pares de rodillas que tendra que salvar («Disculpe… Disculpe…»), y otras tantas miradas de enojo, murmullos contrariados, antes de llegar al pasillo, hallar la salida, verse en la noche que barre el viento, una noche sin luna.

Oye un ruido a sus espaldas. Se vuelve. La candela de un cigarrillo resplandece: Ryan lo ha seguido hasta el aparcamiento.

– ?Acaso no piensas dar explicaciones? -le espeta-. ?O vas a explicarme esta chiquillada?

Ryan da una calada a su cigarrillo.

– Solo he querido hacerle un favor, profesor. ?No aprendio bien su leccion?

– ?Mi leccion? ?Que leccion?

– Que se mezcle con los de su estilo.

Los de su estilo: ?quien se pensara que es el muchacho, para decirle a el quienes son de su estilo y quienes no? ?Que sabra el de la fuerza que impulsa a dos seres desconocidos a abrazarse, esa fuerza que los empareja y los une por parentesco, por estilo, por encima de toda prudencia elemental? Omnis gens quaecumque se in se perfcere vult. La simiente de la generacion, llevada a perfeccionarse, alojada en lo mas profundo del cuerpo de la mujer, introduciendose para dar origen al futuro. Introducida, introduciendose.

Ryan sigue hablando.

– ?Dejela en paz, crapula! Melanie le escupiria en los ojos si lo viera. -Tira el cigarrillo a un lado y da un paso al frente. Estan cara a cara bajo estrellas tan brillantes que cualquiera diria que arden en llamaradas-. Busquese otra vida, profesor. Se lo digo muy en serio.

Vuelve despacio por Main Road, a la altura de Green Point. Le escupiria en los ojos: eso no se lo esperaba. Le tiembla la mano con que sujeta el volante. Los sobresaltos de la existencia: ha de aprender a tomarselos mas a la ligera.

Las prostitutas callejeras han salido en tropel; en un semaforo en rojo una de ellas le llama la atencion, una chica alta que lleva una diminuta falda de cuero negro. ?Por que no, piensa, en esta noche de revelaciones?

Aparca al final de un sendero, donde arranca la ladera de Signal Hill. La chica va borracha o tal vez drogada: no consigue hacerle decir nada coherente. Sin embargo, cumple su trabajo todo lo bien que el podia esperar. Despues se queda tendida con la cara sobre su regazo, descansando. Es mas joven de lo que parecia la luz de las farolas, mas joven aun que Melanie. El apoya una mano sobre su cabeza. Ha cesado el temblor. Se siente amodorrado, satisfecho; tambien se siente extranamente protector.

?Asi que esto es todo lo que hace falta!, piensa. ?Como pudo haberseme olvidado?

No sera un mal hombre, pero tampoco es un hombre bueno. No es frio ni caliente, ni siquiera en sus momentos mas acalorados. No lo es en la medida de Teresa; ni siquiera en la de Byron. Le falta ese fuego interior. ?Sera ese el veredicto que le extienda el universo y su ojo que todo lo ve?

La chica se despereza, se incorpora.

– ?Adonde me llevas? -murmura.

– Te llevare de vuelta a la esquina donde te encontre.

22

Permanece en contacto telefonico con Lucy. En todas sus conversaciones ella se desvive por asegurarle que en la granja las cosas van bien, y el hace lo propio para darle la impresion de que no lo pone en duda. Esta trabajando mucho en los arriates, le dice, pues la cosecha de primavera esta en plena floracion. Las perreras dan senales de revivir. Tiene dos perros a pension completa, y espera que pronto sean mas. Petrus sigue ajetreado con su casa, pero no tanto como para no echarle una mano. Los Shaw la visitan con frecuencia. No, no le hace falta dinero.

No obstante, algo hay en el tono en que habla Lucy, algo que lo escama. Llama por telefono a Bev Shaw -Eres la unica persona a la que puedo preguntarselo -dice-. ?Como se encuentra Lucy de veras?

– ?Que te ha contado? -dice Bev Shaw, poniendose en guardia.

– Me cuenta que todo va bien, pero lo dice como si estuviera zombi. Habla como si estuviera tomando tranquilizantes. ?Es asi?

Bev Shaw rehuye la respuesta. De todos modos, dice -y da la impresion de que escoge las palabras con todo esmero-, ha habido «novedades».

– ?Que novedades?

– No puedo decirtelo, David. No me obligues. Es Lucy quien ha de contartelo.

Llama a Lucy.

– He de hacer un viaje a Durban -miente-. Cabe la posibilidad de que encuentre un puesto de trabajo. ?Puedo pasar un dia o dos en tu casa?

– ?Has hablado con Bev de un tiempo a esta parte?

– Bev no tiene nada que ver con esto. ?Puedo ir, o no?

Toma un avion a Port Elizabeth y alquila un coche. Dos horas despues dobla por el sendero que conduce a la granja, la granja de Lucy, el pedazo de tierra de Lucy.

?Es tambien su tierra? No le da la sensacion de que lo sea. A pesar del tiempo que ha pasado alli, le resulta territorio extranjero.

Ha habido algunos cambios. Una verja de alambre, erigida de modo no especialmente habilidoso, senala ahora la linde entre la propiedad de Lucy y la de Petrus. En el lado que corresponde a Petrus pacen dos novillos enjutos. La casa de Petrus se ha convertido en una realidad. Gris, anodina, se yergue sobre un promontorio situado al este de la vieja granja; por las mananas, imagina, debe de proyectar una sombra alargada.

Lucy abre la puerta ataviada con un vestido sin forma, que bien podria ser un camison. Ha desaparecido su aire de muchacha saludable y energica. Tiene la cara palida, no se ha lavado el pelo. Sin muestra alguna de calidez le devuelve su abrazo.

– Adelante, pasa -dice-. Estaba preparando te.

Se sientan juntos a la mesa de la cocina. Ella sirve el te, le ofrece un paquete de galletas de jengibre.

– Hablame de la oferta de Durban -dice.

– Eso puede esperar. Lucy, si he venido es porque estoy preocupado por ti. ?Te encuentras bien?

– Estoy embarazada.

– ?Que estas que?

– Embarazada.

– ?De quien? ?De aquel dia?

– De aquel dia.

– No lo entiendo. Pense que habias tomado medidas, bueno, tu y tu medico de cabecera. -Pues no.

– ?No? ?Que quieres decir? ?Que no tomaste medidas?

– He tomado medidas. He puesto todo el cuidado que habria puesto una persona razonable, con la salvedad de lo que estas apuntando. Pero no pienso abortar. Eso es algo que no estoy preparada para afrontar de nuevo.

– No sabia que te sintieras asi. Nunca me habias dicho que no fueras partidaria del aborto. Ademas, ?por que deberiamos haber hablado del aborto? Creia que tomabas la pildora.

– Esto no tiene nada que ver con lo que yo crea o deje de creer. Ah, y nunca he dicho que tomara la pildora.

– Podrias habermelo dicho antes. ?Por que no me lo dijiste?

– Porque no estaba dispuesta a aguantar uno de tus arrebatos. David, yo no puedo vivir mi vida de acuerdo con lo que a ti te agrade o te desagrade que haga. Ya no. Te comportas como si todo lo que hago yo fuese parte de la historia de tu vida. Tu eres el personaje principal, yo soy un personaje secundario que no hace una sola

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