– ?Pero tu no estabas sola!

Lisa se puso a chillar:

– ?Si! Sin ti yo estaba mucho mas que sola. Como en la peor de las pesadillas. Parecia que el pecho me fuera a reventar.

– Hija mia, te cogi en mis brazos, te bese y regrese a la montana. En mitad de la noche Rolando vino a despertarme. Sobre nosotros caia un diluvio y las casas comenzaban a moverse. ?Te acuerdas de Rolando Alvarez, el jefe del pueblo?

– Me he acordado del olor de la tierra, de cada tronco de arbol, del color de todas las puertas de las casas, porque la menor parcela de estos recuerdos era todo lo que me quedaba de ti. ?Puedes comprender esto? ?Puede ayudarte eso a entender la profundidad del vacio que me dejaste?

– Condujimos a los habitantes del pueblo hasta la cima, bajo un chaparron de agua. En el curso del viaje, en la oscuridad, Rolando resbalo por la pared, salte detras para cogerlo y me rompi el tobillo. Se agarro a mi, pero su peso era excesivo.

– ?Tambien yo tenia un peso excesivo para ti? Si supieras lo resentida que estoy.

– Bajo la luz de un relampago vi como me sonreia. Sus ultimas palabras fueron: «Ocupese de ellos, Dona, cuento con usted». Solto mi mano para no arrastrarme a mi tambien al fondo del barranco.

– En toda esta sublime entrega, ?tu amigo Alvarez no te pidio que te ocuparas un poquito de tu propia hija, para que yo tambien pudiese contar contigo?

El tono de Susan se elevo brutalmente:

– Era como mi padre, Lisa. ?Como aquel que me quito la vida!

– ?Eres tu la que se atreve a decirme algo semejante? Me has hecho pagar a mi la factura de tu infancia. Pero ?que te habia hecho yo, mama? Ademas de amarte, dime, ?que te habia hecho?

– Cuando se hizo de dia, la carretera habia desaparecido junto con la falda de la montana. Sobrevivi dos semanas sin ninguna comunicacion posible con el mundo exterior. Los escombros que el rio de lodo habia arrastrado hasta el valle hicieron creer a las autoridades que todos estabamos muertos, y no enviaron ningun tipo de ayuda. Entonces me ocupe de todos los que poblaron tu infancia. Me hice cargo de la situacion, de los heridos, de las mujeres y los ninos al borde del agotamiento; habia que ayudarlos a sobrevivir.

– Pero no de tu hija, que te esperaba aterrorizada en el valle.

– En cuanto pude bajar, parti de inmediato en tu busqueda. Tarde cinco dias en llegar. Cuando al fin estuve en el campamento, tu ya te habias ido. Yo habia dejado instrucciones precisas a la mujer de Thomas, que dirigia el dispensario de La Ceiba: si me pasaba algo, debian entregarte a Philip. Me dijeron que todavia estabas en Tegucigalpa, que no saldrias hacia Miami hasta la noche.

– Entonces, ?por que no fuiste a buscarme? -grito Lisa con violencia redoblada.

– ?Pero si lo hice! Al instante salte a un autobus. Ya despues, ya en camino, pense en el viaje que ibas a emprender, en su destino, en el destino sin mas, Lisa. Te marchabas a una casa de la que saldrias por las mananas para ir a estudiar en una verdadera escuela, con la promesa de un verdadero futuro. El destino me pidio que tomase una decision en tu nombre, porque sin que yo lo hubiese provocado, estabas en camino hacia otra infancia cuyos paisajes ya no serian los de la muerte, la soledad y la miseria.

– La miseria para mi era que mi madre no estuviera a mi lado para cogerme en los brazos cuando yo tenia necesidad de ella. La soledad: no tienes idea de la soledad en la que vivi durante los primeros anos que pase sin ti. La muerte era el miedo a olvidar tu olor. En cuanto llovia salia a escondidas de casa para coger un poco de tierra humeda y olerla, para acordarme de los olores de «alli». Tenia realmente miedo de que llegara a olvidar el olor de tu piel.

– Deje que te marchases hacia una vida nueva, en el seno de una verdadera familia; a una ciudad en la que un ataque de apendicitis no significara la muerte porque el hospital se hallaba demasiado lejos. Un hogar donde podrias aprender en los libros y vestirte con otra cosa que no fuesen prendas remendadas y aprovechadas al maximo a medida que ibas creciendo, donde habria respuestas para todas las preguntas que planteases, donde jamas tendrias miedo de la lluvia que cae durante la noche, ni yo de que una tormenta te llevase para siempre.

– Pero te olvidaste del mayor de todos los miedos, el de estar sin ti. ?Tenia nueve anos, mama! ?Tantas veces me mordi la lengua!

– Era una oportunidad para ti, amor mio. Y mi unico remordimiento era dejar detras de ti una madre que jamas pudo o jamas supo serlo.

– ?Tanto miedo tenias de quererme, mama?

– ?Si supieses lo dificil que fue tomar esa decision!

– ?Para ti o para mi?

Susan retrocedio para observar a Lisa, cuya colera se iba transformando en tristeza. La lluvia que habia entrado en su cabeza chorreaba por sus mejillas.

– Para las dos, supongo. Lo comprenderas mas tarde, Lisa. Pero al contemplarte sobre aquella prestigiosa tribuna, tan guapa con tu vestido de ceremonia, al verte con los que ahora constituyen tu familia sentados en primera fila, comprendi que para mi la paz y la tristeza podian ser hermanas, al menos en el instante de una respuesta que al fin he encontrado.

– ?Papa y Mary sabian que estabas viva?

– No, hasta ayer no. No deberia haber venido, probablemente no tenia derecho a hacerlo. Pero estaba ahi, como cada ano, para verte desde detras de la valla de tu escuela. Aunque solo fuera unos minutos, sin que jamas lo supieses. El tiempo justo para verte.

– Yo no tuve ese privilegio; el de saber, por unos segundos al menos, que estabas viva. ?Que has hecho de tu vida, mama?

– No me arrepiento, Lisa. No ha sido facil, pero la he vivido y estoy orgullosa de ella. He cometido errores, pero los asumo.

El camarero mexicano coloco delante de Susan una copa que contenia dos bolas de helado de vainilla, recubiertas de chocolate y almendras laminadas, todo ello copiosamente regado con caramelo liquido.

– Lo habia pedido antes de que entrases. Tienes que probarlo -dijo Susan-. ?Es el mejor helado del mundo!

– No me apetece comer nada.

En el vestibulo de la terminal, Philip paseaba arriba y abajo. Corroido por la inquietud, a veces salia a la acera, permaneciendo siempre junto a las puertas automaticas. Mojado bajo la lluvia, volvia a la gran escalera mecanica, donde se quedaba inmovil, contemplando su movimiento infinito.

Susan y Lisa comenzaban a entenderse. Continuaron asi, hurgando en el pasado con las unas, en la intimidad de un largo momento fuera del tiempo en el que las tristezas de Lisa y Susan se fundian en una misma esperanza no confesada de que aun no era demasiado tarde. Susan ordeno un nuevo helado, que Lisa al fin probo.

– ?Querias que volviese contigo? ?Es por eso por lo que me han traido aqui?

– ?Habia citado a Philip!

– Y, en tu opinion, ?que debo hacer?

– Lo que yo hice a tu edad: ?tomar mis propias decisiones!

– ?Me has echado de menos?

– Todos los dias.

– ?A el tambien lo echabas de menos?

– Eso es asunto mio.

– ?Quieres saber si el te echaba de menos?

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