Antoine dudaba en abandonar a su amigo, pero como Yvonne lo presionaba, se resigno y, al irse, le murmuro al oido que todo iba a ir…

– … ?Formidable! -concluyo Mathias.

Cuando subia por Bute Street con su hijo, Antoine llamo al escaparate de Sophie. Ella se reunio fuera con el enseguida.

– ?Quieres venir a cenar a casa? -pregunto Antoine.

– No, eres un cielo, pero aun no he terminado todos los ramos.

– ?Necesitas ayuda?

El codazo que Louis asesto a su padre no le paso desapercibido a la joven florista. Ella le paso la mano por el cabello.

– Iros, es tarde, y me se de uno que debe de tener mas ganas de ver dibujos animados que de jugar a ser florista.

Sophie se acerco para besar a Antoine, y el le deslizo una carta en la mano.

– He puesto todo lo que me has pedido, solo tienes que copiarla con tu letra.

– Gracias, Antoine.

– ?Y algun dia nos presentaras a ese tipo al que escribo…?

– Algun dia, te lo prometo.

Al final de la calle, Louis tiro a su padre del brazo.

– ?Oye, papa, si te aburre cenar solo conmigo, me lo podrias decir sin mas!

Y mientras su hijo aceleraba el paso para dejarlo atras, Antoine le solto:

– He preparado para los dos una cena que te va a encantar: croquetas caseras y un sufle de chocolate, todo cocinado por tu padre.

– Ya, ya… -dijo Louis entre dientes, mientras subia al Austin Healey.

– Mira que tienes mal caracter -repuso Antoine mientras le colocaba el cinturon de seguridad.

– ?Pues igual lo tengo!

– Igual que tu madre, no te creas…

– Mama me envio ayer un correo electronico -dijo Louis mientras el coche se alejaba por Brompton Road.

– ?Esta bien?

– Por lo que me ha dicho, son las personas de su alrededor las que no estan muy bien. Ahora esta en Darfur. ?Donde esta eso exactamente, papa?

– Sigue estando en Africa.

Sophie recogio las hojas que habia barrido de las antiguas jardineras de la tienda. Arreglo el ramo de rosas blancas del gran jarron de la vitrina y puso un poco de orden en las ramas de rafia suspendidas por encima del mostrador. Se quito su blusa blanca y la colgo en la percha de hierro forjado. Tres hojas sobresalian de su bolsillo. Cogio la carta escrita por Antoine, se sento en el taburete de detras de la caja y comenzo a copiar las primeras lineas.

Algunos clientes acababan de cenar en la sala. Mathias cenaba solo en el mostrador. El turno llegaba a su fin. Yvonne se hizo un cafe y fue a sentarse a un taburete cerca de el.

– ?Estaba bueno? Si me respondes que «formidable», te doy una bofetada.

– ?Conoces a un tal Popinot?

– Nunca he oido hablar de el, ?por que?

– Por nada -dijo Mathias mientras tamborileaba con los dedos sobre el mostrador.

– ?Has conocido a Glover?

– Es una celebridad del barrio. Un hombre discreto y elegante, inconformista, un enamorado de la literatura francesa. No se que mosca le ha picado.

– ?Una mujer, tal vez?

– Siempre lo he visto solo -respondio Yvonne secamente-, y ademas, ya me conoces, jamas hago preguntas.

– Entonces, ?como lo haces para saber todas las respuestas?

– Me dedico a escuchar mas que a hablar.

Yvonne poso su mano sobre la de Mathias y la agarro con ternura.

– Te adaptaras, no te preocupes.

– Me parece que eres optimista. ?En cuanto pronuncio dos palabras en ingles, mi hija se echa a reir!

– Te aseguro que nadie habla en ingles en este barrio.

– Asi pues, ?Valentine te habia contado sus planes? -pregunto Mathias mientras apuraba el ultimo trago de su vaso de vino.

– ?Has venido aqui por tu hija! ?No contarias con recuperar tambien a Valentine cuando te viniste a instalar aqui?

– Cuando se ama, no se cuenta con nada, me lo has repetido cien veces.

– Todavia no te has recuperado, ?verdad?

– No lo se, Yvonne; a menudo la echo de menos, eso es todo.

– Entonces, ?por que la enganaste?

– Fue hace mucho tiempo, cometi una estupidez.

– Pues si, tal vez, pero ese tipo de estupideces uno las paga toda la vida. Aprovecha esta aventura londinense para pasar pagina. Eres un hombre mas bien guapo; si yo tuviera treinta anos menos, te tiraria los tejos. Si la felicidad llama a tu puerta, no la dejes pasar.

– No estoy seguro de que esa felicidad tuya tenga mi nueva direccion…

– ?Cuantas citas has estropeado los ultimos tres anos porque en el amor vivias a caballo entre el presente y el pasado?

– ?Y tu que sabes?

– No te he pedido que respondieras a mi pregunta, solo te pido que reflexiones. Y ademas, respecto a lo que se o dejo de saber, acabo de decirtelo, tengo treinta anos mas que tu. ?Quieres un cafe?

– No, es tarde, me voy a acostar.

– ?Sabras llegar? -pregunto Yvonne.

– Es la casa de al lado de la de Antoine, no es la primera vez que vengo.

Mathias insistio en pagar su cuenta, recogio sus cosas, saludo a Yvonne y salio a la calle.

La noche habia caido tras los cristales sin que ella se hubiera dado cuenta. Sophie volvio a doblar la carta, abrio el armario que habia debajo de la caja y la coloco encima de la pila de cartas redactadas por Antoine. Lanzo la que acababa de reescribir dentro de la gran bolsa de plastico negra, entre las hojas y los tallos cortados. Cuando se fue de la tienda, la dejo en el pasillo con el resto de la basura.

Algunos cirros tapaban el cielo. Mathias, con la maleta en la mano y su paquete bajo el brazo, subia Brompton Road a pie. Se paro un momento preguntandose si se habia pasado de casa.

– ?Formidable! -murmuro a la vez que volvia a ponerse en marcha.

En el cruce, reconocio la vitrina de una agencia inmobiliaria y giro por Clareville Grove. Casas de todos los colores bordeaban la callejuela. En las aceras, los almendros y cerezos se balanceaban por el viento. En Londres, los arboles crecen sin orden, como les parece, y no es algo extrano ver por aqui o por alla a peatones obligados a bajar a la calzada para rodear una rama enorme que entorpecia el paso.

Sus pisadas resonaban en la calma de la noche. Se paro ante el numero 4.

La casa se habia dividido a principios del siglo pasado en dos partes desiguales, pero habia conservado todo su encanto. Los ladrillos rojos de la fachada estaban recubiertos de abundante glicinia que llegaba hasta el techo. Al final de un tramo de escalera, habia dos puertas una junto a la otra. Cuatro ventanas repartian la luz por las habitaciones; una en los pocos metros en los que vivia hace una semana el senor Glover, y tres en el resto, donde vivia Antoine.

Antoine miro su reloj y apago la luz de la cocina. Una vieja mesa de madera blanca servia para separarla del salon, amueblado con dos sillones crudos y una mesita de centro.

Un poco mas lejos, detras de una placa de vidrio, Antoine habia montado un pequeno estudio que compartia con su hijo cuando este hacia los deberes, y donde Louis tambien solia jugar a escondidas con el ordenador de su padre. Toda la planta baja daba por la parte trasera a un jardin.

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