– ?Que mosca te ha picado? -pregunto Antoine preocupado.

– El problema no es ser soltero, sino vivir solo.

– Ese es el principio basico de la solteria. Y ademas, no estamos solos, vivimos con nuestros hijos.

– ?Solos!

– ?No vas a parar de repetirlo?

– Necesito una casa con ninos que rian, quiero que haya vida cuando vuelva a casa, no quiero mas domingos siniestros, quiero fines de semana con ninos que rian.

– Eso ya lo has dicho dos veces.

– ?Y que? ?Te supone un problema que se rian dos veces?

– ?Hasta tal punto has tocado fondo con la soledad? -pregunto Antoine.

– Vete a trabajar, McKenzie se esta durmiendo en el coche -dijo Mathias a la vez que entraba en su libreria.

Antoine lo siguio al interior y le cerro el paso.

– ?Y que ganaria yo viviendo bajo el mismo techo que tu?

Mathias se agacho para recoger el correo que el cartero le habia deslizado por debajo de la puerta.

– No lo se, podrias ensenarme a cocinar.

– Lo que yo decia, ?no cambiaras jamas! -dijo Antoine, volviendo a irse.

– Podemos contratar a una canguro, y lo peor que podria pasar es que nos hartaramos.

– Estoy en contra de las canguros -gruno Antoine mientras se alejaba hacia su coche-. Ya he perdido a su madre, no quiero que un dia mi hijo me deje porque no me haya ocupado de el.

Se instalo tras el volante y arranco el motor. A su lado, McKenzie roncaba con la nariz hundida en la hoja de servicio. Con los brazos cruzados y un pie en la puerta, Mathias llamo a Antoine.

– Tu despacho esta justo enfrente. Antoine sacudio a McKenzie y abrio la puerta. -?Que hace usted todavia ahi? Creia que tenia una montana de trabajo.

Desde su tienda, Sophie contemplaba la escena. Meneo la cabeza y volvio a la trastienda.

Capitulo 4

Mathias estaba contento por lo frecuentada que estaba siendo la libreria aquella jornada. Aunque, al entrar, los clientes se extranaban por no ver al senor Glover, todos lo acogieron calurosamente. Incluso las ventas del dia lo sorprendieron. Mientras cenaba temprano en el mostrador de Yvonne, Mathias empezaba a vislumbrar la posibilidad de estar a la cabeza de un pequeno negocio encantador que tal vez le permitiria algun dia darle a su hija estudios en Oxford, cosa que sonaba para ella. Volvio andando a su casa al final del dia. Frederic Delahaye le devolvio sus llaves, y el camion desaparecio al cabo de la calle.

Habia cumplido con su palabra. Los operarios habian instalado el canape y la mesa de centro en la planta baja, las camas y las mesitas de noche en las dos pequenas habitaciones de arriba. La ropa estaba colocada, y la vajilla ocupaba su lugar en la cocinita que estaba bajo la escalera. Habian necesitado talento: el sitio no era muy grande y, ahora, cada centimetro cuadrado estaba ocupado. Antes de hundirse en la cama, Mathias preparo la habitacion de su hija de manera que era casi identica a la que ocupaba en Paris durante las vacaciones escolares.

Al otro lado de la pared, Antoine volvia a cerrar la puerta de la habitacion de Louis. La historia de aquella noche habia suscitado miles de preguntas que su hijo no habia dudado en plantearle antes de irse a acostar. Si el padre se alegraba de ver dormir a su hijo, el cuentacuentos se preguntaba, mientras bajaba la escalera de puntillas, en que momento del relato se habia quedado su hijo. Era una cuestion importante, porque en ese punto deberia retomar el hilo de la historia. Sentado en la mesa del comedor, Antoine desplego el mapa de la antigua granja y modifico algunos trazos. Avanzada la noche, despues de haber arreglado su cocina, le dejo un mensaje a McKenzie para citarlo al dia siguiente en la obra a las diez.

El jefe de la agencia habia sido puntual. Antoine le dio el nuevo plano a McKenzie.

– Olvidemonos durante dos segundos de sus problemas con los suministros y digame lo que piensa en realidad -dijo Antoine.

El veredicto de su colaborador fue inmediato. Transformar este lugar en un unico y gran espacio para vivir retrasaria las obras tres meses. Habria que solicitar los permisos necesarios y revisar los presupuestos, y el alquiler para amortizar las obras de semejante superficie seria terriblemente caro.

– ?Que entiende usted por «terriblemente»? -pregunto Antoine.

McKenzie le susurro una cifra que le hizo sobresaltarse.

Antoine arranco el papel de calco sobre el que habia modificado el proyecto original y lo echo a una papelera de la obra.

– ?Lo llevo a la oficina? -le pregunto el a su jefe de agencia.

– Tengo mucho que hacer aqui, me reunire con usted al final de la manana. Entonces, ?dos o cuatro apartamentos?

– ?Cuatro! -respondio Antoine mientras se alejaba ya de alli.

El Austin Healey desaparecio al final de la calle. El tiempo era apacible, y Antoine decidio cruzar Hyde Park. A la salida del parque, dejo por tercera vez que el semaforo se pusiera en rojo. La fila de coches que se extendia tras el Austin no dejaba de crecer. Un policia a caballo se dirigia hacia el por el camino de caballos que bordeaba la carretera. Se paro junto a su coche y miro a Antoine, que seguia absorto en sus pensamientos.

– Hace un buen dia, ?no cree? -pregunto el policia.

– ?Magnifico! -respondio Antoine, mirando al cielo.

El policia senalo con el dedo el semaforo que cambiaba a ambar v le pregunto a Antoine:

– ?Por alguna remota casualidad, alguno de esos colores le inspira algo?

Antoine lanzo una mirada a su retrovisor y descubrio, asombrado, el embotellamiento que acababa de provocar. Se excuso, puso una marcha y arranco bajo la mirada divertida del caballero, que tuvo que echar pie a tierra para regular la circulacion.

– ?Como se me pudo ocurrir pedirle que se instalara aqui? -mascullo mientras subia por Queen's Gate.

Se paro frente a la tienda de Sophie. La joven florista parecia una biologa con su bata blanca. Aprovechaba el buen tiempo para arreglar su escaparate. Los ramos de flores de lis, de peonias, de rosas blancas y rojas, colocadas en cubos, estaban alineados en la acera, rivalizando en belleza.

– ?Estas contrariado por algo? -pregunto ella al verlo.

– ?Has tenido gente esta manana?

– ?Te he hecho una pregunta!

– ?No, no estoy contrariado en absoluto! -respondio Antoine rezongon.

Sophie le dio la espalda y entro en su tienda; Antoine la siguio.

– Mira, Antoine -dijo ella, colocandose tras el mostrador-, si te molesta escribir esas cartas, ya me las arreglare de otra manera.

– No, no tiene nada que ver con eso. Estoy preocupado por Mathias, esta harto de vivir solo.

– Ya no estara solo porque estara con Emily.

– Quiere que vivamos juntos.

– ?Bromeas?

– Dice que seria formidable para los ninos.

Sophie se volvio para escapar a la mirada de Antoine y se dirigio a la trastienda. Tenia una de las risas mas bellas del mundo, y tambien una de las mas comunicativas.

– Ah, si, es muy normal que vuestros hijos tengan dos padres -dijo ella mientras se secaba las lagrimas.

– No pretendas hacerme una apologia de la normalidad. ?Hace tres meses hablabas de tener un hijo con un desconocido!

El rostro de Sophie cambio inmediatamente.

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