Antoine lo miro excitado.

– ?Reduce la velocidad!

Antoine aprovecho un semaforo en rojo para recoger su cartera, que estaba a los pies de Mathias.

– ?Deja de frenar por mi! -dijo el, volviendo a erguirse.

– ?Por que me has puesto esto sobre las rodillas? -pregunto Mathias.

– Abrela y mira que hay dentro.

Mathias saco intrigado un documento.

– Desdoblalo.

En cuanto el coche arranco, el plano se quedo pegado a la cara de Mathias, que intento en vano desembarazarse de el durante el resto del trayecto. Poco despues, Antoine estaba junto a la acera, delante de un portal de silleria. Una verja de hierro forjado daba paso a una callejuela sin salida. Antoine recupero su plano y salio del Austin.

A ambos lados, habia bloques torcidos, y unas antiguas cuadras, que habian sido rehabilitadas y convertidas en pequenas casitas de campo. Por las fachadas de colores trepaban rosales.

Los techos ondulados a veces estaban hechos de tejas de madera y a veces de pizarra. Al fondo de la callejuela, un edificio, mayor que todos los demas, dominaba el paisaje. Una gran puerta de roble se alzaba en lo alto de unas escaleras. Antoine animo a su amigo, que se habia quedado rezagado, a que se reuniera con el.

– ?Supongo que no habra ratas? -pregunto Mathias al acercarse.

– ?Entra!

Mathias descubrio un espacio inmenso, iluminado por grandes ventanas, donde estaban trabajando algunos obreros. En el centro, una escalera llevaba al primer piso. Un tipo grande de aspecto desastrado se acerco a Antoine con un plano en la mano.

– ?Todo el mundo estaba esperandolo!

Escoces por parte de padre y normando por parte de madre, McKenzie, que ya habia pasado la treintena, hablaba un frances marcado por un acento que ponia en evidencia la variedad de sus origenes. Senalo un ventanuco y le pregunto a Antoine:

– ?Ha tomado una decision?

– Todavia no -respondio Antoine.

– A este paso, no conseguire tener los sanitarios a tiempo. Tengo que hacer el encargo a ultima hora de hoy como muy tarde.

Mathias se acerco a ellos.

– Perdona -dijo irritado-, ?me has hecho atravesar Londres para que te ayude a solucionar un asunto de cagaderos?

– ?Espera un segundo! -respondio Antoine antes de volverse hacia su jefe de obra-. ?Tus proveedores me importan un carajo, McKenzie!

– ?A mi tambien me importan un carajo los proveedores! -repitio Mathias bostezando.

Antoine fulmino a su amigo con la mirada, y Mathias solto una carcajada.

– Bueno, yo cojo tu coche, y tu le pides a tu jefe de obra que te lleve. ?Es eso posible, McKenzie?

Antoine retuvo a Mathias por el brazo y lo atrajo hacia el.

– Necesito tu opinion, ?dos o cuatro?

– ?Cagaderos?

– Se trata de una antigua granja de carros que la agencia compro el ano pasado. Ahora dudo de si dividirla en dos o cuatro apartamentos.

Mathias miro a su alrededor, levanto la cabeza hacia el ventanuco, dio una vuelta sobre si mismo y puso los brazos en jarra.

– ?Solo uno!

– Vale, de acuerdo, ?llevate el coche!

– ?Tu me has preguntado, y yo te he respondido!

Antoine se alejo de el y se reunio con los obreros, que estaban enfaenados desmontando una antigua chimenea. Mathias siguio observando el lugar, subio al primer piso, se acerco a un mapa clavado en la pared, volvio a la pared del ventanuco, extendio los brazos y exclamo con voz atronadora:

– ?Un unico apartamento con dos cagaderos haria feliz a cualquiera!

Estupefactos, los obreros alzaron la cabeza, mientras que Antoine, desesperado, se llevaba las manos a la suya.

– ?Mathias, estoy trabajando! -grito Antoine.

– ?Pero si yo tambien!

Antoine subio los escalones de cuatro en cuatro para reunirse con Mathias en el primer piso.

– ?A que estas jugando?

– ?Tengo una idea! Abajo, nos haces una habitacion enorme, y aqui arriba, dividimos la planta en dos… verticalmente -anadio Mathias a la vez que trazaba una separacion imaginaria con las manos.

– ?Verticalmente? -repitio Antoine exasperado.

– ?Cuantas veces desde que eramos chavales hemos hablado de compartir el mismo techo? Tu eres soltero y yo, tambien; es una ocasion de ensueno.

Mathias extendio los brazos en cruz y repitio «division vertical».

– ?Ya no somos chavales! Y si uno de nosotros volviera a salir con una mujer, ?como la dividiriamos? -farfullo Antoine liandose.

– Pues bien, si uno de los dos volviera con una mujer…, ?se iria fuera!

– ?Quieres decir que no podria haber mujeres en casa?

– ?Exactamente! -dijo Mathias, separando un poco mas los brazos-. ?Mira! -anadio a la vez que agitaba el plano-.Incluso yo, que no soy arquitecto, puedo imaginar el sitio de ensueno que podria ser esta casa.

– Muy bien, pues suena, yo tengo cosas que hacer -respondio Antoine al tiempo que le arrancaba el plano de las manos.

Al volver a bajar, Antoine se volvio de nuevo hacia Mathias, que parecia desolado.

– ?Digiere de una buena vez tu divorcio y dejame trabajar en paz!

Mathias se precipito hacia la balaustrada para llamar a Antoine, que acababa de reunirse con McKenzie.

– ?Alguna vez te has llevado tan bien con una pareja como nos llevamos nosotros desde hace quince anos? ?Y nuestros hijos no estan felices cuando nos vamos de vacaciones juntos? ?Sabes muy bien que esto funcionaria! - argumento Mathias.

Estupefactos, los obreros habian cesado toda actividad desde el inicio de la conversacion. Uno barria; otro parecia inmerso en la lectura de una nota tecnica, y un tercero estaba limpiando sus herramientas.

Furioso, Antoine se alejo de su jefe de obra y volvio a salir a la callejuela. Mathias bajo la escalera, tranquilizo a McKenzie con un guino amistoso y se reunio con su amigo en el coche.

– No entiendo por que te pones tan nervioso. Me parece que es una buena idea. Y ademas, para ti es facil, no te acabas de mudar a un armario.

– Sube o te dejo aqui -respondio Antoine mientras abria la portezuela del coche.

McKenzie los perseguia con grandes aspavientos. Sin aliento, les pregunto si podian llevarlo porque un trabajo tremendo lo estaba esperando en la agencia. Mathias salio del coche para permitirle subir. A pesar de su gran tamano, McKenzie se acomodo lo mejor que pudo en el simulacro de asiento trasero del coche, y el Austin Healey se precipito por las calles de Londres.

Desde que habian salido de la callejuela, Antoine no habia pronunciado palabra. El Austin se paro en Bute Street, frente a la Libraire Francaise. Mathias inclino el sillon para liberar a McKenzie, pero este ultimo, perdido en sus pensamientos, no se movia.

– Despues de lo dicho -murmuro McKenzie-, si os vais a vivir juntos, ya puedo hacer el pedido.

– ?Hasta esta tarde, querido! -bromeo Mathias al alejarse.

Antoine lo alcanzo enseguida.

– ?Vas a hacer el favor de parar ahora mismo con todo esto? Ya somos vecinos, ?no te parece suficiente?

– Cada uno vive en su casa, ?no tiene nada que ver! -respondio Mathias.

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