– Gracias por recordarme ese intenso momento de soledad.

Antoine se acerco a ella y le cogio la mano.

– Lo que no es normal es que, en una ciudad de siete millones y medio de habitantes, personas como Mathias y tu sigan solteras.

– Mathias acaba de llegar a la ciudad…, y tu tal vez no estes soltero.

– A mi me da igual -murmuro Antoine-, pero no me habia dado cuenta de que estuviera solo hasta ese punto.

– Todos estamos solos, Antoine, aqui, en Paris, o en cualquier otro sitio. Podemos intentar huir de la soledad, mudarnos, hacer todo lo posible por conocer gente, pero eso no cambia nada. Al final del dia, cada uno vuelve a su casa. Los que viven en pareja no se dan cuenta de su suerte. Han olvidado las noches frente a una bandeja de comida preparada, la angustia ante la cercania del fin de semana, el domingo esperando que suene el telefono. Millones de personas vivimos asi en las capitales del mundo. La unica buena noticia es que no somos tan diferentes los unos de los otros.

Antoine paso la mano por los cabellos de su mejor amiga. Ella esquivo su gesto.

– Te digo que te vayas a trabajar, tengo muchas cosas que hacer.

– ?Vendras esta noche?

– No me apetece -respondio Sophie.

– He organizado una cena para Mathias; Valentine se va a finales de semana; tienes que venir, no quiero estar solo en la mesa con ellos dos. Y ademas, te preparare tu plato preferido.

Sophie le sonrio a Antoine.

– ?Almejas con jamon?

– A las ocho y media.

– ?Los ninos cenaran con nosotros?

– Cuento contigo -respondio Antoine mientras se alejaba.

Sentado tras el mostrador de su libreria, Mathias leia el correo del dia. Algunas facturas, un prospecto y una carta de la escuela que le informaba de la fecha de la proxima reunion de padres de alumnos. Habia una nota dirigida al senor Glover. Mathias cogio el papelito que estaba al fondo de la caja registradora y volvio a copiar en el sobre la direccion de su propietario en Kent. Se hizo prometer que iria a enviarla a la hora del desayuno.

Llamo a Yvonne para reservar su sitio. «No te molestes mas, a partir de ahora, el tercer taburete del mostrador es el tuyo», respondio ella.

La campanilla de la puerta sono. Una joven esplendorosa acababa de entrar en su libreria. Mathias dejo su correo.

– ?Tiene usted la prensa francesa? -pregunto ella.

Mathias le senalo el estante que estaba junto a la entrada. La joven cogio un ejemplar de cada periodico y se dirigio a la caja.

– ?Tiene usted morrina? -pregunto Mathias.

– No, todavia no -respondio divertida la joven.

Esta busco dinero en su bolsillo y le alabo por su libreria, que le parecia encantadora. Mathias le dio las gracias y le cogio los diarios de las manos. Audrey miraba a su alrededor. En lo alto de una estanteria, un libro capto su atencion, y se puso de puntillas.

– ?Es el volumen de literatura del siglo XVII de Lagarde y Michard lo que veo alli arriba?

Mathias se acerco y asintio con un gesto de cabeza.

– ?Puedo comprarlo?

– Tengo un ejemplar en mucho mejor estado justo delante de usted -afirmo Mathias al tiempo que sacaba un libro de los estantes.

Audrey estudio la obra que le ofrecia Mathias y se la devolvio inmediatamente.

– ?Este es sobre el siglo xx!

– Es verdad, pero esta casi nuevo. Tienen tres siglos de diferencia, es normal que se resienta. Mire usted misma, ni un pliegue, ni la menor mancha.

Ella se echo a reir de buena gana y senalo el libro que estaba en lo alto de la estanteria.

– ?Me da usted mi libro?

– Puedo hacer que se lo traigan, si usted quiere, pues es muy pesado -respondio Mathias.

Audrey lo miro desconcertada.

– Voy al Liceo frances, justo al final de la calle; prefiero llevarmelo.

– Como usted quiera -respondio Mathias resignado.

Cogio la vieja escalera de madera, la deslizo por su rail de cobre hasta colocarla frente al estante en el que estaba el Lagarde y Richard.

Respiro profundamente, puso el pie sobre el primer escalon, cerro los ojos y trepo como mejor pudo.

Cuando ya estuvo a una buena altura, empezo a buscar con la mano a ciegas. Al no encontrar nada, Mathias entreabrio los ojos, busco las tapas, se apodero del libro y se dio cuenta de que era incapaz de volver a bajar. El corazon se le escapaba por la boca. Totalmente paralizado, se agarro con todas sus fuerzas a la escalera.

– ?Esta bien?

La voz de Audrey llegaba ahogada hasta sus oidos.

– No -murmuro el.

– ?Necesita ayuda?

Su «si» era tan debil que apenas era audible. Audrey trepo hasta el. Cogio el libro con delicadeza y lo tiro al suelo. Despues, con las manos sobre las suyas, lo guio mientras lo reconfortaba. Con mucha paciencia, consiguio que descendiera tres peldanos. Protegiendolo con su cuerpo, acabo convenciendolo de que el suelo ya no estaba muy lejos. El le susurro que todavia necesitaba un poco de tiempo. Cuando Antoine entro en la libreria, Mathias, que seguia agarrado a Audrey, solo estaba a un escalon del suelo.

Ella lo solto, y Mathias, intentando recuperar algo de su dignidad, recogio el libro, lo puso en una bolsa de papel y se lo ofrecio. Se nego a que le pagara; ella se lo agradecio y salio de la libreria bajo la mirada intrigada de Antoine.

– ?Puedo saber que estabas haciendo exactamente?

– ?Mi trabajo!

Antoine lo miro perplejo.

– ?Puedo ayudarte?

– Habiamos quedado para almorzar.

Mathias reparo en los periodicos que se habian quedado junto a la caja. Los cogio enseguida, le pidio a Antoine que lo esperara un instante y se precipito a la calle. Corriendo hasta quedarse sin aliento, subio por Bute Street, giro en Harrington Road y consiguio atrapar a Audrey en la placita que rodeaba el complejo escolar. Sin aliento, le tendio la prensa que ella habia olvidado.

– No era necesario -dijo Audrey como agradecimiento.

– Me he puesto en ridiculo, ?no?

– No, ni lo mas minimo; el vertigo se puede curar -dijo ella mientras cruzaba la verja del colegio.

Mathias la miro atravesar el patio; cuando volvia a la libreria, se volvio y la vio alejarse hacia el porche del patio. Unos segundos despues, Audrey se volvio, a su vez, y lo vio desaparecer al doblar la esquina.

– Tienes un agudo sentido de los negocios -dijo Antoine como bienvenida.

– Ella me ha pedido un Lagarde y Richard, iba al Liceo frances, asi que era profesora, de manera que no me reproches que me emplee a fondo por la educacion de nuestros hijos.

– Profesora o no, ni siquiera ha pagado los periodicos.

– ?Nos vamos a almorzar? -dijo Mathias mientras le abria la puerta a Antoine.

Sophie entro en el restaurante y se unio a Antoine y Mathias. Yvonne les llevo un plato al gratin sin darles posibilidad de elegir.

– ?Tu local esta a reventar! -dijo Mathias-. Veo que te van bien los negocios.

Antoine le asesto un golpe con el pie por debajo de la barra. Yvonne volvio a irse sin decir palabra.

– ?Que pasa? ?Ya he dicho algo inconveniente?

– Tiene muchas dificultades para ganarse la vida. Por la noche, casi no hay nadie -dijo Sophie mientras servia a Antoine.

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