– Pero viven aqui, ?no?

– Han huido.

– ?Huido?

– Es bastante frecuente que la gente huya de aqui.

– ?Pero si han solicitado asilo politico!

– Huyen de todos modos.

– ?Que haceis entonces?

– Enviamos un informe, por supuesto.

– ?Y que pasa?

– En la mayoria de los casos, nada.

– ?Nada? Personas que esperan saber si podran quedarse o no en este pais huyen, ?y a nadie le importa?

– La policia tendra que intentar encontrarlos.

– Eso no tiene sentido. ?Cuando desaparecieron?

– Se fueron a principios de mayo. Ambos sospecharian que se les iba a denegar la solicitud de asilo politico.

– ?Adonde pueden haberse marchado?

Larson abrio los brazos.

– Si tu supieras cuanta gente se encuentra en este pais sin permiso de residencia -insinuo-. Los que quieras. Viven en casa de amigos, falsifican los papeles, se intercambian el nombre los unos con los otros, trabajan ilegalmente. Puedes vivir toda la vida en Suecia sin que nadie pregunte por ti. Nadie lo cree, pero es asi.

Kurt Wallander se quedo sin habla.

– Eso es una locura -dijo-. Es una locura, cono.

– Estoy de acuerdo contigo. Pero es lo que hay.

Kurt Wallander gruno.

– Necesito todos los documentos que tengas sobre estos dos hombres.

– No puedo entregarlos asi como asi.

Kurt Wallander exploto.

– Estos dos hombres han cometido un crimen -rugio-. Un doble asesinato.

– De todas formas no puedo entregarte los papeles.

Kurt Wallander se levanto.

– Manana me entregaras los papeles. Aunque tenga que venir el mismisimo director general de la jefatura Nacional de Policia a buscarlos.

– Es lo que hay. Yo no puedo cambiar los reglamentos.

Kurt Wallander volvio a Ystad. A las nueve menos cuarto llamo a la puerta exterior de la casa de Bjork. Rapidamente le explico lo sucedido.

– Manana anunciamos la busqueda y captura -dijo.

Bjork asintio con la cabeza.

– Convocare una rueda de prensa para las dos -dijo-. Por la manana tengo una reunion de cooperacion con los jefes de policia. Pero hare que saquen esos papeles del campo.

Kurt Wallander se fue a casa de Rydberg. Estaba sentado en la penumbra de su balcon.

De pronto comprendio que Rydberg tenia dolores.

Rydberg, que parecia leer sus pensamientos, le confeso la verdad:

– Creo que no superare esto. Quiza viva hasta Navidad, quiza no. -Kurt Wallander no supo que decir-. Hay que aguantarse -anadio-. Pero mejor di por que has venido.

Kurt Wallander se lo conto. Entreveia la cara de Rydberg en la penumbra.

Despues se quedaron callados.

La noche era fresca. Pero Rydberg no parecia notarlo, vestido con su viejo albornoz, con las zapatillas en los pies.

– Tal vez hayan salido del pais -dijo Kurt Wallander-. ?Sera posible que nunca los encontremos?

– En ese caso tendremos que vivir con ello, sabiendo que, pese a todo, conocemos la verdad -arguyo Rydberg-. La seguridad y la justicia no significan solamente que se castigue a las personas que hayan cometido crimenes. Igual de importante es que nunca nos demos por vencidos.

Rydberg se levanto con dificultad y fue a buscar una botella de conac. Con la mano temblorosa lleno dos copas.

– Hay policias viejos que se mueren pensando en los viejos enigmas sin resolver -dijo-. Probablemente yo sea uno de ellos.

– ?Nunca te has arrepentido de haberte hecho policia? -pregunto Kurt Wallander.

– Nunca. Ni un solo dia.

Tomaban su conac. Conversaban o se quedaban callados. Eran las doce cuando Kurt Wallander se levanto y se marcho. Prometio volver la noche siguiente. Al marcharse, Rydberg se quedo en la penumbra del balcon.

El miercoles 25 de julio por la manana, Kurt Wallander hizo un repaso con Hanson y Martinson de lo sucedido despues de la reunion del dia anterior. Puesto que la rueda de prensa no estaba convocada hasta la tarde, decidieron hacer una visita a la feria de Kivik a pesar de todo. Hanson se encargo de escribir el mensaje para la prensa junto con Bjork. Wallander calculo que el y Martinson habrian vuelto hacia las doce, como muy tarde.

Condujeron a traves de Tomelilla y se quedaron atrapados en una larga caravana de coches al sur de Kivik. Torcieron y aparcaron en un erial, donde tuvieron que pagar veinte coronas al rapaz propietario.

En el momento en que llegaron a la zona de la feria que se alargaba hacia el mar empezo a llover. Sin saber por donde empezar, observaron la enorme cantidad de puestos de venta y la muchedumbre. Entre el estruendo de los altavoces y los gritos de los jovenes borrachos, fueron lanzados a un lado y otro por la multitud.

– Nos vemos en algun sitio por en medio -dijo Kurt Wallander.

– Deberiamos haber traido unos walkie-talkies por si pasa algo -dijo Martinson.

– No pasara nada -le tranquilizo Kurt Wallander-. Nos vemos dentro de una hora.

Vio a Martinson desaparecer entre la muchedumbre. Se subio el cuello de la chaqueta y empezo a caminar en la direccion contraria.

Despues de una hora se encontraron de nuevo. Ambos estaban empapados e irritados por el gentio y los empujones.

– Ya esta bien, que cono -corto Martinson-. Vamos a alguna parte a tomar un cafe.

Kurt Wallander senalo el tenderete de espectaculo que habia delante de ellos.

– ?Has entrado? -pregunto.

Martinson hizo una mueca.

– Habia una montana de grasa desnudandose -contesto-. El publico rebuznaba como si fuese una reunion de salvacion sexual. Que porqueria.

– Vamos al otro lado del tenderete -dijo Kurt Wallander-. Creo que hay algunos puestos de venta alli detras. Luego nos iremos.

Avanzaron por el barro y se abrieron paso entre una caravana y los palos oxidados de una tienda.

Habia unos pocos puestos de venta. Todos parecian iguales, lonas levantadas por palos de hierro pintados de rojo.

Kurt Wallander y Martinson descubrieron a los dos hombres al mismo tiempo.

Estaban en un puesto de venta lleno de chaquetas de cuero. En un letrero ponia el precio y Kurt Wallander tuvo tiempo de pensar que las chaquetas eran increiblemente baratas.

Detras del mostrador se hallaban los dos hombres.

Miraron a los dos policias.

Kurt Wallander se dio cuenta demasiado tarde de que lo habian reconocido. Su cara aparecia muy a menudo en las fotos de los periodicos y por la television. La fisonomia del comisario Kurt Wallander habia sido distribuida por todo el pais.

Despues todo ocurrio muy deprisa.

Uno de los hombres, al que habian puesto el nombre de Lucia, deslizo la mano por debajo de las chaquetas de cuero del mostrador y saco un arma. Tanto Martinson como Wallander se echaron a un lado. Martinson se

Вы читаете Asesinos sin rostro
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×