Cuando vio entrar a Sarah en su despacho, se quedo sorprendido. Esperaba una mujer mas sofisticada. Su marido era un viajero de primera clase, un tipo que se movia entre Londres, Berlin y Amsterdam. Los hombres asi solian tener esposas esbeltas y elegantes. Pero Sarah era una criatura delgada y nerviosa que no se podia decir que fuera guapa. Su rostro resultaba demasiado anguloso: pomulos altos y afilados, nariz estrecha, frente cuadrada suavizada por el flequillo. Su pelo largo tenia un color cobrizo exuberante. Sus gafas de concha le habian hecho gracia. Enmarcaban dos ojos grandes de color ambar, que eran el rasgo mas atractivo de su rostro. Sin maquillaje y de complexion delicada, parecia mucho mas joven de la treintena que debia de tener.

No, no era exactamente guapa. Pero durante la entrevista, Nick se habia sorprendido mirando su rostro y pensando en su matrimonio. Y en ella.

Tim se puso en pie.

– Eh, todo esto me ha dado hambre. Vamos a la cafeteria.

– No, vamonos fuera. Llevo toda la manana sentando aqui y me voy a volver loco -Nick tomo su chaqueta y salieron juntos hacia la escalera.

Un viento primaveral les azoto el rostro cuando salieron a la calle. Los cerezos comenzaban a estar en flor. En una semana mas, la ciudad estaria banada en flores rosas y blancas. Era la primera primavera que Nick pasaba en Washington en ocho anos y habia olvidado lo hermoso que podia ser pasear entre los arboles. Metio las manos en los bolsillos y se inclino un poco contra el viento.

– ?Adonde vamos? -pregunto Tim.

– ?A Mary Jo's?

– ?El sitio de las ensaladas? ?Estas a dieta?

– No, pero ese sitio esta tranquilo. No me apetece oir mucho ruido.

Poco despues estaban sentados en el restaurante. La camarera les llevo las ensaladas. Tim miro la lechuga de la suya y suspiro.

– Esto es comida para conejos. Prefiero mil veces una hamburguesa grasienta -miroa su amigo-. Vale, ?que te preocupa? ?Ya te ha deprimido tu nuevo puesto?

– Es una bofetada -dijo el otro. Termino su cafe y senalo a la camarera que le sirviera otro-. Pasar de ser el numero dos en Londres a mover papeles en Washington.

– ?Y por que no has dimitido?

– Tal vez lo haga. Desde el fiasco de Londres, mi carrera ya no vale mucho. Y ahora tengo que soportar a ese bastardo de Ambrose.

– ?Sigue fuera?

– Una semana mas. Hasta entonces puedo trabajar a mi aire. Sin tantas tonterias burocraticas. Te juro que si vuelve a cambiar uno de mis informes para adecuarlos a las «normas de la administracion», voy a vomitar.

– Tu problema es que eres competente y no hablas en circunloquios como los demas. No les gustan las personas a las que pueden entender. Ademas, eres un liberal.

– Tu tambien.

– Pero yo soy el monstruito de la informatica. Y si no me toleraran, les cerraria los ordenadores.

Nick solto una carcajada. Hacia tiempo que conocia a Tim. Cuatro anos de companeros de dormitorio en la universidad habian formado vinculos fuertes.

– ?Que vas a hacer con el caso Fontaine? -pregunto su amigo cuando empezaban a tomar el postre.

– Investigarlo un poco.

– ?Quieres decirselo a Ambrose? Le gustara saberlo. Y tambien a la CIA, si no lo saben ya.

– Que se enteren por su cuenta. Es mi caso.

– A mi me suena a espionaje. Eso no es exactamente un asunto consular.

Pero a Nick no le gustaba la idea de entregar a Sarah Fontaine a un agente de la CIA. Parecia demasiado fragil.

– Es mi caso -repitio.

Tim sonrio.

– Ah, la viuda. ?Es posible que sea tu tipo? Aunque no entiendo la atraccion. Lo que de verdad no comprendo es como engancho ese marido. Todo un adonis rubio, ?eh? No el tipo de hombre que acabe con mujeres con gafas de concha. Yo deduzco que se caso con ella por otras razones que las normales.

– ?Y cuales son las normales? ?Amor?

– No. Sexo.

– ?Que diablos quieres decir?

– Hmmm. Que susceptible. Te ha gustado, ?eh?

– Sin comentarios.

– Me parece que tu vida amorosa ha estado muy desierta desde tu divorcio.

Nick dejo la taza de cafe en la mesa con brusquedad.

– ?A que vienen tantas preguntas?

– Solo quiero ver donde tienes la cabeza. ?No te has enterado? Ahora se lleva que los hombres se confien unos a otros.

Nick suspiro.

– No me lo digas. Te has apuntado a otro de esos cursillos para entrenar la sensibilidad.

– Si. Son lugares estupendos para conocer mujeres. Deberias probarlo.

– No, gracias. Lo ultimo que necesito es unirme a un grupo lleno de mujeres neuroticas.

Tim miro a su amigo con conmiseracion.

– Tienes que hacer algo. No puedes seguir celibe el resto de tu vida.

– ?Por que no?

Tim solto una carcajada.

– Porque los dos sabemos que no eres precisamente un cura.

Por supuesto tenia razon. En los cuatro anos desde su ruptura con Lauren, Nick habia evitado cualquier relacion intima con mujeres, y eso empezaba a pasarle factura. Estaba cada vez mas irritable. Se habia lanzado a salvar lo que quedaba de su carrera, pero habia descubierto que el trabajo era un pobre sustituto de lo que en realidad queria: un cuerpo calido y suave al que abrazar; risas en la noche; pensamientos compartidos en la cama. Habia aprendido a vivir sin todo eso para no exponerse a sufrir de nuevo. Era el unico modo de conservar la cordura. Pero sus viejos instintos de hombre no morian facilmente. No, el no era ningun cura.

– ?Has sabido algo de Lauren? -pregunto Tim.

Nick hizo una mueca.

– Si. El mes pasado. Dice que me echa de menos. Creo que lo que echa de menos es la vida de las embajadas.

– Bueno, te llamo ella. Parece prometedor. Puede haber reconciliacion.

– ?Si? A mi me parecio que su ultima aventura no iba muy bien.

– Pero parece que lamenta el divorcio.

– ?Quedaste con ella?

– No.

– ?Por que?

– No me apetecia.

Tim se echo a reir.

– Cuatro anos llorando por tu divorcio y ahora me dices esto.

– Mira, siempre que algo le va mal, decide llamar al bueno de Nick. Ya no puedo soportarlo mas. Le dije que ya no estaba disponible. Ni para ella ni para nadie.

Tim movio la cabeza.

– Has renunciado a las mujeres. Eso es muy mala senal.

– Nadie ha muerto de eso -gruno Nick. Dejo unos billetes sobre la mesa y se puso en pie. No queria pensar en mujeres en ese momento.

Aunque, una vez fuera, paseando entre los cerezos, se sorprendio pensando en Sarah Fontaine. No en la viuda, sino en la mujer.

La aparto de sus pensamientos. Era la ultima mujer en Washington en la que debia pensar. La objetividad era necesaria en su trabajo. Y tenia que intentar preservarla.

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